Este resumen se ajustó a la realidad macondiana que no puede faltar cuando se intenta sintetizar la cosa política local y, a su vez, para hacer un análisis crítico del primer año de mandatos locales.
En Valledupar es fácil asociarlo con el desgaste de Melquiades (personaje de García Márquez en Cien años de soledad que, según José Arcadio Buendía, fue uno de los más grandes benefactores de Macondo con sus inventos inútiles), en el laboratorio de daguerrotipos que en la actualidad evolucionaron a sofisticadas fotografías a las cuales se aferró nuestro querido alcalde, quien en su afán de perfeccionar sus mejores poses y contenidos, nos llenó de expectativas pixeladas: ha creado en la ciudadanía una nube de falsas promesas y beneficios de duda, y también, ofrecimientos fuera de tiempo.
No se pueden negar las ganas de nuestro mandatario de hacer las cosas bien, pero su mala asesoría y la búsqueda afanada de victorias tempranas llevaron a que el tiempo le cobrara por derecha, lo que por izquierda se fue. Buscó activamente cumplir con todas sus promesas en menos de un año. Eso nos deja un sinsabor profundo, al ver que toda esa prisa nos condujo a un caos que nunca se había vivido en esta hermosa ciudad.
Gran error prometer tapar todo los huecos de la malla vial en sus primeros cien días de mandato: algo que sonó muy bonito, pero que hoy nos ha dejado con dos reparcheos inútiles y un tercero que se viene (esperemos que este sí logre durar más de un año, ya que los anteriores no aguantaron los 300 días de gobierno). Un escandaloso contrato de cultura ciudadana que nos dejó perplejos con una cartilla repetida, y mimos nada convencionales, todos sumados al emblemático carrito de icopor que ha rodado de sol a sol por los mismos semáforos del centro de la ciudad que hoy muy poco vemos: ¿Se quedó sin gasolina? Cifras exuberantes indican que deberíamos ser una ciudad ejemplo; en fin, no les digo cuánto costó la cebra porque pensarán que fue traída de África.
Otro contrato polémico fue el de Asocref por más de cinco mil millones de pesos, sobre el cual, extrañamente, le tocó al mismo alcalde explicarnos lo que era: Probablemente se redactó con el fin de resaltar que la familia es lo primero, y que avanzar es posible; la justificación de una plata «divina» que hoy precisamente debe reposar en el Olimpo.
El tema es tan complejo y triste que mejor entremos en calores decembrinos a cuestionar el tema de las luces públicas navideñas. Ahí encontramos un contrato muy “pobre” que fue distribuido en puntos estratégicos: la plaza Alfonso López (lugar al cual llegaron sobre el tiempo a instalarlas y no minimizaron el daño que le causarían a dicho espacio); en el parque El Helado, que es tan concurrido de noche, deberían dejarlas todo el año para que los habituales visitantes de esos predios puedan fumar su hierba iluminados con un éxtasis navideño.
La glorieta de la María Mulata fue adornada con unas garciamarquianas mariposas que fusionan el arte abstracto con los inicios artísticos de un jardín infantil; después de tres días de pasada la inauguración, no logré entender con claridad si el símbolo alfa colocado en la glorieta es una gallina o un pájaro en honor a todos los tuiteros que, con amor, criticamos para que mejoren los errores que cometen por no tomarse el tiempo de escuchar lo que quiere el pueblo.
Fue un primero año muy inocente, que deja mucho que especular y, de mi parte, el beneficio de la duda. Esperemos que el próximo año sea mejor, y logremos crecer, algo que todos queremos. Del gobierno departamental ni de qué hablar, pensé que seguiría la estrategia del gato: tapar “embarradas” (y ni eso ha podido hacer) del irrespetuoso gobierno nacional. Me fui de fast track o vía rápida para no hablar de él. El próximo artículo complementará con las inocentadas de un año que pasó por “inocente mariposa”.