Luego de conocer la encuesta, que ponía como puntero en la contienda presidencial al exvicepresidente Germán Vargas Lleras, las reacciones al respecto no se hicieron esperar, y con justa razón, esto, porque nadie se imaginó que Vargas, un tipo frívolo, con sentido de superioridad y con poca aceptación popular, resultara de la noche a la mañana como uno de los favoritos para llegar a la Casa de Nariño.
La idea de titular esta columna como Vargas Lleras presidente, surgió porque dada nuestra tradición de elegir mal, no sería raro que, de verdad llegará a serlo, los políticos conocen muy bien nuestra mala memoria y a eso le sacan provecho.
Es evidente el temor de perder el poder los que lo han tenido durante años, todo porque la gente está abriendo los ojos. En ese sentido, al profundizar un poco más, resulta comprensible que la prensa busque mantener en el poder a las mismas familias que por muchos años nos han mal gobernado, y por ello necesitan de un candidato con las características del exvicepresidente.
Él es el perfecto, para lograr ese cometido de los medios tradicionales: perpetuarse en el poder. Esto es fácilmente comprobable, en la historia de Colombia pocos son los apellidos que aparecen en ella, lo que demuestra que no hemos cambiado de gobernantes, solo de corbatas.
Los tiempos en los que la prensa influía en la intención de voto de la gente deben quedar atrás, no puede ser posible que encuestas amañadas nos venda a un candidato como la mejor opción, cuando Vargas no es más que un lobo vestido de oveja.
Y es que imaginarse un gobierno de Vargas Lleras no es tarea difícil, pues basta con ver como Peñalosa gobierna en Bogotá para hacerse a una idea: soberbia, despotismo, impopularidad y fuerza bruta, algunas de las características de lo que sería.
Ahora, ante los constantes cambios que ha vivido la sociedad colombiana, es claro que una persona como Vargas Lleras no es la ideal para satisfacer las demandas que conlleva esta campaña electoral. la principal de ellas: la paz.
Si bien, Vargas formó parte del Gobierno Santos su distanciamiento y silencio ensordecedor frente al tema de la paz fue evidente, tanto así que de llegar a la presidencia en su gobierno sería más factible que el acuerdo se hiciera trizas, a que la implementación sea culminada.
Así las cosas, la candidatura de Vargas es una de las más extrañas, pues lo quieren todos, menos la gente, a pesar de que inició su campaña en el 2014, fecha en que se posesionó como vicepresidente, inaugurando obras y entregando casas. Pero esto no le bastó para que los ciudadanos olviden sus desplantes a quienes en otrora lo admiraban, de manera que, el problema no radica en quiénes quieran votar por Vargas, sino en los que no queriendo hacerlo, se abstienen de acudir a las urnas a elegir otro candidato.
Ojalá no tengamos que vivir nuevamente ese escenario de tener que votar por un candidato para evitar que otro peor suba al poder. Todo eso derivado de las pocas oportunidades que tienen colombianos comunes y corrientes de intentar la aspiración presidencial, por no cumplir con dos requisitos esenciales establecidos por la costumbre, no por la ley: ser corrupto y tener un apellido prestante.
Es el momento de que haya un empoderamiento ciudadano de romper esquemas y de atrevernos a soñar, este país merece un presidente que piense primero en el interés común, antes que en el propio.
La gran mayoría de los colombianos estamos cansados de la política tradicional, politiquera y corrupta, por eso ha llegado el momento de vencer esas maquinarias, cuyo representante no es solamente Vargas Lleras sino todos los políticos que han gobernado solo para ellos. Este país puede ser mejor, de todos depende que pase.