Columnista: Juan Sebastián Gil
La deontología del periodismo, por lo menos del periodismo decente, exige unos mínimos de seriedad y compromiso que en Polombia somos expertos en ignorar. Es funesto ver cómo a carcajadas pequeñitas los pelafustanes que presentan los noticieros nacionales están narrando la tragedia que vive Bojayá.
Nunca con tan proba honestidad se presentaron las noticias como el día de los inocentes, el único día en el que vale la pena ver noticas. Sí, se trata de una avanzada del paramilitarismo en el país, pero parece ridícula la idea de que, ante los ojos de toda Polombia, estuvimos ad portas de una masacre sin precedentes.
El realismo mágico macondiano es crudo y cruel, no mágico
Resulta pues que sí tiene precedentes, el 2 de mayo de 2002 fue el día en que se escribió una de las más oscuras páginas en la historia del conflicto armado en Polombia. Aquella vez murieron más de 75 personas en una acción perpetuada por la extintas Farc mientras se enfrentaban a las vigentes AUC. Pensaría uno, si es que los lectores me otorgan el beneplácito para ello, que todo el país mantiene viva la memoria de tan trágico escenario.
Bojayá, en épocas del plebiscito por la paz —¿Hay algo más estúpido que votar para que haya paz?— votó masivamente con un contundente 96% de aprobación, y nuestros siempre confiables noticiarios aprovecharon la ocasión para desempolvar imágenes de archivo de la mencionada masacre.
Lo más irónico de esta situación es que las votaciones las ganó la guerra, pues la mayoría, es decir, la mitad más un grandísimo huevón, preferían ver a los guerrilleros en armas que al sicariato moral difamando.
Hoy resulta ser que, de nuevo, esta olvidada comunidad del Chocó está viviendo la apartemente eterna desgracia de la guerra. Y está demostrado que acá las masacres, como dijo un viejo amigo; tienen criterio social. Hay unas que hay que recordar cada vez que sea necesario deslegitimar al opositor. Finalmente ¿qué importa si va a volver a pasar? Hasta que el ELN no meta las narices allá, poco o nada sabremos de las acciones militares en esa zona.
Espero que al desgobierno de Iván Duque se le pase el guayabo decembrino pronto, así a mí no se me quite el guayabo electoral, pues necesario es que este rechoncho artiodáctilo asuma con responsabilidad su función.
Etimología del desacierto
Me sorprende ver que en este país existan grupos paramilitares como los que estuvieron cercando Bojayá. ¿A quién carajo se le ocurrió ponerles Autodefensas Gaitanistas? Se irían de para atrás si leyeran la tesis de grado de Gaitán en la Universidad Nacional: Las ideas socialistas en Colombia.
Más allá del desatino teórico, que en la guerra poco vale, ¡qué maña tan fea la de los bandidos de ponerle nombre a sus ejércitos privados! A veces piensa uno que esta gente tiene algo por decir, pero qué universo de estupefacción el que permea la extrema derecha.
De nuevo, ambicioso es creer que estos personajes tienen afiliación política, más bien no entiendo tampoco el proceder de estos “ilegales”, como los llaman los colegas. Ellos tienen el negocio de la droga en la cabeza y más axiomático no puede ser, pero, ¿acaso lo que pretendían en Bojayá era establecer un oscuro modus operandi, suscitar pánico, o sólo estaban de paso?
A quien corresponda
Juan Carlos Ramírez, comandante de la Séptima Brigada del Ejército, después de dos días de confinamiento perpetuado por las AGC, apareció en el territorio llevándole la nueva al ministerio de Defensa. Los paramilitares se fueron, y no hubo enfrentamientos pues sería chocarrero que se enfrentaran.
Ahora está escrita esta nueva desventura de la historia nacional, que por las festividades y la negligencia mediática pasará al olvido con brevedad.
Para la próxima, aunque no soy experto es seguridad nacional, mi consejo sería que dejaran de poner tanques de guerra cuando marchen los estudiantes y más bien pongan a operar todo su valiosísimo sistema de defensa para garantizar los derechos de los colombianos sea en Bojayá, en Santander de Quilichao o en cualquier otro lugar, donde por desgracia, ustedes sí deberían estar.
Termino con una preguntica que me inquieta sobremanera, si la Defensoría del Pueblo lleva un año radicando alertas tempranas ¿A razón de qué el Ejército se demoró dos días en enviar a la Séptima División?