Ni siquiera los detractores del proceso de paz creen que Colombia estaba mejor antes de haberse firmado los acuerdos. Ninguno de los colombianos que yo conozco quiere volver a la guerra. Y para mí es sumamente incomprensible que existan otros colombianos que todavía apoyen la beligerancia, como si esto hiciera parte de las prioridades naturales del ser humano, o como si nos contribuyera a nuestra realización espiritual, política o social como país. ¿Cómo es posible que haya políticos que sigan usando en su discurso la guerra con las Farc? Pero lo más cuestionable es, ¿por qué? ¿por qué tantas personas estaban, y están aún en desacuerdo, con que un conflicto de más de 50 años se acabara de una buena vez?
La explicación es simple: la guerra se convirtió para la historia contemporánea, en el mejor negocio del mundo, y quienes se lucran de ella, sin importar que sea a costa de la vida de millones de inocentes, no quieren que acabe nunca. Colombia no fue la excepción, el acuerdo de paz colombiano se vio obstaculizado por culpa, en gran medida, de todas las empresas que prestaban al país los gloriosos servicios que toda guerra necesita: armas, hombres, crímenes en cubierto, engaños a la población sobre lo que verdaderamente está pasando, y adoctrinamiento guerrerista guiado a que el pueblo continúe apoyando la guerra sin conmiseración.
Pero el conflicto armado de Colombia tiene un hilo muchísimo más largo y casi invisible, que viene desde los confines de la Casa Blanca, desde Gringolandia. Hasta la guerra fue privatizada por los estadounidenses. Para nadie es un secreto que empresas de la esfera privada norteamericana como Dyncorp, Blackwater USA, Arinc-inc, Monsato, Lockheed Martin, Vinell Corp, Armour Group y muchísimas otras, eran parte fundamental del conflicto armado colombiano con las Farc. Según la investigación realizada por Germán Castro Caycedo en su libro ‘Nuestra guerra ajena’ [1], una de estas compañías, que operó en el Plan Colombia en el año 2004, declaró utilidades por 34.500 millones de dólares. ¿Será que ellos querían que terminara la guerra?
Según el mismo autor, en el año 2006 (Presidencia de Álvaro Uribe), Colombia era, después de Iraq, el lugar del mundo donde se movía un mayor número de mercenarios a sueldo del pentágono y del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Todo el supuesto apoyo, tanto de recursos humanos, como económicos, políticos o estratégicos, que el bondadoso gobierno de Estados Unidos le brindó a Colombia para el enfrentamiento, estuvo diseñado para el beneficio propio del país gringo. Con la plata que nos prestaban, nosotros comprábamos las armas viejas, los helicópteros, y cualquier otro dispositivo que necesitáramos, de lo que nos vendieran sus grandes industrias armamentistas; con los hombres que nos facilitaban como si fuera ganado, tuvimos el padecimiento de tener que aguantar sus crímenes impunes en frente del mismo Ejército de la República; con sus innovadoras estrategias erradicadoras de coca, tuvimos que sacrificar tanta fauna y flora como indígenas, perjudicados principalmente por la aspersión aérea, que en gran medida realizó Monsanto, y que no dejó ni un sólo buen resultado.
Pero creo que es necesario ir un poco más a fondo en cada uno de estos supuestos, que en primera instancia parecen sacados de una mente retorcida que únicamente quiere desprestigiar a la gran potencia del mundo.
En 2005 en Melgar, dentro de una base importante del ejército colombiano, fue descubierta una organización de estadounidenses que utilizaba niñas colombianas para producir videos pornográficos. [2]
Mientras en el año 2000 había que fumigar aéreamente 3 hectáreas para erradicar una, en el 2005, hubo que fumigar 22, para erradicar una también [3]. La fumigación fue lo más eficaz de todo el proceso. Y después de tantos años arruinando nuestra tierra, después de lustros opacando nuestro monte policultivo, Colombia decidió suspenderlo, y Donald Trump, decidió amenazarnos con la descertificación porque no estaba viendo en nosotros un esfuerzo considerable en la lucha contra los cultivos ilícitos. El aclamado presidente americano nos quería ‘descertificar’ por ser ‘un país que había fallado’[4]. Aunque mirándolo bien, únicamente nos estábamos convirtiendo en un país que NO compraba su veneno.
Solamente entre el 2003 y el 2007, soldados estadounidenses violaron a 54 niñas colombianas, y lo peor es que todavía gozan de una gran impunidad diplomática [5]. Porque además de esto, los soldados (en realidad mercenarios extranjeros) fueron cogidos con las manos en la masa traficando drogas, administrando redes de prostitución de menores, creando arreglos con grupos de exterminio, traficando armas, ejecutando erróneamente operaciones y dejando ‘accidentes’ trágicos de personas inocentes… Y la lista, puede continuar.
