Turquía, un alfil en jaque

Opina - Internacionales

2016-07-21

Turquía, un alfil en jaque

La intentona golpista de la pasada semana en Turquía contra el presidente Recep Tayyip Erdogan aleja a este país un poco más de Europa. Hoy todos se felicitan por el fracaso del golpe, por la reacción de los ciudadanos que salieron a la calle a detener los tanques y por la actitud de los principales partidos de oposición apoyando la institucionalidad. Pero lo que ha ocurrido en Turquía resta credenciales a una nación que llama hace años a las puertas de la Unión Europea, UE.

No tanto por la intentona en si misma —en España hubo algo similar en 1981 y hoy nadie pone en duda que es un país fundamental en esa alianza de Estados que es la UE—, cuanto por la posterior reacción al fallido golpe, y por los focos de luz que se proyectan sobre la situación interna de Turquía. Pocos europeos querrán hoy tener como socio a un país que reacciona frente a quienes presuntamente han querido violar la constitución apaleando y degollando como ha ocurrido esta vez. Algunos miembros de la tropa arrestados tras el fallido golpe han dicho que sus superiores les dijeron que iban de maniobras; cosa probablemente cierta, igual ocurrió en España en el 81.

Internet y la libertad de prensa, tan incómodos como han sido hasta ahora para Erdogan, fueron también fundamentales para detener el golpe. Pero el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan, tendrá ahora otro pretexto para querer dictar las reglas de juego a los medios de comunicación y polarizar aun más a la sociedad turca. No hay muchas esperanzas de que los medios dejen de ser un incordio para un presidente formado en escuela coránica.

Tampoco parece muy de fiar para compartir pasaporte comunitario un país que se islamiza y se aleja del laicismo europeo. Nacido de la mano del visionario Mustafá Kemal Atatürk para salvar los restos del Imperio Otomano tras la I Guerra Mundial, Turquía inició un camino de libertad y progreso mirando hacia Occidente. Pero Erdogan de origen familiar profundamente religioso, que ha echado mano en la crisis de mezquitas y minaretes para hacer frente a los golpistas, es visto hoy por muchos como otra gran quinta columna en una Europa amenazada por la yihad.

La moderada reacción de los dirigentes europeos frente a la intentona militar ilustra el temor de Bruselas a que Erdogan utilice a los golpistas como pretexto para debilitar aun más de lo que ya está la independencia de los tres poderes. La detención de miles de jueces y fiscales, y de diez magistrados del Tribunal Supremo podría ser solo el aperitivo de una nueva andanada contra una separación de poderes que ya estaba en entredicho antes de la intentona de la semana pasada. El AKP controla el Gobierno, el Parlamento y la presidencia de la República y ha recortado el autogobierno del Poder Judicial.

Más aún, las sospechas de que el golpe hubiese sido dado desde dentro del régimen para desatar una purga masiva contra personas incómodas para Erdogan, hace menos fiable de lo que ya era su gobierno para los europeos. Un analista turco de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, Sinan Ülgen, ha dicho que todo aquello es muy sorprendente. “Los golpistas no contaban con apoyo suficiente en el Ejército —dice Ülgen—, la sublevación se produjo al margen de la cadena de mando y no contaba con los medios necesarios para alcanzar el éxito”.

En Turquía, con una historia rica en conspiraciones políticas y golpes de Estado, el gobierno de Erdogan apunta como responsable último del golpe a un hombre de 72 años, supuestamente enfermo y que vive a 8.200 kilómetros de Ankara. Se trata del clérigo islámico turco Fetulah Gülen, quien desde 1999 vive en Estados Unidos, en una finca cerca de Filadelfia, en un exilio autoimpuesto tras haber sido acusado de atentar contra el Estado turco, después de haber sido paradójicamente mentor de Erdogan.

