Está claro que el país vivió una intensa y confrontadora campaña electoral, con la apuesta de elegir, el próximo 17 de junio de 2018, al sucesor de Juan Manuel Santos Calderón. Quizás, haya sido la más difícil y compleja contienda electoral de los últimos años. Incluso, podría estar tentado a señalar que supera las que el país vivió en las épocas en que irrumpieron como opciones de cambio las candidaturas presidenciales de Jorge Eliécer Gaitán Ayala, Luis Carlos Galán Sarmiento, Carlos Pizarro Leongómez y Bernardo Jaramillo Ossa. Me quedo con la tentación de hacerlo, porque sé que cada momento histórico define las complejidades y las lecturas que de estas podamos hacer.
Pero lo que sí se puede intentar hacer, a pocos días de salir a votar en segunda vuelta, es responder a la pregunta de qué es lo que está en juego en Colombia. Y en ese sentido, señalo que lo que está en juego el domingo 17 de junio es la continuidad del actual régimen de poder y la extensión en un tiempo, quizás indefinido, del proyecto político que encarna el sector más conservador, violento y anacrónico del Establecimiento, que es el que representan Álvaro Uribe Vélez, Alejandro Ordóñez Maldonado y Viviane Morales y otros agentes que esperan agazapados el triunfo de Iván Duque Márquez.
Sin duda, el ‘combativo’ senador y expresidente funge como el pararrayos de un Establecimiento que sabe usarlo como tal, al tiempo que el ladino político aprovecha las insondables fisuras éticas y morales de las élites que lo sostienen, para acrecentar su poder económico y electoral, hasta el punto de que el 17 de junio tendrá, nuevamente, la posibilidad de regresar a la Presidencia en cuerpo ajeno[1], para manejar a su novel ungido, desde su condición de congresista.
Y al estar en juego la continuidad del régimen de poder y la posibilidad de que regrese en cuerpo ajeno el expresidente Uribe, de inmediato hay que señalar al naciente poder político que se opone a que se consolide el proyecto neoconservador, en lo social y cultural, y neoliberal, en lo económico. Y ese naciente poder lo lidera hoy, Gustavo Francisco Petro[2] Urrego y una coalición variopinta de sectores sociales y políticos que constituyen la fuerza que hoy no solo confronta al Establecimiento, sino que hizo posible que todas sus diversas manifestaciones de poder se hayan visto obligadas a confluir para defenderse del cambio que encarna la Colombia Humana.
Y lo hicieron, dejando atrás viejas rencillas y las graves acusaciones como las que en su momento los expresidentes Pastrana[3] y Gaviria[4] profirieron en contra de Uribe Vélez, por la conformación de grupos paramilitares y de haber constituido, entre 2002 y 2010, un régimen de poder mafioso y criminal; lo mismo hizo, el excandidato Vargas Lleras[5], quien señaló al latifundista antioqueño de paramilitar y de estar detrás del atentado con explosivos que sufriera y que le mutiló dos dedos de su mano izquierda.
Es decir, al ya natural pragmatismo de la Derecha, se sumó el espanto y el terror que produce en su añosa dirigencia, la posibilidad de que un outsider como Petro, exguerrillero y un hombre que viene de abajo, les pueda arrebatar el poder político y, por esa vía, establecer unas nuevas correlaciones de fuerza.
La decisión a tomar este domingo 17 de junio no va en la dirección de implantar en Colombia el modelo estatista y militarista que opera en Venezuela, tal y como se insistió desde la derecha y la ultraderecha, para asustar incautos e ignorantes, bajo la nomenclatura del castrochavismo[6]. No. Por el contrario, los ciudadanos que votan podrán escoger entre continuar con la entronización del histórico y naturalizado ethos mafioso[7] que entre 2002 y 2010 guió las relaciones entre el Estado[8], la sociedad y el mercado; o darnos, como sociedad, la posibilidad de dignificar la política y de ponerla al servicio de lo público y del colectivo; también, el reto estará en continuar con un modelo neoliberal insustentable, que le pone precio a los ecosistemas naturales, al tiempo que empobrece las relaciones humanas en los socioecosistemas.
Por ese camino, este 17 de junio de 2018 estaremos abocados a votar en dos direcciones[9]: la primera, continuar con el régimen de poder y aportar a la consolidación de un Estado cooptado y capturado por mafias regionales que han sabido repartirse el territorio nacional con la élite bogotana; y la segunda, la de aportar a un cambio profundo en la correlación de fuerzas, que permita en el corto y mediano plazo, empezar a transitar el difícil camino que nos lleva a reconocernos y a aceptarnos en las diferencias, para luego ser capaces de encontrar el modelo de desarrollo adecuado, pero sobre todo, hallar un modelo de sociedad y de Estado modernos, que nos ayude a superar los truncados procesos civilizatorios que como colectivo hemos adelantado en 200 años de República.
