Un campito para los elenos

Opina - Conflicto

2016-05-20

Un campito para los elenos

Después de 4 años de negociación, el fervor del diálogo en La Habana parece haberse enfriado un poco por lo que el anuncio de Caracas de hace ya algún tiempo (30 de marzo) sobre la instalación de una mesa con los elenos (ELN) más que una victoria, parece ser un alivio para este Gobierno que ondea una banderita blanca tristemente curtida y remendada.

Ahora todos quieren abrirle un campito a esa insurgencia en este negocio de la paz, incluso aquellos que anteriormente no querían. Aunque algunos dirán que esta guerrilla la tiene más fácil por los adelantos dados en Cuba, en palabras de mi antiguo docente de inglés «están más perdidos que la otra mitad del medio ambiente» porque en este país «el que primero se arrodilla primero se confiesa».

A pesar que la mayoría de colombianos no hace una distinción entre las guerrillas, sus orígenes e ideologías, convergen en algunos aspectos pero tienen puntos bastante alejados. Los farianos (Farc), por ejemplo, pelean un qué (la tierra), mientras los elenos un cómo (la participación y emancipación social).

Pero un error aun más garrafal de las comunidades sería pensar que los diálogos de paz resolverán el conflicto social. Las guerrillas tratarán algunas cosas relacionadas a sus acciones pero no negociarán todo porque no pueden exigirlo todo, pero la ciudadanía sí puede y en ambos procesos tienen la posibilidad de aportar. La diferencia es que la mesa de las Farc ya estableció unos parámetros de cómo participa la sociedad organizada, mientras la mesa del ELN, que se instalará en Quito, no tiene ningún interés en limitar a la comunidad en sus metodologías de participación.

Por eso debemos hablar de procesos de paz diferentes; y sí, probablemente habrá una coordinación con La Habana en alguna de las rondas, pero a guerrillas distintas procesos distintos (aunque el alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo,  le choque bastante la idea).

A pesar de esta discriminación de una y otra insurgencia, una meta a largo plazo sería llegar un cese al fuego multilateral con la esperanza de que los ‘paracos’ no hagan de las suyas, pero para eso todavía falta.

La cosa es, que la paz no es más que una ollada de sancocho en la que tenemos una tabla nutricional (diagnóstico), una lista de mercado (agenda) y una receta (metodología). Sin embargo doña Sociedad, cuyo apellido de casada es Organizada, se queda leyendo simplemente cuántos carbohidratos puede comer o a lo sumo le mete la uña al aguacate para averiguar qué tan maduro está, pero jamás pasa a remangarse la camisa y preparar la receta.

Cortesía Europa Press

Cortesía Europa Press

Algunos se me echarán encima porque ponen a las organizaciones sociales o los movimientos de izquierda en un pedestal, pero lo cierto es que si de estrategia se trata, la oligarquía capitalista gana y por mucho porque los primeros  no han podido extrapolar esa ideología social a nuestro contexto. Por ejemplo, hablamos aquí de proletariado cuando sabemos que en el sentido estricto de la palabra de eso no hay. Evidentemente tenemos una clase popular diversa y oprimida pero no hemos podido construir siquiera una identidad desde lo simbólico y lo discursivo, por lo que no es de extrañar que nos quedemos solamente comprando los ingredientes.

En este sentido, si la sociedad organizada no presenta una metodología lejos de los intereses particulares, la burguesía si lo hará y ¡vaya que ellos sí que saben cómo repartirse la torta! Pero, antes de ser apedreado por lo míos (porque soy cercano a algunos movimientos), tengo que enfatizar que si la paz fracasa será por múltiples razones, no solamente por el asunto de la participación.

Podríamos hablar en primer lugar del Estado que se escuda, para no hacer cumplir la constitución, en que no se han firmado acuerdos con las insurgencias, cuando es evidente que este chantajito gubernamental solo esconde el amaño y la corrupción de la clase política.

Y ni hablar de la cooperación internacional que bien podría despolitizar y destruir la ideología de las organizaciones sociales a través del intervencionismo, traducido a la larga en la generación interminable de proyectos en las comunidades y no en procesos reales de emancipación, memoria, bienestar colectivo, apropiación del territorio y garantías de no repetición.

Por otro lado la paz territorial, que en principio pretende reconstruir el tejido social desde las regiones, es un arma de doble filo si dejamos que el Gobierno dicte cómo se deben hacer las cosas como lo ha venido haciendo.

Se puede discutir sobre las regalías en la región, pero no sobre la política minero energética; se puede pelear el precio de los medicamentos, pero no la atención en las EPS; se puede se pueden exigir recursos para la escuela rural, pero no se puede cuestionar la privatización de la educación.

Por eso, en mi tan humilde opinión, hay dos grandes retos que si bien vienen desde los diálogos en la Habana se remarcarán más con la Mesa de Quito. El primero, la sociedad organizada debe dejar de discutir y gestionar consigo misma y debe abrirse a la opinión pública. En palabras más entendibles “dejar de peer pa’ adentro” porque en estos casos “aunque se oye mal, descansa al animal”.

El segundo, crear una verdadera pedagogía para la paz que llegue a todos los ciudadanos y no solamente limitarse al facilismo de la modernidad, en el que un indígena wayúu pregunta cómo puede estar más enterado de los procesos y le responden que consulte la página web mientras el pobre no tiene ni tres litros de agua diaria para subsistir.

Si no nos agarramos las pelotas, ahí si nos lleva el que nos trajo o, en palabras de una campesina antioqueña, “no nos mató la violencia pero nos va a matar la ayuda”.

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Brayan Montoya
Comunicador Social- Periodista. Especialista en Epistemologías del Sur. Ha sido investigador sobre problemáticas socioambientales y formador en comunicación popular. Un convencido de la transformación social y los valores comunitarios a través de la creatividad y el trabajo colaborativo. Ha hecho parte de procesos como la 2da Asamblea Nacional por la Paz (2015), La Red Interuniversitaria por la Paz (2015-2017) y el Movimiento Social por la Vida y la Defensa del Territorio -Movete-(desde 2016).