Gülen ha negado toda participación en el golpe y se ha declarado contrario a este tipo de acciones. Pero quienes lo conocen, piensan que su negativa tiene más que ver con el desprestigio que daría a su movimiento un golpe tan chambón que con su respeto por la institucionalidad. De hecho, por sorprendente que pueda parecer, Fetulah Gülen, un nombre hasta estos días desconocido para muchos, fue presentado hace años por dos de las más prestigiosas revistas de análisis político anglosajonas como el intelectual más influyente del mundo.

En una encuesta realizada a medio millón de personas por la revista británica Prospect y la norteamericana Foreign Policy, el clérigo turco resultó ser el más influyente de entre un centenar de intelectuales entre los que había nombres como Noam Chomsky, Al Gore o Vargas Llosa. Los teólogos lo califican como un erudito islámico moderado favorable al acercamiento entre las tres grandes religiones monoteístas, bien visto tanto en el Vaticano como en Israel, preocupado por la educación y fundador de una cofradía llamada Hizmet (Servicio) equivalente a lo que entre los católicos es el Opus Dei. El gobierno de Ankara ha pedido a Washington su extradición como máximo responsable de la última intentona.

Lo inquietante con Turquía es que se trata de un socio clave para la Unión Europea; sin el compromiso del gobierno de Ankara, el club comunitario estaría ahogado por la crisis de refugiados provenientes de las costas turcas. Pero los continuos desafíos de su presidente, y sus violaciones sistemáticas de la libertad de expresión logran que nadie en la UE sienta deseos de defenderlo.

Pero si en Bruselas hay preocupación con Turquía en Washington no parecen más tranquilos. Que el segundo Ejército más poderoso de la OTAN quede ahora dividido y en proceso de purga resulta algo más que inquietante. Durante la intentona de la pasada semana, el gobierno cerró la base aérea de Incirlik en el sur del país, lo que ha planteado nuevas dudas sobre la conveniencia de que Estados Unidos tenga su mayor arsenal de armas nucleares en Europa en un lugar tan vulnerable.

Imagen cortesía de:. actualidad.rt.com

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La base, a unos 110 kilómetros de la frontera con Siria, con una zona delimitada para la OTAN, donde hay según se estima almacenadas unas 50 bombas nucleares B61 en 21 cámaras acorazadas, se cerró el tráfico aéreo que salía y cortó su suministro de energía, porque el Gobierno turco afirmó que algunos de los conspiradores destinados en Incirlik volaron desde esa base compartida, lo que detuvo temporalmente las operaciones aéreas de Estados Unidos contra los extremistas del Estado Islámico en Siria.

Las armas estratégicas almacenadas en Turquía –como las que hay en Alemania, Italia, Bélgica y Países Bajos– son un legado de la Guerra Fría y están consideradas hoy por muchos militarmente obsoletas. Sin embargo, a falta de un consenso de la OTAN para eliminarlas, siguen en su lugar como símbolo del compromiso de Estados Unidos con la defensa de Europa. Pero las que hay en Turquía más que símbolo pueden resultar una amenaza. Hans Kristensen, un científico norteamericano experto en armas nucleares, ha dicho después de lo ocurrido: “Cuando se reciben tantas señales es que algo puede salir terriblemente mal. Es el momento de sacar las armas de allí”.

Guardando las debidas distancias Recep Tayyip Erdogan —que devolvió el velo a las mujeres y aparta a su país de la senda occidental marcada por el padre fundador Atatük—recuerda hoy la figura de Rafael Leonidas Trujillo, el dictador dominicano de los años cincuenta del pasado siglo, alfil del anticomunismo de Washington en el Caribe. De Trujillo dijo Franklin D. Roosevelt cínico y pragmático a partes iguales: “he’s a son of a 
bitch, but he’s our son of a bitch”, dicho en inglés para que no suene tan fuerte. Pero se entiende. Erdogan es el alfil de Estados Unidos y Europa a las puertas de una región en llamas. Pero un alfil en jaque.

 

Publicada el: 21 Jul de 2016

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Juan Restrepo
Soy periodista. Trabajé durante 35 años en Televisión Española (TVE) como corresponsal en Mexico, Roma, Bogotá y Manila.