La cotidiana colombiana nunca deja de parecer un libro de García Márquez, donde lo inverosímil ocurre ante los ojos de todos, lo absurdo es una realidad irrefutable y lo fantástico termina convertido en la noticia principal de todos medios y hasta ser tendencia durante horas en las redes sociales.
Y esto volvió a ocurrir luego de que Noticias Uno publicará la fantástica historia del pastor cartagenero Miguel Arrázola (hermano cronista de orden público y narcotráfico María del Rosario “La Nena” Arrázola) que desde su “santo” pulpito profiere explícitas amenazas de muerte contra el periodista Lucio Torres que investigó cómo funcionan las finanzas de su centro de “congregación cristiana”.
Entre discursos de oposición al líder espiritual, memes, señalamientos y otros muchos a favor me llamó mucho la atención las palabras del confeso fanático cristiano Oswaldo Ortiz (@SuperOOTv) quien al mejor estilo César Mauricio Velázquez, ex secretario de Presidencia en el gobierno Uribe, intentaba desviar el foco de la discusión con un discurso cargado de tópicos carentes de asideros; cuál militar implicado en los falsos positivos de Soacha pretendía hacer parecer al Señor Arrázola como una víctima y no un victimario.
Y bueno, hay que admitir en Colombia hemos sufrido y sufrimos de muchas fobias provocadas en su mayoría por el desconocimiento, intolerancia y falta de aceptación por la diferencia, pero nunca había escuchado o leído de la tal “Cristianofobia”, así que decidí investigar cómo se investiga hoy día en la web, con la sorpresa que para la RAE (Real Academia Española) el término no existe; mientras que el portal Wikipedia la define en principio como: “un sentimiento de hostilidad hacia el cristianismo y, por extensión, hacia los cristianos o a la práctica del cristianismo…”
Pero aun así, no lograba entender ¿De cuál fobia hablaba el señor Ortiz? Si en el territorio nacional el 91% de la población confiesa la fe cristiana y el 35% de estos son de la corriente cristiana protestante o evangélica como él, el pastor Arrázola y sus seguidores.
Los cristianos en Colombia no son minoría y no existen registros de crímenes, desapariciones forzosas o persecuciones violentas encontrar de esta población por profesar sus creencias.
Y si de garantías se trata en la Carta Magna de nuestro país social de derechos se consagra en el Artículo 19 que “Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley”, y como ciudadano que soy puedo dar fe que es de los pocos derechos que aún se respeta a cabalidad en nuestro país.
Entonces no quedaba otra que decir al mejor estilo del actual presidente que la tal cristianofobia en Colombia no existe. Lo que sí existe es una persecución sistemática y cruel por parte de algunos sectores cristianos evangélicos a las minorías, a los que se atreven a gritar que piensan diferente y conciben la vida como una realidad mucho más compleja que el mito judeocristiano que narra la biblia.
Basta con leer algo de historia universal para darse cuenta de todas los crímenes, barbaries y masacres que se han cometido desde épocas remotas en nombre del cristianismo, y que se aíslan de la enseñanzas del cristo (amor, perdón y reconciliación) para terminar en fanatismo religioso como el de las cruzadas del siglo XI, la imposición de la fe a indígenas americanos y nativos africanos en la época de la conquista y la colonia por parte de Españoles, las vidas inocentes que cobró la Inquisición y el sin número de violaciones a niños y mujeres por altos funcionarios de las órdenes cristianas, que aún hoy se siguen presentando sin que exista un castigo contundente y reparación a las víctimas.
Es en ese punto es cuando vislumbras que no debemos caer en la trampa del discurso charlatán de la dizque cristianofobia y que el mal no se va a terminar con que critiquemos a los que sin cuestionar obedecen lo que dice su guía espiritual por miedo al supuesto castigo divino.
Que la discusión debe ir orientada al porque si Colombia constitucionalmente es un Estado laico, existen instituciones y personas que gozan de mejores derechos que la gran mayoría como la iglesias. Es que en nuestro país existen 5.374 iglesias de todos los cultos (evangélicas, católicas, judías, entre otras), según el Grupo de Asuntos Religiosos del Ministerio del Interior de Colombia, pero ninguna de estas paga impuestos pues están cobijadas por el artículo 23 del Estatuto Tributario que dice que “los movimientos, asociaciones y congregaciones religiosas, que sean entidades sin ánimo de lucro” no son contribuyentes del impuesto a la renta.
¿Pero realmente no tienen lucro las instituciones que apunta de diezmo y ofrendas van acumulando grandes fortunas como el pastor Arrázola? Esa es la discusión que verdaderamente hay que dar con nuestros gobernantes y exigirles que de una vez por toda se terminen las prebendas económicas para este tipo de organizaciones, y solo así, tal vez, solo tal vez, se termine con la comercialización de la fe y con el cuentico de la tal cristianofobia.