No podemos desconocer la grave crisis por la que está pasando Venezuela, es una crisis que profundiza enormemente la desigualdad y agudiza la pobreza en nuestro vecino país. Es indiscutible e irrefutable que se debe superar esa crisis a través de una solución dialogada; no a través de las armas ni de las balas, sino, por medio del diálogo. El cual debe ser imperativo en estos casos.
Pero además de esa realidad política que vive Venezuela, tenemos otra realidad igual o peor en nuestro país; una realidad que el actual gobierno quiere esconder y modificar por medio de sus tentáculos.
No podemos esconder la grave situación por la cual está atravesando el Bajo Cauca y toda la zona del Catatumbo: un lugar donde no se ha dado lugar a la paz. A pesar de que unos de los actores principales del conflicto en estas zonas se hayan desmovilizado, las muertes no han dado tregua y las extorsiones no paran.
A veces da la impresión de que los habitantes del Bajo Cauca no somos antioqueños. No somos colombianos. Aquí estamos abandonados a nuestra suerte, a la merced de los armados y los temporales.
En estos cinco municipios, el año pasado, sumamos más de 390 homicidios (Caucasia, Nechí, Tarazá, Cáceres y Zaragoza). Óigame bien: 390 homicidios. Y en el mes y 20 días de este año ya llegamos a los 50…” expresa el alcalde de Caucasia, Óscar Suárez.
Entonces uno se pregunta: ¿Qué cosa le pasa al presidente que mira la barbarie de Venezuela, pero omite en su totalidad la crisis por la que están pasando en estas regiones?
¿Acaso hay unas regiones de más importancia que otras? Se eligió un presidente para que gobierne un país llamado Colombia, que tiene unos problemas estructurales muy profundos. Que tiene una crisis que no se puede esconder mirando hacia Venezuela.
Pero, por otra parte, la grave situación del Catatumbo no da aliciente de nada, pues según la ONG Consejo Noruego para Refugiados (NRC, por su sigla en inglés), al menos 560 personas se han visto obligadas en el 2019 a dejar sus hogares en la convulsa región colombiana del Catatumbo, fronteriza con Venezuela, por combates en la zona.
En los últimos días han sido desplazadas 245 personas de Teorama, municipio que hace parte del Catatumbo, debido a los fuertes combates de los actores armados de la región.
El Estado ha tenido una deuda histórica con estas regiones, una deuda que, tal y como vamos, será imposible de pagar, pues cada vez hacen menos presencia sus instituciones en estos territorios. Hay una ausencia inusitada por parte del Gobierno Nacional.
Y no es del actual gobierno; la crisis y la ausencia ha sido lumbrera de los anteriores gobiernos. Crisis que se profundiza cada día más. Hoy el Catatumbo cuenta con el 20% de su territorio sembrado en coca, unas 11, 527 hectáreas aproximadamente, otras fuentes calculan más de 25.000 hectáreas.
El contrabando de gasolina agudiza mucho más la violencia en la región, sumándole la extracción de petróleo del oleoducto “Caño limón Coveñas” el cual Ecopetrol calcula en unos 2.000 barriles.
En el Bajo Cauca, además de la ausencia del Estado, se suma la crisis del río Cauca, gracias a la hidroeléctrica de Hidroituango, que ha generado una disminución de su cauce de forma alarmante en varias oportunidades.
Planteados solo dos ejemplos claros de la situación de estas regiones, nos debemos formular una pregunta: ¿Por qué seguimos mirando a Venezuela cuando la crisis en nuestras regiones es decadente? Es una pregunta que nos debemos hacer todos.
Me solidarizo totalmente con nuestros hermanos venezolanos, la situación es sumamente grave, su dolor debe ser nuestro dolor, pero ¿nuestro dolor de quién será? ¿Por qué casi no hablamos de los desplazados en Teorama? ¿Por qué no hacemos un concierto en favor de los habitantes del Bajo Cauca?
Me emberraca esa doble moral de muchos; esos que miran mal lo de Venezuela, pero muy normal lo que pasa acá, esos que ven el dolor y el sufrimiento en nuestro país y ni siquiera se inmutan.
Mientras tanto el presidente Duque mirando allá: al infinito. Tenemos una población que pide ayuda, que nos pide que hagamos nuestro su dolor, que hagamos de nosotros su sufrimiento.
Esto no se trata de si somos Uribistas o si somos Petristas, no. Esto se trata de simple humanidad, esto se trata de empatía; hasta podríamos decir que se trata de simple patriotismo.
Ayudar a nuestros compatriotas debe estar en la lista de nuestras prioridades, debe estar en la agenda nacional, y no Venezuela por encima de nuestra gente. Es hora de que Duque empiece a gobernar a Colombia y que la vicepresidenta deje de ser una figura pintada en la pared. ¡Actúen!
Para aquellos que ven con buenos ojos ( pero ciegos) la «gestión» de Duque, la problemática nacional se limita a lo que sus líderes induquen, así como las que nó, son provocadas por un socialismo- comunismo que sólo ellos identifican. Para ellos, Colombia son sus líderes y 4 millones de fanáticos irracionales.
Mientras los medios estén de su parte, ese fanatismo se mantendrá. Lo increíble es que siendo minoria manden.