En Colombia, la política exterior no suele jugar un rol preponderante en las campañas presidenciales. Las preocupaciones principales de los ciudadanos están lejos de centrarse en las relaciones internacionales y se concentran en temas como seguridad, economía, educación, entre un conjunto de tópicos que afectan la cotidianidad de la gente. Esto provoca, asimismo, que los candidatos no muestren mayor deseo de desarrollar compromisos sobre su política exterior y, quizá, es una de las causas de que hoy tengamos uno de los cuerpos diplomáticos más politizados de la región.
La coyuntura actual permite que el debate se extienda hacia dos temas principales de carácter internacional: La migración venezolana y el litigio internacional con Nicaragua. ¿Cómo han respondido los candidatos ante estos temas y, en general, cuáles son sus compromisos en política exterior?
De los seis candidatos registrados por las encuestas, cuatro (Germán Vargas Lleras, Viviane Morales, Sergio Fajardo y Gustavo Petro) dedican una sección de sus propuestas a las relaciones internacionales. Sin embargo, solo Vargas Lleras ha desarrollado un programa de acción amplio.
Sergio Fajardo, dedica unas escasas líneas a su política exterior y habla de “respetar la carrera diplomática”, sin hacerse mayores compromisos: Promover internacionalmente la protección del medio ambiente y la lucha contra las drogas y “realizar una defensa seria de nuestra soberanía en los diversos litigios que enfrenta el país”.
Viviane Morales, no dice casi nada distinto a Sergio Fajardo. Propone una política exterior que sea a largo plazo, pero no menciona cómo lograrla y hacer de Colombia un líder regional, con generalidades que están lejos de poder conseguirlo.
Germán Vargas Lleras, por su parte, se hace el compromiso de aumentar el mínimo de nombramientos de carrera en el servicio exterior de 20 % a 50 %, fortalecer el pie de fuerza en la frontera venezolana, fortalecer los programas de desarrollo fronterizo y revisar ocho de los 14 tratados de libre comercio vigentes.
Si bien varias de estas propuestas pueden ser criticables (¿podemos confiar en el compromiso de despolitizar la carrera diplomática de un candidato con apoyo de fuertes maquinarias? ¿Por qué solo pie de fuerza frente a Venezuela y no instancias multilaterales?), es loable que sea el único candidato que ha dedicado un documento extenso explicando su plan de acción en política exterior.
Por su parte, Gustavo Petro, propone convertir a Colombia en un líder regional y mundial en temas medioambientales y de seguridad (una propuesta ambiciosa y poco realizable dadas las capacidades del país), diversificar relaciones con énfasis en América Latina y el Caribe y superar las desigualdades entre las zonas fronterizas. No hay compromisos específicos sobre nada, no se menciona el rol de Estados Unidos y no se deslinda demasiado de otras propuestas.
En cuanto a los demás candidatos, solo tenemos disponible lo que han expresado en los debates presidenciales: Sobre Venezuela en el debate en la Universidad del Norte, el segmento internacional del debate en RCN y, recientemente, las intervenciones de los candidatos en la Universidad del Rosario.
Iván Duque aprovecha la debacle venezolana para expresar su “preocupación por los discursos que se parecen al chavismo” y criticar soterradamente a Gustavo Petro. Habla de repartir en cuotas la migración venezolana entre varios países de Latinoamérica y siempre expresa que él fue quien denunció a Maduro ante la Corte Penal Internacional. Propone retirar a Colombia de Unasur, porque ha sido una “organización cómplice” con respecto a Venezuela (contradictorio con su posición de buscar salidas multilaterales). Con respecto a Nicaragua, tiene una posición más política que jurídica: Mantener el meridiano 82 y desconocer cualquier acción de un tercero que interfiera en los límites (¿será esto posible o solo es un discurso en aras de ganar votos?).
Gustavo Petro utiliza el caso venezolano para promocionar su política económica y ofrecer su diagnóstico del asunto (para él la crisis se debe al modelo económico y la instrumentaliza para criticar el modelo extractivista de Duque y Vargas Lleras), con respecto a la pregunta sobre el reconocimiento de las elecciones presidenciales, fue ambiguo y no sentó posiciones claras más allá de llevar a Venezuela ante la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Evitó la pregunta y la llevó hacia una escueta propuesta de enviar alimentos hacia el país vecino.
Humberto de la Calle, propone una salida multilateral al tema venezolano, la solidaridad frente a la migración venezolana y asegura que es necesario implementar instrumentos de cooperación policial y judicial con países como Ecuador, en aras de combatir el crimen transnacional. Nada específico, se sienta en lugares comunes y no entra en profundidad.
En los debates, Fajardo no ha superado las generalidades (denunciar la “dictadura del Siglo XXI”, cooperación internacional para la educación) y Vargas Lleras diagnostica a Venezuela sin sentar las posiciones que tiene en su programa.
Es evidente que los candidatos conocen solo superficialmente las relaciones internacionales, los lugares comunes, el desvío de los temas para encontrarse en una zona segura, y la incapacidad de hacerse compromisos serios con diversos asuntos abundan en los debates. Sobre Venezuela y Nicaragua, los candidatos dicen lo que los electores quieren escuchar, pero no son propositivos, no hay términos claros.
Por lo visto hasta ahora, nos auguran cuatro años más de una política exterior errática e instrumentalizada para la consolidación política del ejecutivo. El servicio exterior, siendo uno de los más politizados de la región, no merece la preocupación de ningún candidato y a nadie se le ocurre acabar con los nombramientos políticos.
Mientras tanto, la Cancillería nombró provisionalmente a 62 funcionarios en el Ministerio de Relaciones Exteriores a seis meses de acabar el periodo de Juan Manuel Santos, a pesar de que 71 diplomáticos de carrera estaban disponibles para ocupar estos puestos. Al país, esto le costó cerca de dos mil millones de pesos.
Para colmo de males, estos recién nombrados tendrán que regresar al país el 7 de agosto y quien llegue a la Presidencia, deberá elegir entre pagar los favores de la campaña o tomarse en serio las relaciones internacionales del país.
Imagen cortesía de IUS 360.