Un paro imparable

El Gobierno, el establecimiento, buena parte del sector productivo y los medios de comunicación siguen tercos, obstinados, miopes, insensibles, ciegos, sordos y mudos, en desconexión total con la realidad nacional, alucinan con fantasmas inexistentes, dos días después del paro, la gran noticia y preocupación es el vandalismo de la marcha, no el vandalismo del sistema de Gobierno.

Opina - Conflicto

2021-05-02

Un paro imparable

Columnista:

Gustavo Adolfo Carreño 

 

¿En verdad pensaba detener el paro nacional este 28 de abril con decretos leguleyos?, ¿con miedo, manipulación y pánico desbocado en medios de comunicación y redes sociales?, pues sí, lo intentaron, pero no pudieron. En su afán intimidante, los poderosos olvidan que cuanto más se prohíbe a la gente algo, más se le incita a que lo haga, sobre todo cuando el derecho les asiste; en este caso el derecho a la protesta y la movilización pacíficas.

En el imaginario colectivo entraban en juego dos posturas diametralmente opuestas, por un lado, el Gobierno, la institucionalidad, los gremios empresariales y los medios de comunicación entre otros actores, altamente «preocupados, esta vez sí por la vida de los colombianos», por el desarrollo del tercer pico covídico, la emergencia hospitalaria, el fracaso de los programas de vacunación, los estragos de la economía, en fin, los efectos inhumanamente devastadores de la pandemia. Por el otro lado, el Comité Nacional de Paro, las centrales obreras, los sindicatos, los partidos de oposición, los camioneros, los agricultores, los medianos y pequeños empresarios, los taxistas, los indígenas, las comunidades afro, los estudiantes, los padres y madres de familia, los maestros, la ciudadanía en general indignada ante una disyuntiva compleja.

¿Qué es más nefasto para Colombia, el azote del coronavirus o el vandalismo del Gobierno al proponer una reforma tributaria alcabalera en medio de apabullante pobreza, hambre, miseria, dolor y desesperanza?

El 29 de abril de 2021, un día después de la majestuosa jornada de movilización nacional, el Gobierno, el establecimiento, buena parte del sector productivo y los medios de comunicación siguen tercos, obstinados, miopes, insensibles, ciegos, sordos y mudos, en desconexión total con la realidad nacional, alucinan con fantasmas inexistentes, dos días después del paro, la gran noticia y preocupación es el vandalismo de la marcha, no el vandalismo del sistema de Gobierno.

La reforma tributaria encubierta bajo el nombre Ley de Solidaridad Sostenible sí contiene algo de solidaridad social, pero poco de sostenibilidad fiscal, se gravarán con IVA los servicios públicos domiciliarios (incluido el Internet), también, subirán los precios de bienes básicos de la canasta familiar como los huevos, leche o carne, empezarán a pagar renta las personas con ingresos superiores a $2 429 000, castiga los pensionados al establecer impuesto a las pensiones superiores a $ 4 800 000, pretende congelar salarios públicos hasta 2026, de manera infame carga IVA a los servicios funerarios, entre otros medidas antipopulares.

La actual propuesta de reforma tributaria, la tercera de la era Duque descansa sobre los hombros de la golpeada clase media y sectores populares; es un atentado contra los estratos 1, 2, 3, y 4, por el contrario, entrega exenciones y libera de cargas tributarias a los megaricos del país y sus empresas, el 70 % de los ingresos de esta reforma provendrán de fondos aportados por las personas naturales, los ciudadanos del común.

Por eso, motivos para parar, movilizarse y protestar había y hay de sobra, lo que  se vivió en las calles de Colombia este pasado 28 de abril fue una gesta de liberación contra el miedo, el dolor, un acto de valentía, una catarsis pacífica, escrita en letras de oro, con sudor y amor, con un mensaje: los límites los fija la voluntad popular, el pueblo unido, desde la noche del 28 de abril los poderosos de siempre no podrán dormir tranquilos, se les advirtió, se les conminó, Colombia se cansó.

Se cansó de gobernantes incorregibles; de una clase política pandémica, del bipartidismo ancestral; del uribismo enfermizo; de una institucionalidad corroída; de un sistema económico ineficiente sustentado en los privilegios del Estado; de un Gobierno de aprendices; de una sociedad fallida; y de un sistema de Gobierno que ha convertido al país en un atolladero sin precedentes. Lo bueno, un nuevo país se levanta: un país con nuevos sueños, esperanzas, visiones y sentimientos.

El impacto de las marchas del 28 de abril es inmediato, Duque empieza a retroceder, ya habla de consensos, de trasquilar la reforma. De cualquier manera, el esperpento tributario por más que lo maquillen cambiará poco en su forma y en su fondo; en consecuencia, si el Gobierno mantiene la arrogancia el paro no cesará, los anuncios del presidente Duque de deformar el muñeco feo de la insolidaridad insostenible para hacerlo pasar como justo, necesario y bondadoso no es lo que se reclamó el 28 de abril.

Todo parece indicar que el Gobierno Duque no entendió el mensaje clamoroso de los colombianos: retire la reforma tributaria. Como presidente de los colombianos sintonícese con las necesidades, clamores y querencias de su pueblo. Colombia es un hervidero social de malestar, insatisfacciones, hay mucha rabia acumulada, actúe de verdad.

Fotografía: Ían Schnaida

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Gustavo Adolfo Carreño
Economista, Magister en Desarrollo y Cultura, Amante de la filosofía, librepensador caribeño, educador.