Seducción sobre tiza

El primer teatro erótico de la ciudad de Medellín, que ya lleva cuatro años, inició con el objetivo de quitarle los tapujes y tabúes al sexo.

Narra - Cultura

2017-10-16

Seducción sobre tiza

Con 15 o 40 mil pesos se puede disfrutar de un espectáculo erótico cultural, obras de teatro, encuentros con máscaras y otras temáticas, exposiciones fotográficas, performance, talleres sobre Bondage, orgasmos o sex stretching y lecturas eróticas.

Entre restaurantes que garantizan: “exquisitas truchas y deliciosos róbalos” está Sexo Sentido, una tienda erótica de letrero rosa chillón que promete, en el segundo piso, una experiencia más erótica que el olor a pescado frito que se siente afuera.

En medio de mini disfraces, cuerdas, lencería, penes y vaginas de todos los colores y sabores, hay unas escaleras negras con terciopelo rojo. Apenas las subes, te recibe la imagen de una mujer con bufanda de plumas, en una pared la frase: “Mamadas y culo”, escrita con tiza, y luego el nombre del lugar Sala Sentidos, el primer teatro erótico de la ciudad de Medellín.

El proyecto, que ya lleva cuatro años, inició con el objetivo de quitarle los tapujes y tabúes al sexo. “Necesitábamos otra alternativa para educar del tema. Luego de dos años de investigación decidimos hacerlo mediante el arte y la cultura”, explica Daniel Tapias, director del teatro.

Las personas pagan sus entradas y se acomodan en las mesas negras que hay en el lugar. Las paredes negras están cubiertas por frases sexuales, algunos números celulares que prometen mamadas gratis o que buscan cariño, y dibujos de senos, penes y vaginas hechos con tiza. Suena una suave música al fondo y la chica del bar pasa por las mesas ofreciendo bebidas.

Hay homosexuales y heterosexuales; extranjeros y locales; mujeres y hombres por igual, cada uno en lo suyo, mientras la música sube de tono y el ambiente se mezcla con dos travestis que salen de unas cortinas rojas, una de ellas se sienta a ver y la otra se dirige a un sillón rojo, empieza a fumar y a maquillarse, a veces se para y modela por el lugar, la atención se centra en ella cuando se acerca a los espectadores. “Hola muñeco, ¿quieres ser mi alumno porno?”, entrega una tiza y continúa: “Escribirás un pensamiento sexual en la pared, esta es tu primera lección”.

La travesti sigue paseando por el lugar con mucha naturalidad, hasta que la atención pasa a un hombre en calzoncillos que sale por las mismas cortinas. Aparenta estar borracho y pasa su mayor tiempo en el baño gritando incoherencias. Antes de desaparecer, escribe en una mesa: “No me dejes morir”.

Así termina el preámbulo de la obra que presentan en el teatro llamada EQUIX, todos empiezan a entrar por las cortinas rojas por donde habían salido los personajes y lo primero que llama la atención es un retrete en la mitad del escenario con polvo de tiza en el piso y las paredes cubiertas con más frases.

Todos toman asiento en unas gradas negras con terciopelo rojo. Una chica sale pidiendo que estén los celulares en silencio y las luces se apagan. Lo que pasa después no son striptease, ni felaciones en vivo, tampoco sexo explícito y pornográfico. A diferencia de lo que todos piensan cuando se dice “teatro erótico”, lo que sucede es un monólogo investigativo realizado por el periodista y actor Jacobo Franco, que trata sobre las personas que acuden a los teatros XXX en Medellín.

La historia se basa en un hombre llamado Blanco, cuenta las etapas de su vida, de cómo iniciaron sus visitas en los teatros que pasan pornografía, su amor perdido, los monstruos que lo atormentan, su adicción al sexo y cómo se vende por un poco de dinero, pero siempre deseando a gritos que no lo dejen morir.

Al final, todo el público se desvanece por las escaleras y se pierden por la Avenida 80. Algunos murmullos expresan contento, otros simplemente van en silencio. Así como dice una espectadora: “La obra tiene un asunto humano muy fuerte, la sensación que se genera en el espacio es indescriptible”.

Solo se quedan algunos trabajadores y los personajes que participaron en la obra, hablan sobre sexo mientras fuman un poco de marihuana en una de las habitaciones separadas del teatro. “Me gusta que me jalen y jalar”, comentan las travestis que practican la prostitución; “No hay vaginas feas, solo raras”, menciona un miembro del equipo del teatro; y terminan discutiendo sobre si los hombres que gustan de las chicas transexuales son gais o heterosexuales.

Luego de ver y sentir el sexo con distintos matices y colores como los consoladores que hay en la tienda de abajo, el frío de la noche se descarga al salir. Los autos siguen pasando, las personas caminan, el olor a pescado aún está presente y afuera se desvanece lo erótico para ocupar su espacio en la penumbra de lo prohibido.

 

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Laura Restrepo