¿Libreto o discurso?

Es importante que detrás de las decisiones que un gobernante adopte exista un discurso sólido y coherente.

Opina - Sociedad

2018-06-07

¿Libreto o discurso?

Entre los candidatos presidenciales que pasaron a la segunda ronda hay una enorme diferencia en términos del dominio discursivo: mientras que el ungido de Uribe sigue un libreto, el candidato de la Colombia Humana sostiene sus posturas en un sólido discurso.

De allí que la campaña de Duque haya decidido no enfrentarse a Petro en debates televisados, pues de antemano sabe él y sus asesores, que el exalcalde de Bogotá lo pondría contra las cuerdas y haría visible la pobreza discursiva que acompaña al candidato del Centro Democrático.

Y no es un asunto menor el poseer la capacidad argumentativa que ha venido exhibiendo Petro a lo largo de esta campaña. Su discurso, elocuente por demás, se hace aún más férreo y consistente, cuando a este tratan de enfrentarse periodistas incorporados[1] como Darío Arizmendi y otros que no tienen la formación y, mucho menos, pueden dar cuenta de las lecturas que sí ha hecho Petro Urrego de autores contemporáneos como Piketty, a quien a pesar de sus afamadas tesis económicas, estas no son compartidas del todo por Eduardo Sarmiento en un artículo publicado en el libro Piketty y los economistas colombianos (2015).

Que las tesis de Piketty en torno a la distribución del ingreso y a la imposición de gravámenes al capital y la precarización laboral sean discutibles no le resta mérito a Petro de leer, interpretar y aplicar parte de las tesis y recomendaciones que pudiera colegir del discurso económico del autor francés.

Ahora bien, la capacidad discursiva de Petro y su discurso mismo pueden resultar atractivos para quienes valoran este tipo de características en un ser humano y en particular en un político profesional. Es posible que en Colombia haya un sector minoritario de la sociedad que admire, reconozca y aprecie el contenido del discurso político, social, económico y ambiental del ex alcalde de Bogotá, mientras que puede existir una mayoría que desprecie y subvalore la solidez discursiva del candidato que aceleró la crisis programática e ideológica del Partido Liberal, hasta el punto de llevar  a César Gaviria Trujillo a traicionar los principios liberales y por esa vía, terminara hincado, para mantener el poder burocrático y asegurar el futuro político de su vástago, ante el poder elector de Uribe.

Quienes subvaloran el discurso de Petro, lo hacen amparados en su aparente mala gestión al frente de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Es posible que en algunos sectores y problemas de la capital haya dado mejores resultados que en otros, en el marco, eso sí, de un ambiente hostil aupado por la Gran Prensa[2] bogotana que lo atacó sin piedad, al tiempo que el entonces Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado hacía lo propio con su decisión espuria de sancionarlo e inhabilitarlo.

El economista Kalmanovitz en reciente columna, sobre el particular, señaló: “La Alcaldía de Petro en Bogotá fue mediocre y sólo pudo cambiar marginalmente algunos servicios y políticas, pero no logró liquidar la capital. Incluso, hoy Peñalosa tiene más problemas de autoritarismo y eficiencia que Petro. En el caso del país, la división de poderes le impondrá unos frenos que pueden desaparecer en el caso de que Uribe-Duque accedan a la Presidencia, produciendo una mayor destrucción del tejido político y social de la que generó entre 2002 y 2010, esta vez por tiempo indefinido”[3].

Aquí entonces, es urgente y necesario articular discurso, lecturas previas y proyecto político, con la acción de gobernar. Es importante que detrás de las decisiones que un gobernante adopte exista un discurso sólido y coherente. Sobre las ejecutorias, lo que tendría que hacer Petro si llega a la Casa de Nariño, es rodearse de un equipo idóneo y capaz de traducir sus apuestas discursivas, en obras y acciones de beneficio colectivo. Y morigerar todo lo relacionado con su personalidad, en los términos que Salomón Kalmanovitz, entre otros, señala en su ya referido texto.

