Venezuela y el espejismo de la información

Opina - Internacionales

2017-05-19

Venezuela y el espejismo de la información

Nadie sabe mejor que tú, sabio Kublai
Que no se debe confundir nunca la ciudad
Con las palabras que la describen.

Fragmento de las Ciudades Invisibles – Ítalo Calvino

 

Venezuela vive un momento crítico en su historia política y asiste a un ápice de agitación social y polarización como nunca antes se había presenciado. El gobierno en cabeza del Presidente Nicolás Maduro ha perdido gran parte de su popularidad ante la ciudadanía y la opinión pública nacional e internacional. Sin embargo se juega sus últimas cartas a través de una serie de recursos políticos, como el cierre de la Asamblea Nacional de mayoría opositora y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, junto a una Comisión de la Verdad Constituyente que permita procesar, hacer justicia y reparar a las víctimas.

Los ojos de la comunidad internacional están puestos en lo que día a día acontece en el país sudamericano, y la agenda informativa de medios de comunicación latinoamericanos y globales aborda ampliamente los sucesos que marcan un momento de gran convulsión, en la que otrora fuese la potencia petrolera y económica de la región.

Sin embargo, y al hacer un análisis no muy exhaustivo, se puede observar la primacía de una agenda informativa tendenciosa, parcializada y superflua que devela solo una cara de la crisis, pero que no explica en profundidad las causas históricas y la totalidad de responsables que han llevado a Venezuela al colapso.

En las noticias que circulan los medios de comunicación, prevalecen las imágenes y la voz de la oposición, que en medio de su desespero relatan lo que ellos denominan represión policial, hechos en los que no siempre queda claro, quién es la víctima y quién el victimario. En sus testimonios a la prensa, apelan a la exageración como herramienta para exacerbar los ánimos a través de descripciones estratégicamente pensadas, que generan indignación y animosidad entre el público espectador. Incluso, se llegan a usar imágenes y secuencias gráficas que no corresponden con lo que acontece en Venezuela, sino que son tomadas de otros conflictos como es el caso de Siria o Filipinas. Dichas imágenes se difunden rápidamente a través de redes sociales y millones de personas las comparten, generando una ola de indignados y un clamor de justicia al unísono.

Lo que no muestran la mayor parte de medios de comunicación, son las profundas raíces de la crisis que vive el país y que tienen asidero en los años 70, cuando la bonanza petrolera le posibilitó al país importar productos básicos que desestimularon la industria nacional y que le generaron una dependencia casi absoluta a la industria de los hidrocarburos.

Ello sentó las bases del desplome económico que hoy vive Venezuela. La desigualdad, corrupción e inequidad de gobiernos anteriores al chavismo, también suman a la crisis actual. Si bien el gobierno de Nicolás Maduro, y su antecesor Hugo Chávez, se han excedido en subsidios y han contribuido a la insostenibilidad económica, los gobiernos anteriores como los sucesivos periodos de Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera y Ramón José Velásquez profundizaron las brechas entre ricos y pobres y estimularon un caldo de cultivo para la revolución, que tuvo sus bases en la insatisfacción de amplios sectores de la población marginados de los beneficios del desarrollo económico.

No se trata de negar la realidad que vive esta nación, que por supuesto debe defender sus instituciones democráticas y debe hacer prevalecer el deseo del pueblo como constituyente primario. Pero lo que convoca esta reflexión es la manera en que los medios aprovechan estos acontecimientos para alienar, señalar y mostrar solo un lado de la verdad, haciendo de un contexto político convulsionado un circo del drama, un escenario dantesco que conmociona al espectador y lo deja estupefacto con las secuencias de imágenes que intencionalmente reflejan el horror, usando el recurso del drama al mejor estilo del recordado director de cine ruso Eisenstein en uno de sus filmes insignia “El Acorazado de Potemtkin”.

Las calles de Caracas y las principales ciudades venezolanas se asemejan en las imágenes de los informativos a las escaleras de Odessa, en la que un ejército de cosacos masacra a la multitud desarmada en pleno gobierno zarista, en una secuencia plagada de horror, tensión y drama. De este modo, los medios nacionales y mundiales juegan a ser los directores de una película con un montaje al estilo soviético, con el único fin de infundir miedo, más no, de informar y contextualizar las diversas confrontaciones que se viven a diario en las calles venezolanas.

Como en la película de Eisenstein, la inserción de metáforas visuales y la abundancia de planos detalle, son los recursos más usados por los medios masivos que se extienden hasta las redes sociales y que sirven para levantar la cólera y enardecer los sentimientos de ciudadanos incrédulos que asumen como verdadera una realidad artificial, construida sutil y cuidadosamente a través de recursos lingüísticos y visuales.

Imagen cortesía de: TODAYonline

En este mismo sentido, la labor de algunos periodistas de medios informativos tendenciosos y que faltan a la verdad, ha sido más que discutible, lamentable. Recientemente se pudo observar como un eurodiputado del partido Izquierda Unida cuestionó en vivo la labor de una periodista del canal alemán DW cuyos argumentos eran imprecisos y poco objetivos con la realidad venezolana y con los fundamentos de una democracia liberal y constitucional. El periodismo por supuesto no debe responder a apreciaciones personales sino a la búsqueda permanente de la verdad.

De otro lado, pocos medios de comunicación mencionan el sabotaje que la oposición venezolana ha realizado a la distribución de alimentos y productos de la canasta básica familiar, que en muchos casos retienen para provocar e incitar a la protesta y a la violencia contra el gobierno de Nicolás Maduro.

En una época donde la posverdad transita de la política al periodismo y el papel de los medios masivos ha pasado de dilucidadores de la verdad a agitadores sociales, la información política es más un espejismo que un instrumento al servicio de la sociedad. Los ciudadanos ya no distinguen entre los discursos artificiales e incompletos y los relatos que elucidan la verdad.

La información es un bien público y el único recurso que tienen las personas para entender la realidad que los circunda. Si los medios de comunicación no informan con objetividad, será difícil centrar las esperanzas en una ciudadanía con mirada crítica y capacidad de transformación de sus realidades inmediatas, que haga control social y que elija con verdaderos fundamentos a sus gobernantes.

 

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Diego Jaramillo
Comunicador Social y Periodista, Especialista en Estudios Políticos y Magíster en Comunicación. Me apasiona la literatura y la escritura en todas sus formas.