Hace algunos días conversaba con mi esposa acerca de la utilidad práctica de la ONU. Y es que si nos atreviéramos a preguntarle a la gente en la calle si sabe para qué sirve esta entidad supranacional, estoy seguro que más del 80 por ciento de las personas no sabrían específicamente con acierto para qué está instituida hace más de 70 años.
Según “Wikipedia”, La Organización de las Naciones Unidas (ONU) es una organización internacional formada por 192 países independientes. Estos se reúnen libremente para trabajar juntos en favor de la paz y la seguridad de los pueblos, así como para luchar contra la pobreza y la injusticia en el mundo. Y creo que con esta noción crecimos todos los que medianamente nos interesamos en los temas políticos.
Sin embargo, la ONU está enclavada en el olimpo de las ideas; es quizá la definición perfecta del deber ser. Porque cuando nos esbozan sus estadísticas, las oímos con respeto y hasta con devoción. Pero más allá de acciones a medias en más de medio siglo de existencia, la ONU ha fracasado en un mar de buenas intenciones frente a la compleja realidad mundial, donde no solo intervienen intereses políticos, militares, económicos y sociales, sino que además, los 192 países que la integran, son 192 mundos en sí mismos que querrán a toda costa, imponerse sobre los demás.
Sin contar claro está, que son 192 países nunca iguales o por lo menos unos más iguales que otros; donde como en las grandes familias, existen los parientes pobres a los que solo les queda seguir los pasos de los ricos, pues la presión económica y militar siempre está ahí.
La ONU es una multinacional pública, dividida en 40 agencias que emplean a 44.000 personas, desde el campo de la agricultura y la alimentación (FAO), al desarrollo sostenible (PNUD), la lucha contra las enfermedades (OMS), la protección de la Infancia (Unicef) y la promoción de la cultura, la ciencia y la educación (Unesco). Una labor silenciosa que se va filtrando, lentamente, por los intereses de los gobiernos representados en la asamblea.
Uno de sus objetivos fundamentales, como lo vimos en la definición, es preservar y buscar la paz en el mundo; pero como la humanidad es compleja y como se dice una cosa se hace otra, curiosamente los 5 miembros permanentes del consejo de seguridad de la ONU, son los 5 mayores vendedores de armas en el mundo.
En 1945 cuando fue creada la organización, los 5 vencedores de la Segunda Guerra Mundial: EEUU, Rusia, China, Reino Unido y Francia, únicos miembros permanentes y únicos con derecho a vetar cualquier resolución aprobada por la ONU, flotaba en el mundo el deseo de una paz duradera y la consolidación de un orden mundial restaurado que incluyese a todos los Estados, hasta los pobres.
Se quería pues, una organización de orden internacional, que desempeñase un papel por lo menos más honroso que su antecesora, la Sociedad de las Naciones, que fracasó estrepitosamente después de la Primera Guerra Mundial. Pero la Guerra Fría y el conflicto en Medio Oriente fueron diluyendo los buenos deseos con los que fue creada. Según un informe del confidencial publicado en 2015, preservar la paz se ha convertido en la empresa más cara de la ONU. Mantener a los 125.000 cascos azules desplegados en 16 países costó 9.000 millones de dólares en 2015, más del doble que hace 10 años y 18 veces más que en 1991.
Sumado a esto, los países que más ponen soldados no son precisamente los más pudientes. Por ejemplo, es el caso de la India con más de 250.000 soldados que arriesgan su vida en los lugares más difíciles, y quienes en últimas acaban recibiendo instrucciones de los mandos militares de los países de origen sin tener en cuenta las directrices de Nueva York.
Pero no todo han sido desaciertos. A finales de los años 80, a la ONU se le concedió el premio Nobel de Paz, por su cooperación en los conflictos de El Salvador, Namibia, Mozambique y Camboya; triunfos opacados terriblemente en los 90 con los asesinatos en Ruanda y Srebrenica: la ciudad bosnia que sucumbió al horror pese a estar técnicamente en manos azules. Fiascos que obligaron a la ONU a comprometerse, desde entonces, en la defensa activa de civiles en peligro.
Una mirada especial merece el tema de los refugiados quienes, según el informe mencionado, en el 2015 alcanzaron una cifra histórica desde 1945: Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), cada día dejan su casa una media de 42.500 personas, cuatro veces más que en 2010. Pese a ello, ACNUR ha visto disminuir sus ingresos un 10% desde 2014. Ha recortado las raciones en Siria y cerrado instalaciones sanitarias en Jordania, Líbano e Iraq, lo que explica, en parte, que muchos huidos den el siguiente paso.
El Consejo de Seguridad, es el gobierno de la ONU. Allí se sientan 15 países, 10 no permanentes (que cambian cada 2 años) y 5 permanentes que son los arriba mencionados; el consejo sirve para imponer sanciones a los países miembros, pero éstas, pueden no cumplirse porque alguno de los miembros permanentes puede imponer veto que es una protección al país sancionado. Por ejemplo, Estados unidos ha impuesto el veto en 3 ocasiones y todas ellas, para defender a Israel de una posible sanción.
En suma, los castigos que podría imponer el Consejo de Seguridad, son el equivalente a un regaño de un abuelo benevolente con sus nietos.
La ONU a lo largo de su vigencia, se ha impuesto también objetivos nobles como es el caso de acabar la pobreza en el mundo. Objetivo que sin ser un gran economista, logro entender por qué no se ha cumplido; y es que en sí mismo es una utopía y lo seguirá siendo si las dinámicas de los mercados mundiales no cambian.
De nada sirven los métodos con los que se mide la desigualdad en el mundo, si no se lucha contra ella y las estadísticas se quedan solo en exponentes que reproducen la realidad en cifras sin aportar una solución. Por eso los objetivos del milenio de la ONU, que con tan buenas intenciones se promovieron a principio del siglo, se cumplieron sólo a medias. Dichos objetivos, se actualizaron hace un par de años para ver si observando nuevas y complejas realidades económicas sumadas a la situación endémica de pobreza, se cumplen bajo el título rimbombante de Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS).
17 objetivos con 169 metas específicas repartidas por todo el mundo y 300 mecanismos de control. Un proyecto de varios niveles que espera gastar entre tres y cinco billones de dólares para eliminar la pobreza antes del año 2030, además de proteger los derechos humanos, el clima, ampliar la educación y el acceso al agua potable.
A diferencia de los Objetivos del Milenio, los ODS incluyen a todos los países, no solo a los subdesarrollados. Se van a elaborar mano a mano con cada Estado, van a incluir participación de universidades y empresas, y su financiación, variable, dependerá sobre todo de los diferentes gobiernos. Con todo, los ODS no son de obligatorio cumplimiento.
En suma, la ONU vive en los Estados Unidos y eso, de por sí, revela el hecho de una localía que se ha dejado ver en toda su existencia. Es una organización poderosa que trata de mantenerse entre el ejercicio diplomático y el altruismo. Quizá el segundo Secretario General de la ONU, Dag Hammarskjöld tenga razón, pues sus palabras siguen teniendo la mayor vigencia durante estos días: “La ONU no fue creada para llevar la humanidad al paraíso, sino para salvarla del infierno”.