Álvaro Uribe Vélez, político colombiano de pura cepa, se ha formado académica y profesionalmente para serlo. Fue alcalde de Medellín, tras su paso por el Ministerio de Trabajo, por Aeronáutica Civil, y haber sido, también; Gobernador de Antioquia. Llegó a la Casa de Nariño, se reeligió y actualmente es senador de la República.
Promotor del No a la firma del Acuerdo de Paz, bajo el discurso que en “Colombia no ha vivido en guerra, sino que ha sufrido un sistemático ataque del narcoterrorismo” [1] muy parecido a aquel discurso de la derecha guatemalteca durante el juicio por genocidio, que decía que lo ocurrido durante el conflicto armado interno fueron “meros excesos”.
Pero para el caso colombiano, su famoso término “Castro-Chavismo” argumentando que: “Nuestro Presidente, después de ser la voz latinoamericana más crítica del chavismo, permitió que la tiranía de Venezuela trasladara al terrorismo, del escondite donde lo protegía, al camino a tomarse a Colombia. Bien ha dicho Maduro que aquí se le debe una estatua a Hugo Chávez, porque se ha logrado lo que él quería para Colombia, y lo entendemos bien; la agenda de la FARC está triunfante”.
Ese mismo discurso tan funcional para una población que rema contra corriente, cuando de mantener viva su historia reciente se trata. Es el mismo que lo ha capitalizado en pleno siglo XXI como un político duro de roer.
Uribe, es un referente para cientos de miles de personas. ¿Por qué? Pues, es un hombre hábil, astuto, conocedor de la cosa pública, negociador, sarcástico y lo más importante tal vez; es un hombre que ha gozado de las mieles del poder desde siempre, no conoce otra forma u otro estilo de vida para sí. Y hoy, está jugando su papel más importante, demostrando una vez más, que puede llevar al poder a quien quiera porque el de la autoridad es él.
La primera vuelta de las elecciones presidenciales dio como resultado (previsible) que el candidato del Uribismo, Iván Duque, pase a enfrentar una segunda vuelta contra el exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, exguerrillero para ganancia de Uribe. El antagonismo ideológico como arrojo de las elecciones, garantiza la polarización y el divisionismo en la sociedad. Al tiempo que se reparten los partidos políticos los mejores puestos de gobierno para los próximos años.
Duque que cuenta con la inexperiencia necesaria[2] para que se ubique siempre detrás, como un peón en el tablero estratégico de poder de Uribe; es quien legitima el proceso electoral; porque hay que salvaguardar la famosa democracia.
Y es que Álvaro Uribe Vélez es un personaje que levanta las mejores y las peores pasiones. Un hombre capaz de capitalizarse en la adversidad. Aun cuando informes diplomáticos de Estados Unidos lo asociaron con el narcotráfico de los años noventa. Para un país que ha estado sumergido en el narcotráfico, una nota más o una menos, no hace diferencia alguna. Tal flagelo está normalizado en la mente de la gente. Irónico para una sociedad tan golpeada por él. Que se indigna más por la repartición de puestos y por las alianzas de la segunda vuelta, que por la sangre que corre o por el estancamiento de sus generaciones al desarrollo integral de su población.
Mientras tanto, el candidato Iván Duque promete, de ganar la presidencia, un cambio del modelo económico. Aduce, según él, que sacarán al país adelante. Ironía pura. Cuando su mentor es el causante de muchos de los grandes problemas que recibió el presidente Santos (que también viene de ser aliado de Uribe) y que lejos de la firma al Acuerdo de Paz tampoco solventó.
Colombia es otro país de Latinoamérica a quien también en épocas de elecciones se le reclama una agenda de país integral, en donde converjan todos los sectores de la sociedad. Pero como bien escribió el cronista Alberto Salcedo vía Twitter: “Donde la izquierda y el centro ponen los egos, la derecha pone el pragmatismo. Por eso los primeros se dividen y los segundos reinan” prosigue: “el centro es incapaz de unirse en torno a un café, mientras la derecha siempre encuentra la forma de unirse en torno al botín. Y repartírselo”. El triste destino de Colombia.
Entonces, un sistema diseñado a la medida de las élites colombianas, unos cuantos aliados estratégicos, millones de seguidores, un discurso ideológico seductor, estrategia de comunicación eficaz, y sobre todo, una sociedad desmemoriada; ese, es el éxito del político más sagaz que ha visto Colombia.
¿Qué le espera al país suramericano? ¿Qué nos espera a la región ante la gran posibilidad del retorno del Uribismo? Reflexionar sin actuar, sin participar, es catarsis pura que alimenta el sistema y mantiene a actores como a Uribe, sin despeinarse, en el eterno poder.
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[i] https://www.semana.com/nacion/articulo/declaraciones-de-alvaro-uribe-sobre-la-firma-de-la-paz-entre-el-gobierno-y-las-farc/495653
[ii] https://elpais.com/internacional/2018/05/26/colombia/1527346295_159265.html
Imagen tomada de RCN Radio