Lo contrario sucede hoy con Peñalosa en Bogotá y sucederá con Duque en la Presidencia: ante la ausencia de un discurso consolidado y de un proyecto país en el que quepan todos, las decisiones tomadas y las acciones de gobierno no estarían amparadas en conceptos y apuestas discursivas, sino en caprichos y en compromisos burocráticos como los que deberá asumir el ungido de Uribe, al aceptar el respaldo de César Gaviria, del Partido de la U y de Cambio Radical, la empresa electoral de Germán Vargas Lleras.

Vuelvo a citar al economista colombiano, quien señala que “un triunfo de Iván Duque representa grandes riesgos: tendrá una bancada mayoritaria en ambas cámaras y promete revolcar la justicia, extendiendo un manto de impunidad sobre su patrón y los buenos muchachos que siempre lo acompañan, incluyendo a Popeye. Además, contará con unas fuerzas armadas amigables que no obstaculizarán los cambios constitucionales que puede consumar. Le puede abrir la puerta a un “presidente eterno”, como inocentemente lo confesó y anhela”[4].

La mayoría que desprecia la capacidad argumentativa y el dominio de la oratoria que ha exhibido Petro Urrego, es la misma que acompañó, aplaudió y se dejó seducir por la pobreza discursiva de Uribe Vélez y que hoy se rinde ante la “capacidad” de Iván Duque de seguir un libreto preconcebido y de “copiar” las propuestas de su contendor, previamente calificadas como inviables fiscalmente o de corte populista.

Sin el tonito parroquial, vulgar y pendenciero con el que Uribe sedujo y embelesó a millones de colombianos que aún lo siguen a pesar de contundentes señalamientos por vínculos con el paramilitarismo y actos de corrupción, Iván Duque se va consolidando como un buen intérprete (¿títere?) de lo que otros le dicen que repita, en particular de lo que le indica su Patrón político. Y este detalle, aunque por estos y para estos tiempos puede resultar insustancial, no lo es tanto para quienes desde la Academia aprecian el dominio conceptual, la capacidad para argumentar y el dominio de la oratoria.

Ahora bien, más allá del resultado que deje la jornada electoral del 17 de junio, lo que queda claro es que el dominio discursivo y el discurso mismo, como herramienta y estrategia electoral, estuvieron de regreso con un candidato progresista. Como quedará claro que la Derecha anacrónica no requiere para mantenerse en el poder, de grandes oradores y mucho menos de políticos con un excelso dominio conceptual, pues saben de antemano que sus seguidores poco aprecian esas capacidades y, más bien, se acostumbraron al lenguaje vulgar, básico, provocador e inconsecuente de quien estará detrás de Duque diciéndole qué hacer, qué decir y en qué sentido decidir.

Por ello, el 17 de junio también votarán los colombianos entre aquel que tiene la inteligencia para “armar” un discurso y exponerlo sin titubeos, y aquel que, con algo de pericia, sabe leer y asumir el mismo libreto con el que un ladino y montaraz ganadero, latifundista y caballista mandó en Colombia entre 2002 y 2010.

 

Adenda: Si el 17 de junio triunfa Uribe, su ungido llegará a la Casa de Nari; por el contrario, si Petro se alza con la victoria, se podrá instalar, sin tormentos, en la Casa de Nariño.

 

 

( 2 ) Comentarios

  1. ReplyGerman Plata Leal

    La verdad es que desde que nacio la constitucion del 91, los presidentes que hasta ahora han llegado a la casa de nariño no han cumplido con el juramento de cumplir y hacer cumplir la carta magna, ellos aun tienen inpregnado en sus ADN la anacronca contitucion del 86. que bueno que sea uno de sus inspiradores el que empiece a aplicarla de verdad. Eso seria despertar el estado conciente.

  2. Leer un libreto aprenderlo y representarlo es asumir al personaje. Ese es el peligro. Aparentemente está muy acomodado en su papel .
    Cuando empiecen a llegarle las facturas de cobro por haberle dado el papel protagónico el país se desmoronará.
    Lo que es difícil para mí es entender porque no ven la realidad sus millones de seguidores.

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Germán Ayala Osorio
Docente Universitario. Comunicador Social y Politólogo. Doctor en Regiones Sostenibles de la Universidad Autónoma de Occidente.