Un autor conocido pero no reconocido

Opina - Literatura

2016-05-14

Un autor conocido pero no reconocido

Javier Montiel vive en Montevideo y su nombre quizás les diga poco a los lectores colombianos. No solo porque escribe sus relatos muy lejos del andamiaje literario común en nuestro país, asociado al ejercicio del periodismo o a las academias, sino sobre todo porque no publica con grandes monstruos editoriales, por lo tanto detrás de su disciplinada labor como escritor no hay grandes campañas publicitarias ni desbordes propios del narcisismo mediático.

Montiel va por otros caminos que lo preservan sin vicios de forma y que le permiten darse algunas poderosas licencias. Escribe sin amo y sin mandato —como pidiera el escritor español Juan Goytisolo— acerca de temáticas con altísimos grados de dificultad en su tratamiento.

Y lo hace pleno de una confianza y de una naturalidad realmente desconcertantes. Así, sus cuentos muestran a una pareja que huye de techo en techo buscando salvarse no se sabe bien de qué, a un hombre que no termina de caer y caer sin llegar jamás a estrellarse contra alguna superficie, a un alma que se transfigura en paloma, la narración de un crimen que parece más un tratado pictórico, el encuentro con una anciana macabra entre las butacas de un teatro, o a un niño perverso de puro normal, casi asustado por la figura de Papá Noel.

Nada de efectos del realismo, tan apreciados en estos tiempos de culto al testimonio, la crónica, la nostalgia infantil convertida en literatura. En las narraciones de Montiel la ficción viene pura y dura, como en una pesadilla o en una visión que se sirve de la realidad solo con el propósito de desintegrarse de ella.cubierta_babel_

Podrá preguntar el lector ocasional de narrativas la razón por la que un escritor de nuestros días decide construir esos rumbos, existiendo tanta atrocidad, tanta historia cierta de la cual dar informes escritos. La explicación reside quizás en un deseo de Javier Montiel por rechazar, por hacerle contrapeso a cierta actitud edificante que parece poseer a algunos escritores en español, un deseo de opinar en torno a temas de actualidad con el propósito de volver a ser algo imposible: una supuesta conciencia de la sociedad. Al asumir esa pose o postura quien escribe abandona algunas virtudes que este escritor uruguayo tiene de sobra, lo fantástico no alienante, iluminador; el erotismo como lente que permite observar zonas incomprendidas del individuo; el mundo de los sueños por otra parte tan difícil de narrar sin caer en obviedades. En una palabra: poesía. Además de las tensiones y del suspenso evidentes en los cuentos hay una rigurosa búsqueda poética en ellos, de manera que acompañen a la mente del lector no solo unos argumentos sino un puñado de portentosas imágenes.

Influido por la pintura y por los estudios de la psique, Javier Montiel publicó estas narraciones en el que es su primer libro, Babel de un hombre (L’absurd Ediciones 2014/2015) con un sello editorial independiente, un tiraje modesto y tal vez la intención de ser leído exclusivamente por sus coterráneos. Este libro no se encuentra en ninguna librería colombiana y sólo a través de un bendito azar pudo viajar a nuestro país para que esta nota fuera redactada.

Cuántos autores se ocultan en sus propios nichos, en sus naciones, ignorados por los grandes mercados sin una edición que les haga justicia.

Cuántas narraciones lograrían, como las de Babel de un hombre darle sentido o perspectiva a nuestras existencias que apenas sobreviven. Es absolutamente irónico que justo en estas épocas de internet y de cercanías se hayan incrementado las distancias entre libros de excelente factura como éste y sus lectores a lo largo y ancho del mapa de la lengua castellana. La pregunta es inevitable: ¿cómo puede escapárseles un escritor de la talla de Javier Montiel a las editoriales de gran peso, a veces dedicadas a publicar basura farandulera y detritus periodísticos? Resulta inexplicable.

El compromiso de las reseñas literarias no solo consiste en cotejar novedades impuestas por potentados consorcios editoriales. También consiste —y debiera ser frecuente— en develar escritores invisibles o quizás invisibilizados dentro del desfile espectacular del mercado. Autores «conocidos pero no reconocidos» como escribiera el dramaturgo colombiano Fabio Rubiano en su pieza La penúltima cena. Libros como Babel de un hombre no tendrían que aguardar dentro de sus cuarteles de invierno para ser leídos por muchas personas. Y quizás estas líneas contribuyan por lo menos a advertir acerca de su presencia.

El italiano Gesualdo Bufalino tenía razón cuando afirmaba que la literatura digna de tal nombre se escribe siempre desde las periferias, en lo escondido y lejos del ruido. Esta colección de cuentos es una prueba precisa de ese aserto.

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Darío Rodríguez
Ese es el problema.