En varios medios de comunicación lo dije con antelación: A Vargas Lleras le va a estallar la Paz en la cara y va a desfigurar el rostro de su aspiración a la presidencia. Y además ocurrió con un estratégico llamado de su jefe el presidente Santos a “ponerse la camiseta” para lograr en este mes y unos días que el plebiscito nacional para refrendar el Acuerdo con las FARC reciba una respuesta afirmativa por parte de los colombianos.
El máximo líder del partido Cambio Radical, quien hoy funge como vicepresidente de los colombianos, se venía ocupando de la tarea de construir puentes, vías y techos; pero sin “pegarle un solo ladrillo” al discurso de la paz (enarbolada por Santos como su promesa básica y principal propósito), en un evidente error de cara al proceso electoral el 2 de octubre, pues “paloma en pecho”, la opinión pública sigue sin comprender el tema de la paz como un asunto ciudadano y no de un gobierno: le faltan calle y barro en las botas al acuerdo de paz y a un tema de agenda pública que está siendo empujado por todo un gobierno.
Vargas Lleras tiene 9 meses para terminar el gobierno que preside Santos, e iniciar formalmente su campaña, la cual ya cabalga en varias regiones de Colombia, principalmente en la Costa Caribe y Bogotá; donde logró importantes triunfos en las regionales de octubre pasado y además ha gozado de una histórica hegemonía que se refleja en su trabajo de tierra en campaña e incluso en las prioridades de su agenda territorial, aunque cuenta con claros alfiles políticos en territorios de rivalidad directa como Antioquia, donde es evidente la cercanía con el actual gobernador Luis Pérez Gutiérrez.
El cese definitivo al fuego y la firma del Acuerdo de Paz demanda de Vargas Lleras y su gente una “cirugía plástica” en dos escenarios: primero definir si va a dejar el gobierno antes de tiempo bajo un discurso light de “sí pero no” frente a la paz, a la espera de la evolución del acuerdo y la forma cómo pueda ser “endosable”. Y segundo, continuar hasta el plazo máximo y jugársela definitivamente con la paz, quizá con un manejo más estratégico del ya cuestionado personalismo del presidente Santos.
Es un tiempo físicamente corto, pero psicológicamente intenso y podría ser un septiembre negro para Vargas Lleras si él no toma partido definitivo y claro. La polarización en la opinión pública, la dinámica de líderes, partidos, funcionarios e instituciones; demandan una postura más clara que los simples análisis y el escepticismo con el cual ha manejado hasta ahora el tema de La Habana.
El mapa político actual de Colombia indica una supremacía prelectoral hacia el 2018 con dos punteros claros: el exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo Valderrama, y el vicepresidente Germán Vargas Lleras; seguidos por el procurador Alejandro Ordoñez y el negociador de los acuerdos Humberto de la Calle Lombana; también está el exministro Oscar Iván Zuluaga y el primero de “los delfines” que llegará con más opción al 2022: el senador Juan Manuel Galán. Todos en una disputa que aún es prematura y que podría variar en pulsos como el del 2 de octubre, según el protagonismo que tengan estos actores con sus respectivas fuerzas frente al arranque de las zonas de concentración y el desarme hacia 2017.
Aunque tradicionalmente no recomiendo a un aspirante salir tan abiertamente a la palestra hasta antes de 10 meses de un proceso electoral uninominal, es evidente que el plebiscito por la Paz en Colombia y la agenda subsiguiente aceleran la demanda de los ciudadanos en relación con una pregunta clave: ¿Qué carácter y apuesta concreta debe tener el presidente de Colombia en el posconflicto?
Se nota que no le gusta pa nada la aspiracion de Petro jejeje