Columnista: Ían Schnaida
Sobre los expresidentes recae una enorme cara de la verdad con respecto a la tragedia del conflicto armado interno, así que lo más coherente es que si pretendemos avanzar hacia el reconocimiento de lo que nos ha ocurrido como nación, ellos, que han sido actores principales de esta guerra, cuenten lo que saben y reconozcan sus hondas responsabillidades.
Ya dio un paso adelante el expresidente Ernesto Samper, quien expresó que no tenía problema en renunciar a su fuero y acudir ante la Justicia Especial para la Paz, JEP, para contar lo que sabe.
Pastrana y Uribe Vélez, por evidentes razones, están en contra de reconocer sus responsabilidades y, en esa medida, evitar reconocer la pluralidad y diversidad que ellos se han empeñado en reprimir para beneficio de sus gentes de bien, como osan decir.
El expresidente Santos, gestor de la desmovilización de las Farc, era el llamado a mostrar voluntad con antelación para contar su verdad ante la JEP, y está aún a tiempo. Juan Manuel Santos Calderón fue el ministro de Defensa del expresidente Uribe, en una época que se vendió como la más segura de Colombia, pero que terminó siendo un gobierno legitimador y gestor de masacres, asesinatos extrajudiciales y corrupción, desde luego.
Hay que reconocer la enorme valentía del expresidente Santos para llevar a cabo un proceso de paz de tal magnitud y con tales apuestas políticas, sociales y económicas.
No obstante, también debemos reconocer que desde el mismo Gobierno Santos venían los incumplimientos en la implementación del Acuerdo, así como los asesinatos de líderes sociales que en la época de Uribe eran conocidos -y asesinados- como defensores de Derechos Humanos.
Pero sea como fuere, Santos va tarde para dar un paso adelante y contar la verdad acerca de las órdenes que como minDefensa recibió del expresidente Uribe. Y no a través de un libro lleno de exaltaciones a sí mismo, sino ante los organismos que nacieron bajo su Gobierno, cuya bandera fue la paz.
Una realidad inocultable
No podemos seguir pontificando y anhelando aquel Gobierno de Juanma, porque Juanma aún nos debe una enorme verdad que es necesaria para seguir enterrando el fantasma de la guerra y, con él, a sus promotores y dueños.
22 mil millones de pesos cuesta un día de guerra en Colombia. Porque claro, pagamos para que nuestro pueblo se mate entre sí, mientras de fondo nuestros gobernantes se roban 50 billones de pesos al año en corrupción y le regalan a los ricos, a través de la reforma tributaria, 9 billones sólo en 2019, pero que en 10 años acumularán 90 billones, que serán suplidos por más impuestos para la clase baja y media del país.
Más IVA para trabajadores independientes, valorizaciones astronómicas del impuesto predial, sobrecostos en facturas para pagar la corrupción de privados… y un largo etcétera que aceita la maquinaria podrida de nuestra democracia mientras el pueblo se arrastra por las migajas.
Ojalá el expresidente Santos dé otro paso de grandeza y nos cuente todo lo que sabe, y que se caiga todo lo que está podrido y flojo. Solo así podremos seguir saliendo del nido putrefacto en el que se ha gestado nuestra república.