Autor: Hernando Bonilla Gómez
En un país donde muchos viven preocupados por establecer, desde la vicepresidente para abajo, si el ministro de Defensa miró las nalgas de Ivanka Trump; la razón del llanto de Maluma cuando le entregaron un avión que compró; o el porqué James Rodríguez se fotografió con Abelardo de la Espriella, entre otros “acontecimientos” importantes, y se aceptan o creen las mentiras elaboradas en las redes sociales, con la finalidad de deformar o cambiar la realidad y generar un estado de opinión en beneficio de ciertos colectivos con intereses personales arbitrarios, mezquinos y con prejuicios, no se puede cumplir con el deber ético de ejercer el voto razonado para lograr el propósito de mejorar las condiciones de salud, educación, infraestructura y, en general, de bienestar de la población en las regiones.
Y es que se aproximan las elecciones locales en las que se elegirán diputados, gobernadores, concejales, alcaldes y ediles, y gran parte de la ciudadanía, que vive en ese mundo surrealista y muchas veces provocado al que me refiero en el párrafo anterior, lastimosamente, no sancionará con su voto a los candidatos corruptos y negociantes políticos de siempre, sino que votará por ellos y la línea de pensamiento negacionista que considera que no hubo paz y que todo fue un engaño: un acuerdo con terroristas para garantizar impunidad.
En momentos en que la violencia se ha disparado de manera alarmante en varias regiones del país, se vuelve a las masacres como la de Karina García, candidata a la Alcaldía de Suárez (Cauca), y sus acompañantes, y las disidencias de las FARC anuncian que retoman la lucha armada, cobra vigencia, para desdicha de los colombianos, el discurso mentiroso, trillado y anticuado del personaje innombrable que todos conocemos, fundamentado en la necesidad de mano firme contra los bandidos terroristas, que pretende conducirnos a la perpetuación de la guerra y a que el país siga siendo uno de los más violentos del mundo.
Esa será la consigna para mantener, luego de las elecciones del próximo 27 de octubre, el poder en las regiones y garantizar las presidenciales de 2022, con el candidato que se identifique o al que se le imponga —¿Alex Char?— el pensamiento de ese grupo político cavernícola, anacrónico y conservador que se opone a la innovación y al cambio.
Muy difícil será salir del hueco en que nos hunden cada vez más los personajes siniestros partidarios de la guerra, de derecha e izquierda. No obstante, creo que Colombia no está condenada a continuar en la desgracia. Nos demoraremos —bastante—, pero saldremos adelante porque la paz siempre vencerá.
Esa parte de la sociedad alienada, delirante y fanática deberá comprender, paulatinamente, que la confrontación armada y el odio visceral no son opciones y que Colombia merece una sociedad tolerante y respetuosa de la diferencia, en la que quepamos todos.
Hola sobrino buenos días, te felicito por esta columna. Dios nos ayudará y sólo basta la decisión de todos nosotros, para que despertemos de semejante atrocidad, a la que hemos sido sometidos. Se que es nuestra culpa, pero es hora de que tomemos las riendas de nuestro pais.
Pareciera Colombia condenada a la desgracia, pero la esperanza está anunciada, solo que por el engaño al que es sometida la humanidad, desde todo tipo de doctrinas en especial las religiosas, no se entiende como salir de esa desgracia. «En surco de dolores el bien germina ya» pero que germina, gemina, y para entenderlo y comprenderlo hay que salirse de esas doctrinas.