Tres gigantes. Un exclusivo triángulo es el que hoy quiero que sobresalga desde el halo de esta columna. Titanes de la literatura universal de quienes vale la pena, destacar algo de sus vidas privadas. Más allá de la preciosa vanidad y la refulgencia de sus letras.
Empezaré por el maravilloso Julio Verne quien cumplió el pasado 24 de marzo 112 años de fallecido; y el egregio Mark Twain, de quien se celebró el 21 de abril, 117 años de su deceso. Ninguno de los dos necesita presentación. El primero, autor de exquisiteces literarias como “La vuelta al mundo en 80 días” y “Cinco semanas en globo” y, Twain, creador de “Tom Sawyer” y la magistral “El príncipe y el mendigo”.
Pocos sabían de la osadía que llevó al francés Verne a escapar con tan solo doce años, “filtrarse” en un barco mercante, con el único fin de hacerse grumete y comprarle un collar de perlas a su amada prima Carolina; poco duró su audacia porque su padre logró detener el navío. Ese mismo padre que dejó de financiarle la carrera de derecho, porque Verne renunció por completo a ella. Verne leía de una manera demencial; de todo quería saber, menos de leyes. Con apenas una cantidad de dinero suficiente para sobrevivir, en estas líneas que a continuación extraigo, de una carta que Julio Verne escribió a su madre a mediados del siglo XIX (reproducida en una biografía suya autorizada), se resume las consecuencias de los múltiples trastornos digestivos de los que padecía por no comer bien:
“Una vida que limita al norte con el estreñimiento, al sur con la descomposición, al este con las lavativas exageradas, al oeste con las lavativas astringentes (…) Es probable que estés enterada, mi querida madre, de que existe un hiato que separa a ambas posaderas y no es sino el remate del intestino. (…) Ahora bien, en mi caso el recto, presa de una impaciencia muy natural, tiene tendencia a salirse y, por consiguiente, a no retener tan herméticamente como sería deseable su gratísimo contenido. (…) graves inconvenientes para un joven cuya intención es alternar en sociedad y no en suciedad. ¿Por qué por decirlo de una vez? (.)
De Verne por ahora, solo agregaré que el primer viaje a la luna del Apolo 8 en 1968 realizado por los americanos; coincide mucho con la proyección que 100 años atrás casi, hiciera Julio en su conspicua obra “De la Tierra a la Luna”.
Del singular Mark Twain, digno es destacar que nació vaticinando su vida y trazó el vector con la que esta se extinguiría. En efecto, 74 años después de haber afirmado que “así como había nacido en plena visita del cometa Halley a la tierra; así mismo partiría en su próxima visita”, tal cual, su deceso se dio con el advenimiento de aquél fenómeno extraordinario. Twain perdió a 3 de sus hermanos durante la infancia, vio morir a su padre de neumonía con tan solo 11 años y perdió a su primera hija, presa de la difteria antes de que esta cumpliera los 2 años. Muchos años más tarde, otra hija suya de tan solo 24 años de edad, fallecería producto de una meningitis.
Pasaré al siguiente titán no sin antes mencionar que gracias al interés de Mark Twain por la ciencia y la tecnología, de alguna manera a él debemos una invención “paralela” a las tirantas (correas ajustables) y al álbum (fotográfico) que hoy en día conocemos.
Finalmente, desenvainaré solo unos ligeros apartes biográficos del fantástico Charles Dickens, inglés (137 años de fenecido cumple el próximo 9 de junio), el genio detrás de “Oliver Twist” y “David Copperfield” entre otros. Dickens, hijo de un padre despilfarrador y asfixiado por las deudas, no recibió educación hasta casi los 10 años. Autodidacta espléndido, lector voraz, Dickens forzosamente empezó a trabajar a los 12 años durante más de 10 horas diarias en una fábrica de betún para calzado, para ayudar a su familia de la penuria que entre otras les había dejado la reclusión del papá. Ese mismo padre que recibiría una generosa herencia de los abuelos y que, en contubernio con la madre, no quiso que Charles abandonará la fábrica.
En su excelsa novela “David Cooperfield” calificada como la más autobiográfica y haciendo alusión a aquella época, escribiría lo siguiente: “No recibía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estímulo, ningún consuelo, ninguna asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera recordar; ¡cuánto deseaba ir al cielo!” Para rematar, porque el espacio apremia, agregaré que pocos escritores de los quilates de Dickens fueron críticos tan feroces como él, de la desigualdad, la pobreza, la estratificación, la arrogancia y el poderío burgués, la ineficiencia y, la virulenta corrupción de las oficinas estatales.
Así las cosas, Charles Dickens, si viviera en una sociedad como la nuestra, se deleitaría criticando feroz y exquisitamente, el diario acontecer de un estado tan contaminado y una vesicante burocracia como la nuestra.
Tres genios de la literatura universal, con talentos tan desbordados como vidas disímiles y turbulentas; calcadas seguramente en más de una de sus fascinantes obras.