Columnista:
Armando López Upequi
En este 16 de septiembre se cumplieron cincuenta y cinco años desde la fundación de la Universidad Autónoma Latinoamericana (Unaula), una institución que surgió en medio del calor de la lucha estudiantil en contra de las políticas reaccionarias que se habían tomado la Universidad de Medellín.
Coincidían esas luchas universitarias con la celebración de los 48 años del levantamiento de los estudiantes argentinos que dejaron su impronta en el célebre Manifiesto de Córdoba que tuvo amplia difusión en el subcontinente latinoamericano.
En ese documento, se reivindica el papel heroico de la juventud, desinteresada, pura, incontaminada, dispuesta a avanzar contra los intereses creados y la mediocridad, al tiempo que puso de presente, por primera vez, la necesidad de someter la enseñanza universitaria a una profunda transformación que cambiara, en primer lugar, las relaciones educador-educando, dado que ellas se venían desarrollando hasta entonces bajo el criterio dogmático que implicaba la existencia de una docencia acrítica, dictatorial, magistral. La sentencia muy socorrida entonces «ego sunt magister, et magister dixit», hacía incuestionables las premisas y aseveraciones formuladas por los profesores.
Era tal la reverencia que reclamaban los maestros, que en el documento se llegó hablar de la necesidad de abolir el «derecho divino del profesorado». Los estudiantes argentinos se rebelaron contra ese «derecho» y proclamaron la necesidad de superar el espíritu cuartelario preponderante en los claustros y de implantar un nuevo concepto pedagógico basado en la «vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende», así como el «amor a los que aprenden».
Por otro lado, cuestionaron el sistema de gobierno académico, afirmaron que es en el demo universitario, principalmente en los estudiantes, donde radica la soberanía y que por tanto estos poseían el derecho a darse el propio gobierno que sería estrictamente democrático.
El manifiesto de Córdoba reclamó en síntesis un gobierno universitario para y de los universitarios, libertad de cátedra, función social de la universidad y lucha frontal contra cualquier forma autoritaria de saber y de gobierno.
En 1950 la Universidad de Medellín, se creó, bajo el lema «Ciencia y Libertad» como una reacción liberal ante la toma de la Universidad de Antioquia por parte de las fuerzas más reaccionarias y oscurantistas, acordes con el régimen político imperante en el país; pero paradójicamente fueron las políticas autoritarias y dogmáticas, violatorias del principio rector y fundacional, las que llevaron, en 1966, a la declaratoria de una huelga, inicialmente en la Facultad de Derecho, pero cuya radicalización condujo al rector a decretar la expulsión de un amplio grupo de estudiantes y profesores de ese claustro los cuales se vieron obligados a emigrar en procura de aires nuevos, progresistas, democráticos.
Varios profesores y estudiantes, que preconizaban la idea de una universidad «nueva y distinta», fermentada por la influencia del movimiento cordobés, desarrollaron una serie de encuentros y reuniones en lugares disímiles que iban desde apartamentos particulares, hasta restaurantes tradicionales, como la Fonda Antioqueña.
Diversos personajes, algunos de ellos con suficiente renombre intelectual y con actividades de relevancia política nacional, como el médico apóstol de los derechos humanos, Héctor Abad Gómez, el entonces jefe del MRL, Alfonso López Michelsen, y otros profesionales de la medicina y el derecho como Virgilio Vargas Pino, Justiniano Turizo, Gilberto Martínez Rave, Jaime Sierra García y Juan Antonio Murillo Villada, entre otros, oficiaron la docencia inicialmente ad honorem.
La Autónoma, que pretendió desde un comienzo implantar el cogobierno universitario para y de los universitarios, la más amplia libertad de cátedra; el cumplimiento de una función social por parte de la universidad como claras formas de lucha frontal contra cualquier forma autoritaria de saber y de gobierno, se convirtió entonces en un ejemplo de renovación universitaria. Sus claustros estuvieron abiertos siempre al debate, al análisis, a la controversia civilizada. Durante aquellos años finales de la década de los sesenta y comienzos de los setenta, fue tal la capacidad innovadora de ese nuevo centro educativo, que las fuerzas más reaccionarias de la pacata sociedad antioqueña vieron en ella “un puñal clavado en el corazón de la ciudad”, según las voces intolerantes de un cura incendiario llamado Fernando Gómez Mejía, párroco del barrio Buenos Aires.
El gobierno institucional de la Autónoma fue en comienzo plenamente inspirado en los mecanismos del cogobierno, con un Consejo Administrativo, un Consejo Consultivo, una Sala de Fundadores, así como un Consejo Estudiantil, entidades que contaban en su seno con una amplia participación de los estamentos vivos de la universidad.
Muchos años y muchas cosas han pasado desde entonces en la Unaula. Su gobierno corporativo fue reformado para adaptarlo a las legislaciones posteriores en materia de educación superior. Se le forzó prácticamente a convertirse en una universidad privada más y es un hecho que la presencia del uribismo en sus aulas y en sus oficinas directivas, logró desvirtuar de alguna manera aquella aspiración de la universidad nueva y distinta, en los términos de Córdoba.
Hoy día, Unaula es una entidad innovadora y competente. Con una infraestructura cada vez más adecuada y acorde con las exigencias de la educación moderna. Ha visto llegar a sus egresados a altísimos cargos de la administración pública, magistraturas de la Corte Constitucional, Ministerios, cuerpos legislativos, etc.
Pero se halla también ausente de los grandes debates nacionales. Sus estudiantes ya no se movilizan por las calles, con las manos llenas de banderas de las reivindicaciones populares, como en nuestra juventud. Sus debates académicos, cada vez más acartonados, no se contaminan de pueblo, no se untan de indio, de negro, de obrero, como lo reclamaba el Che Guevara, pero sería muy grato que La Autónoma nos mostrara que todavía la llama luminosa del movimiento de Córdoba no se ha perdido del todo y que la sigue alumbrando como referente fundacional.
excelente comentario.
es importante que vuela la facultad de SOCIOLOGÍA. la cual desapareció y dejo un hueco la ideología e infraestructura de la Universidad.