¿Por qué no se judicializan estos hombres? Todos ellos operaban en Colombia, pero según el acuerdo realizado con los gringos, los soldados estaban bajo la ley estadounidense, y si algo llegara a suceder, no podían ser condenados en nuestro país, sino que tendría que llevarse a cabo un juicio en su patria. Esto debido a que ellos simplemente eran contratistas de muchas de las empresas que ya se mencionaron anteriormente, y por ende, sus acciones no podían adjudicarse al gobierno de los Estados Unidos.
Lo extraño es que tampoco podía culparse a la empresa, puesto que su servicio privado lo prestaban al gobierno estadounidense, y por lo tanto, no tenían que rendirle cuentas al gobierno colombiano, sino al gringo. ¡Vaya entramado de tercerización! Los carteles de la contratación en Colombia les quedaron en pañales.
En septiembre del año 2003, el gobierno colombiano firmó un acuerdo con la Casa Blanca según el cual, nuestro país se comprometió a no enviar a la Corte Penal Internacional a ciudadanos estadounidenses para ser juzgados por crímenes de lesa humanidad salvo que Washington lo autorizara, lo dice Germán Castro Caycedo, así de drástico era el panorama.
Y mientras todo esto sucedía, en las noticias diarias observábamos cómo el Ejército ganaba las batallas. Cómo las gloriosas fuerzas armadas daban de baja a uno y a otro guerrillero. Cómo los números de muertos se convirtieron en el trofeo de ambos bandos.
Con las cifras estadísticas por encima de la humanidad, comenzaron los soldados entonces, en su afán de mostrar resultados a la presidencia de Álvaro Uribe y posteriormente proyectarlos en televisión, a asesinar campesinos para luego vestirlos de guerrilleros y obtener una remuneración. Entró el tenebroso mundo de los falsos positivos a nuestro país. Y no fue hasta casi diez años después, que se entendió a la guerrilla como un problema político, y no bélico. Pero aquel presidente que propició el escenario para dichos desastrosos crímenes (en su mayoría también impunes), es quien todavía cree que la mejor forma de progresar es matándonos. Otra vez la pregunta, ¿por qué?
En las calles los jóvenes estudiantes ya mantenían con miedo. Y no era precisamente de la guerrilla: era físico miedo a las batidas del ejército, porque una cosa es mirar la guerra en las noticias, y otra, tener que matar a un compatriota aguantando hambre en el monte. Y es que entre el 2004 y julio del 2006, se retiraron 12 mil soldados del ejército. Sólo en los años 2004 y 2005 se retiraban 14 por día, y en el 2006, la cifra se elevó a 17 diarios [6]. ¿Son esos los magnánimos tiempos del ejército de la república que vanagloria Uribe en sus discursos?
A mí me es inexplicable que algunas personas quieran volver a aquellos tiempos de guerra de la presidencia de Álvaro Uribe. Me es inexplicable que las personas lo apoyen a tal punto de votar una vez más por quien él diga a pesar de que odian a Santos con toda su alma y votaron por él gracias al mismísimo Alvarito. Me es inexplicable que prefiramos el odio y las armas, a la paz y la política. Me es inexplicable que nos hagamos los ciegos a la política intervencionista estadounidense.
Me es inexplicable que nadie hable de cómo Álvaro Uribe le regaló el país a George W. Bush, y le dejó implantar en nuestro territorio todas las bases militares estadounidenses que quiso; sabiendo que la intención de la potencia dentro de nuestras fronteras no era acabar con el narcotráfico, o con la guerrilla o con la droga, sino consumirnos económicamente y después, en lo posible, apropiarse de los recursos naturales que emana nuestra tierra y que la de ellos escasea: la muestra más clara es la biopiratería, es la quiebra de todas las empresas nacientes a costilla de las multinacionales, la venta de nuestras más grandes organizaciones. Me es inexplicable que en este país haya tantas personas que quieren hacer añicos los acuerdos de paz.
De antemano, mi querido lector, lo felicito por haber leído esta columna hasta el final, pero le reitero la pregunta más importante del texto: ¿usted quiere volver a la guerra? Entonces actúe acorde a su respuesta.
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[1]Nuestra guerra ajena – Germán Castro Caycedo
[2] Idem
[4] Idem
[5] Véase http://caracol.com.co/radio/2015/03/25/nacional/1427317740_691027.html
https://actualidad.rt.com/sociedad/180714-sufrimiento-colombia-soldados-eeuu-violarhttps://www.youtube.com/watch?v=ZHWQOrjCRL8
[6] Nuestra guerra ajena – Germán Castro Caycedo
Los que polarizan todo hasta sus familias, que sigan la guerra. Esos dicen luchar por la democracia. Cual centro democrático.