Transitar ese segundo camino será difícil, dado que a la candidatura de Duque se sumaron el grueso de las maquinarias y clientelas de los partidos Conservador, Liberal, de la U, Mira y Cambio Radical, además, de contar con el apoyo del gremio de los industriales, de los empresarios, de los militares y policías y, en general, de la banca y el empresariado.
Lo importante, para quienes le apuestan a la opción de país que encarna Petro Urrego, es aumentar considerablemente la votación obtenida en primera vuelta, con el firme propósito de relativizar el eventual triunfo de Duque y, a partir de allí, pensar en el nacimiento de una fuerza política que recoja el creciente desencanto social.
Recordando a Gómez Hurtado
En la crisis ética y política que vivió Colombia en los tiempos del Proceso 8.000, el político Álvaro Gómez Hurtado alertó al país sobre lo que acontecía con los cimientos del Régimen de poder. El mismo que lo mandó a asesinar y el que hoy, guiado por Uribe Vélez y su corte de áulicos, busca no solo extender en el tiempo su proyecto político, sino operar su soñado Estado de Opinión, lo que significa debilitar los pivotes que sostienen la República y, en ese orden de ideas, la división de poderes que tanto le disgusta al exmandatario antioqueño.
Vale la pena recordar las palabras que expresó Gómez Hurtado a la revista Diners en junio de 1995:
“El régimen transa las leyes con los delincuentes, influye sobre el Congreso y lo soborna, tiene preso al Presidente de la República… Samper es una persona llena de buenas intenciones, pero está preso por el establecimiento. No puede hacer nada, está rodeado de intereses creados. Con los jueces pasa lo mismo… El régimen es un conjunto de complicidades. No tiene personería jurídica ni tiene lugar sobre la tierra. Uno sabe que el Gobierno existe porque uno va al Palacio y alguien contesta, que resulta ser por ejemplo el Presidente de la República, y va al Congreso y ahí sale su presidente, pero el régimen es irresponsable, está ahí usando los gajes del poder, las complicidades. El Presidente es el ejecutor principal del régimen, pero está preso. A mí me da pena repetirlo, pero el Presidente es un preso del régimen. El régimen es mucho más fuerte que él, tiene sus circuitos cerrados, forma circuitos cerrados en torno de la Aeronáutica Civil, de las obras públicas, de los peajes, y en ellos no deja entrar ninguna persona independiente«[10].
Muy seguramente, un eventual gobierno de Duque Márquez coadyuvará a que las circunstancias contextuales definidas por Gómez Hurtado se mantengan, por cuanto él mismo estará preso no solo de lo que le indique su mentor, sino de las directrices que las élites empresariales sabrán darle para que conserve en el tiempo el país desigual y excluyente que poco avergüenza a los líderes del Establecimiento. Al fin y al cabo, sobre la inequidad, la pobreza, la violencia política y el miedo[11] al cambio, han logrado consolidar el actual régimen de poder.
Ahora bien, un eventual triunfo de Petro (lejano, pero posible) si bien puede servir para trazar caminos distintos a los ya caminados y recorridos por la sociedad colombiana, estos deberán enfrentar los obstáculos y ataques de los sectores más retrógrados del Establecimiento. No será fácil cambiar la historia del país. En cuatro años se dejarán, si acaso, los cimientos morales y éticos. Posteriormente, las ejecutorias serán efectivas siempre y cuando Petro, como presidente, convoque a sus detractores y vencidos, a establecer un pacto político de carácter nacional.
Después de la jornada electoral de ese domingo, cada uno de los simpatizantes de las dos opciones podrá decir: un 17 de junio voté porque todo siguiera igual, o por el cambio.
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[1] Ya lo había intentado, con la candidatura de Iván Zuluaga. Si bien Santos se hizo elegir como presidente bajo la sombra de Uribe, supo tomar distancia política frente al tema del reconocimiento del conflicto y a partir de allí, lograr ponerle fin al conflicto armado con las Farc, a través de una delicada negociación política. El Acuerdo Final y la paz misma estarían en riesgo en un gobierno de Duque, a pesar del blindaje, tipo 3, que tiene dicho Acuerdo. En lo económico y en lo ambiental, Santos mantuvo el mismo modelo extractivista y las recetas naturales del neoliberalismo.
[2] Véase: https://www.sur.org.co/el-fenomeno-petro/
[3] Véase: https://www.youtube.com/watch?v=bAxqn3DeA_Q
[4] Véase: https://www.youtube.com/watch?v=Bj-_jC1mNIE
[6] Véase: http://viva.org.co/cajavirtual/svc0536/pdfs/Articulo109_536.pdf
[7] Véase: http://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/2018/01/la-cruzada-de-los-inmorales.html
[8] Véase: http://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/2018/02/el-estado-como-tema-de-campana.html
[9] Véase: http://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/search?q=dos+caminos
[10] Revista Diners, 303, de junio de 1995.
[11] Véase: http://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/search?q=colombia+tiene+miedo
Imagen tomada de Epeak World News