La Presidenta de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, Lina Triada dijo que no se puede permitir que las cirugías plásticas y estéticas se conviertan en problemas para la sociedad, y fue como quien alertó del perro peligroso cuando ya este se había comido medio vecindario.
Muchas, cientos, miles de personas viajan anualmente a Colombia para realizarse procedimientos estéticos de todo tipo: maxilofaciales, rinoplastias, mamoplastias, liposucciones, cirugias bariátricas, etc., pero lo que llegó a ser un gran ventana comercial para el país, gracias a múltiples resultados exitosos, con procedimientos sustancialmente más económicos que en otros lugares del mundo, se ha convertido en un peligro inminente ante el descaro, tanto de extranjeros como de colombianos.
Según cifras presentadas por la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica y Estética (SCCP), 7 de cada 10 procedimientos estéticos realizados en el país deben corregirse. Hace unos años el periódico El Pulso, “el periódico para el sector de la salud”, rezaba: «En efecto, los precios de los procedimientos estético quirúrgicos en el mercado colombiano, sumado a los altos estándares de calidad […], contradicen el dicho popular de “lo barato sale caro”». De cierto modo, aún aplica, pero hay que saber distinguir entre barato y ‘regalao’. Posiblemente muchos extranjeros no sepan qué es una millonada y qué es un salario mínimo en pesos colombianos, pero el desespero no los puede llevar arriesgar sus vidas; que cojan un conversor de moneda y miren: si con lo que se hace la mamoplastia se compra un paquetón de papitas fritas en el hipermercado más cercano, puede que sea porque en vez de silicona le van a inyectar la bolsa de los papitas en los senos. Y aplica también para los nativos, las y los colombianos que regatean con su salud por querer lucir aparentemente mejor.
La mayoría de estas 7 de cada 10 casos fallidos se presentan porque dichos procedimientos son realizados por personal no calificado: digamos médicos generales, que en Colombia no sirven sino para curar nacidos y uñeros (la mayoría), y personas del común que se cansaron de trabajar en una carnicería, hicieron un curso básico de estética y abrieron otra carnicería.
Según estudios de la SCCP, han encontrado pacientes con inyecciones de parafina, vaselina y hasta de silicona industrial en el rostro y los senos, y algunos han resultado tan afectados por dichas prácticas que ha sido necesario amputarles la zona comprometida. Es decir, no estaba contenta con su copa 34 y le dejaron la mitad. Por ahorrar, ahí le ahorraron un seno.
El problema es por parte y parte. Por un lado, nosotros los colombianos creemos que podemos hacer cualquier cosa con la capacitación mínima o con un cursito on-line, y nos metemos en la primera vaca loca que ofrezca unos milloncitos al menor esfuerzo. Por el otro lado, los irresponsables se meten a Google, buscan “clínica+estética+barata+Colombia” y hacen una citica con el primer garaje medianamente aséptico que ven, donde les ofrecen excelentes resultados por una ganga, hasta 2×1, como si fuera la Feria del brasier y solo kukos.
¿De verdad? ¿La gente cree que si la cirugía estética de buena calidad fuera tan, tan barata habría tanto feo por aquí regado? Consulte, asesórese, ahorre, piense a futuro.
En esta página web puede buscar especialistas calificados para tales labores. Y recuerde que a la hora de realizarse cualquier procedimiento de este tipo, hay que buscar calidad, certificación y prestigio, no gangas y mataderos.
El problema hay que atacarlo desde distintos frentes: la cacería de esas personas que practican erróneamente, sin calificación y sin licencia. Así como la poca autoestima que se cultiva en las personas, llevándolas a someterse a cirugías innecesarias que, tristemente, terminan con la vida de miles de personas al año.