El miedo hoy es el coequipero y el mejor amigo del statu quo. Tener miedo es normal, sobretodo en un contexto como el de Colombia; país que se ha enfrentado una y otra vez al fracaso manifestado en múltiples formas y donde además la ilusión parece existir menos que la decepción. En eso estamos y ahí pretenden dejarnos. Las preguntas cuando se trata del miedo en una contienda electoral son varias, pero resalta una en especial por esta época: ¿Por qué es un interés común de quienes gobiernan? Veamos.
Lo primero está en mostrar con claridad cuál es el rol del miedo en los resultados de unas elecciones. Quienes lo construyen pretenden incidir en la manera cómo determinada parte de la sociedad vota por un candidato y no por otro.
Para esto vinculan temores generalizados con algún Programa de Gobierno a través de hilos delgados y frágiles que se relacionan, sobretodo, con la cotidianidad de la gente. Logrando así algo difícil: Crear estabilidad donde no la hay y normalizar situaciones que no lo son. Es decir, un país puede tener una alta tasa de desempleo, de inseguridad y los peores índices de corrupción, pero ante la abstracta posibilidad que le dibujan de empeorar, voluntariamente decide seguir por el mal camino e incluso lo celebra como una victoria.
Lo anterior es posible gracias a una estrategia común que utilizan quienes siembran miedo para quedarse con el poder: La falacia del falso dilema. Un error en la lógica argumentativa en el que se entregan dos opciones como únicas cuando en realidad hay una lista de alternativas posibles. Una de esas opciones ha sido históricamente el statu quo o los cambios ligeros que proponen quienes lo comandan, queriendo parecer distintos. El otro camino es el modelo de sociedad que le sea antagónico; que escapa a la cotidianidad de las personas y por tanto que desconocen en la vida de su país. En la Colombia del siglo pasado se llamó comunismo y hoy ese modelo es un caso propio: Venezuela.
Aterricemos. Lo de menos, realmente, es que un sector político utilice falacias para sostener sus tesis; en la política electoral ese es el escenario más habitado. La pregunta debería ser entonces la siguiente: ¿Por qué ha sido y es todavía el miedo un factor tan clave para ganar las elecciones? La respuesta está en los medios.
Cualquiera puede tener la intención de mentir deliberadamente para conseguir un objetivo político, pero son los grandes poderes quienes verdaderamente logran el impacto porque tienen el dinero para las vallas publicitarias, las cuñas radiales y televisivas, las páginas en los principales diarios y para todo el marketing adicional como si vendieran el mejor producto. Además de gozar del poder oficial para reforzar sus planteamientos temerosos.
Aterricemos más. En Colombia el uribismo ha conseguido atornillarse en el poder y explotar las arcas públicas siempre con tesis construidas sobre el miedo, ubicando un enemigo común que construye una identidad en donde ellos y solo ellos son necesarios como mecanismo de defensa. Primero, el terrorismo de las Farc y ahora el “castrochavismo” expropiador que según ellos habita en Venezuela.
Tanto así que la actual campaña presidencial de su candidato, Iván Duque, ha dejado a un lado los grandes escenarios publicitarios para exponer alguna propuesta y se ha dedicado a reforzar el falso dilema: O votan Centro Democrático o Colombia será otra Venezuela. Algo sin pies ni cabeza.
Lo hicieron en 2016 con Vero Mendoza en Perú, con Pablo Iglesias de Podemos en España, con Alejandro Guillier en Chile y ahora mismo lo hacen con Andrés Manuel López Obrador en México y con Gustavo Petro en Colombia. En todos los casos el punto de encuentro de quienes crean miedo en los electores sin utilizar la lógica es que el statu quo tal cual está los conserva en el poder a ellos y a sus intereses económicos. Cerrarles las puertas a los movimientos progresistas haciéndolos enemigos de la gente no pretende nada distinto que esconder las reivindicaciones urgentes de sociedades desiguales, clientelistas y corruptas. Todo para unos pocos, incluido el sentido común.
En Colombia la situación es particular. Son varios los personajes y partidos políticos que se benefician de las puertas giratorias en el Estado y del círculo de poder económico. Lo que significa que el miedo es una construcción más compleja que se arma desde distintos sectores, pero todos los cuales gozan del statu quo con agrado, aunque pretendan venderse como polos opuestos.
Por esto mismo existen iniciativas como “Abre tus ojos”, encabezada por David Luna y David Barguil, cuyo objetivo no es frenar a Gustavo Petro (o eventualmente a otro candidato alternativo) porque sea un peligro para el país sino porque lo es para la segunda vuelta que ellos tanto anhelan: El establecimiento contra el establecimiento mismo; Iván Duque contra Germán Vargas Lleras.
Lo que resta se consigue con rebeldía y está en recuperar el derecho que nos han arrebatado con el transcurrir del tiempo de escoger nuestro destino con razones y no simplemente con emociones. Que nos devuelvan el sentido común que nos han ido robando y cuya ausencia hoy nos tiene aplaudiendo sus prácticas corruptas, sus negocios leoninos, la indignidad en salud y educación, el asesinato de nuestros líderes sociales y la maravillosa noticia de que pese a todo lo anterior, Colombia no será otra Venezuela. Sinvergüenzas.
Imagen cortesía de Zona Cero.
Hola Julian leo esto mas y mas vecez y te puedo decir que esta bien ser de izquierda pero son un pobre imbecil
¿Y qué decir de Petro quien también le apostó al miedo?
Colombia en 2018 se dejó engañar por el miedo, y el miedo ganó. El miedo a Petro llevó a muchos a irse por Duque y el miedo a Duque a otros, pero menos, por Petro, quien raspando logró superar al único candidato que no le jugaba al miedo.
En segunda vuelta pasó lo que se sabía pasaría si elmiedo ganaba en primera, se volvería a imponer el mayor miedo