Llegó el momento esperado para la minoría popular que eligió a Donald Trump como el presidente número 45 de Estados Unidos, pero inesperado para la mayoría popular que sufragó por Hillary Clinton y que vio cómo se derrumbó el sueño de elegir primera vez a una mujer al trono de la Casa Blanca.
El Gran Magnate llega como el primer Jefe de Estado sin ninguna experiencia política a ocupar el cargo más importante del país del norte y que por aquellas casualidades del destino y por obra y gracia de la Democracia mundial y de misterios sin descifrar, gobierna a gran parte del mundo. Entonces a partir de ahora ¿cuál será el futuro no sólo de este país sino de todos? ¿Será para bien o para mal?
El “Sueño Americano” que ha contagiado a gentes de todas las nacionalidades y que han llegado o tratan de llegar a esta tierra en busca de salir de la pobreza, de tener seguridad y tantas otras cosas que les darán una nueva vida, tal vez no seguirá siendo posible y los hundirá en la pobreza y la inseguridad que tenían en sus países de origen. De esta forma, es posible que se llegue al Des-sueño Americano, a la deportación, al regreso a casa por la propia voluntad. Aunque en la realidad este mito poco a poco se ha ido derrumbando desde hace algún tiempo debido a las políticas creadas por los gobiernos de turno que siempre han ido mermando a la clase media del mundo.
Y es esa misma clase media la que tiene más poder para votar y por lo tanto, para elegir, pero que por circunstancias que merecen estudios más complejos, poco a poco ha ido enfrentándose entre sí con un fanatismo vergonzoso, manipulados por los líderes del mundo, que aunque parecen opositores, no lo son, y lo único que les interesa es mantener divida a la clase que más cerca ha estado de escalar posiciones para hacerles competencia.
Cuando los votantes van a las urnas, lo hacen acompañados de esa lucha casi fratricida que no captan precisamente porque se dejan llevar por sentimientos enfermizos guiados por los Medios de Comunicación y las redes sociales. El mundo entero padece de una enfermedad común: irracionalidad.
En la ceremonia de posesión sonaron las Trumpetas y seguramente seguirán siendo tocadas durante mucho días por los fanáticos del dinero, la fama, los negocios, la locura (aunque esta es innata en una gran mayoría de estadounidenses) y todo aquello que tenga que ver con lo que ellos creen es el cuento de hadas que les prometió Donald, no el pato, sino el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
En las afueras de la oficina presidencial están quienes protestan por lo que consideran racismo e irracionalidad del nuevo presidente. Grupos de diversa índole se han aglomerado para demostrarle a Trump su inconformismo y desacuerdo con sus ideas raciales y sociales. Pero no es mucho lo que puedan esperar de un personaje tan controversial, sarcástico y único, que, sin embargo, cuenta con el apoyo no sólo de quienes fomentan el racismo sino de negros, hispanos y muchos más.
Con base en esto y en su particular forma de ser y actuar, en su irreverencia y creencia de que es el dueño tanto de su emporio como de toda la tierra, no será raro que cuando se salga de casillas coja a Trumpadas a quienes lo contradigan o no crean en ese cuento de hadas de convertir a USA en el paraíso que prometió (para algunos). Si ello llegase a ocurrir, en las redes sociales sería más viral que el famoso “le doy en la cara marica”.
Los conflictos internacionales pueden incrementarse y nacer una nueva generación que a futuro comience a ver a Estados Unidos con nuevos ojos, que haga que esto sea el principio del fin. ¿Se avecina la Tercera guerra mundial? ¿Se convertirá en el nuevo Hitler, como piensan algunos? ¿Querrá extender sus negocios, ya sean normales o sucios? ¿Pretenderá regresar al modelo del expansionismo gringo? La única ventaja de todo esto es que nunca podrán invadir ni a México ni a ningún país de allí hacia abajo porque el “Muro” que construirá en esa frontera se los impedirá. O tendrá que tumbarlo. Amanecerá y veremos.