Se ha llegado a un punto donde la violencia es parte de nuestra vida, se normaliza y hasta se tienen modos de estudio para caracterizarla y establecer cuáles modalidades son las más prevalentes en la historia del conflicto armado que lleva más de medio siglo presentándose. No es una sorpresa que en nuestro día haya noticias de asesinatos, eso es pan de cada día, pero lo más preocupante es conocer lo que hay más allá de la muerte, lo que en algunos casos no se nombra y que al tener conocimiento de ello da un poco de cosquilleo en la nuca.
El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en su informe ¡Basta Ya!, muestra en sus investigaciones desarrolladas una tipología de violencia directa e ingeniosa que ha generado más de 150000 muertes a causa del conflicto en un periodo de 32 años (1980-2012), donde lo llaman Asesinatos Selectivos. Esta denominación se debe principalmente a que son más frecuentes en el tiempo y que son de baja intensidad, es decir que al ser “pequeños vestigios de violencia” se origina un fenómeno de ocultamiento, silenciamiento e invisibilización que es empleado por los actores armados. Esto para fines estratégicos es una maravilla, puesto que los actos de violencia no tienen la trascendencia que se le debería dar en el plano nacional, donde pasan desapercibidos por los medios de comunicación, pero que a nivel local dejan un rastro de sangre y huellas de dolor.
Lo más impactante es saber que en este tipo de violencia entran a jugar los 3 actores armados. Los dos primeros, guerrillas y paramilitares a partir de la disputa del control territorial, y la fuerza pública en contradicción con su deber, aportó a los famosos falsos positivos.
Un agravante de la situación es ver que hay unos criterios de exclusión al momento de clasificar en esta tipología dejando por fuera los casos perpetuados por grupos de limpieza social, delincuencia común, narcotráfico, miembros de la fuerza pública en circunstancias no relacionadas con el conflicto armado, conflictos entre particulares y ataques individuales, que si se sumaran a las cifras mencionadas habría un aumento, pero en el caso de la investigación eso es otra cosa. Hay un testimonio para ilustrar el ejemplo de la efectividad de este tipo de violencia que es narrado en el pueblo de Segovia en Antioquia, textualmente el párrafo dice de esta manera:
“¿Cuál fue la masacre más grande que hubo en Segovia? Y la gente qué va a decirte a vos: “La de 1988”. Y lógicamente que no fue esa. Yo, a veces, le pregunto a la gente y me dicen que la de 1988. Pero la más grande fue la de 1997. Porque con asesinatos selectivos diarios durante cuatro o cinco meses, fueron tres, cuatro, cinco muertos diarios. Y usted suma y le dan doscientos y pico de personas asesinadas. Entonces, esa fue la masacre más grande que hubo en Segovia. Entonces, ¿por qué la gente dice que no? Porque como no se vieron de una los doscientos y pico de muertos, sino que fueron selectivos, la gente dice: “Es que la de 1988 sí fue masiva, y en un solo día”.
El ejemplo anterior es claro para observar la importancia subjetiva y colectiva que se le da a este tipo de eventos y por esta razón los mismos perpetuadores de violencia saben cuál es la mejor forma de atacar sin ser atacados, es más, los asesinatos selectivos se han usado para fomentar el miedo y generar de alguna forma desestabilización política y social; por un lado está la sevicia y la tortura de los cuerpos y por el otro los asesinatos de las figuras públicas que de momento son representaciones del pueblo que tienen acogida por sus ideales y muchas veces en oposición a un régimen establecido; casos como los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal en el año 87; Luis Carlos Galán en el año 89; Carlos Pizarro en el año 90 y Bernardo Jaramillo también en el mismo año o como sucedió con el humorista Jaime Garzón en el año 99 que paradójicamente al agregar el ingrediente de la risa no funciono para combatir la violencia; muertes que definitivamente dejaron una herida profunda en el pueblo Colombiano.
En lo corrido del periodo mencionado (32 años), hay una cifra de 1227 muertes de líderes sociales en el país y actualmente con datos de la Defensoría del Pueblo informa que desde el 1 de enero del 2016 al 5 de julio del 2017 se han presentado 156 muertes de líderes sociales sin contar los civiles que han caído. Esto es una muestra de la selectividad que se presenta en los asesinatos y también nos deja en claro que la violencia aún está presente y latente en nuestro país y lo más triste es que en la mayoría de los casos no se esclarecen los hechos y no se toman medidas suficientes para proteger la integridad de estos personajes y de la población civil en general, lo que supone que la estratagema de ocultamiento y silenciamiento sigue latente.
Para nosotros los que no estamos directamente afectados por la violencia vemos ese fenómeno aparte, como algo que no afecta y que está allá solamente en el “monte”, pero los que verdaderamente si son afectados, los que tienen en su memoria a familiares asesinados, desaparecidos, los que quieren trabajar por la comunidad para que no siga sucediendo lo mismo son silenciados, porque aún hoy en día los perpetuadores de los asesinatos saben que es la mejor manera de que un pueblo dolido siga escondido en la esquina de los olvidados, mirando a la pared de la indiferencia nacional.
Ademas, ayudamos a seguir manteniendo el problema y no es por falta de información, es porque nuestro sentimiento y emoción se focaliza en tener piedad por eventos que suceden a miles de kilómetros de nuestra nación y dejamos a un lado los nuestros, los que suceden día a día en nuestro país.
Un agravante es ver que para las nuevas generaciones no es de gran importancia lo que pasa y se da más relevancia a una forma de vida más “trascendental”, (llena de estudios, viajes y dinero) que desafortunadamente se ha propagado como una enfermedad en nuestros cerebros haciendo que miremos de soslayo y pasemos por alto los verdaderamente nos atañe para mejorar en algo nuestra sociedad más próxima, porque con nuestras justificaciones morales y recriminaciones acerca de nuestro país tenemos para rato ¿Para qué se hace algo, si nada va a cambiar?
Las entidades gubernamentales están en la obligación de ser parte del proceso de reparación a las víctimas, darle protección a la ciudadanía y brindar las medidas necesarias para respetar sus derechos, con el fin que estos lugares lejanos y muchas veces desconocidos sean parte de una nación que muchas veces ha dado la espalda. Con la creación de comités territoriales de justicia y paz se puede llegar a realizar procesos de esclarecimiento de hechos y disminución de muertes, donde el estado-pueblo trabaje en conjunto.
Así mismo, los medios de comunicación pueden aportar en este gremio a que se difunda la información necesaria de esos lugares que también pertenecen al país, con el fin de mostrar lo que muchas veces no se nombra e ir reconociendo poco a poco que este es un país que no se puede quedar oculto y en silencio para siempre.