Tan solo minutos después de la alocución presidencial en la que el Jefe de Estado dio a conocer los puntos que conforman el “ nuevo acuerdo de paz” se hicieron visibles las expresiones de los líderes y activistas de ambas posiciones, tanto las del Sí como las del No.
Sin embargo, ronda la duda, o quizá mejor, la conclusión de que se lograron salir con la suya, pues bien, en 56 de 57 puntos hubo pluralidad de modificaciones al mejor estilo de incisión quirúrgica, una especie de relleno sobre lo que causó revuelo en una parte significativa del sector religioso de país, exactamente, “los cristianos”.
Pero, ¿cuáles fueron los principales cambios? El nuevo ropaje que se le dio a los textos incluye una alta gama de exigencias de diferentes sabores y colores, pues si bien es complejo tener a todo el mundo contento, Santos y sus secuaces, en el intento de alcanzar a como dé lugar la tan anhelada paz, cedieron en gran medida ante las prerrogativas exigidas por los principales voceros del No, de los uribistas, de la excandidata presidencial Martha Lucía Ramírez y del expresidente Andrés Pastrana, y por último, de los voceros del No del sector religioso, representado por la senadora Viviane Morales.
En primer lugar, como medida restaurativa, las FARC rendirán cuentas sobre sus bienes y activos en aras de reparar a las víctimas; se suprime la opción de incluir magistrados extranjeros para el tribunal de paz, pero estos tendrán funciones de carácter consultivo; además, dicho acuerdo no será elevado a rango constitucional y la Corte Constitucional será la única corporación competente para conocer las acciones de tutela impetradas con ocasión al conflicto armado. El polémico enfoque de género se esclareció como el agua al obedecer la exigencia de un sector religioso que insistía en que se estaban entregando garantías desbordadas a las minorías sexuales, donde se pactó expresamente la igualdad y no discriminación entre hombres y mujeres, con la salvedad de que la mujer ha sido el individuo que más ha sufrido las consecuencias del conflicto armado.
De otro lado, se reafirma lo estipulado en el artículo 249 del Plan Nacional de Desarrollo en lo que respecta a las garantías de profesar libremente determinado credo, al igual que el respeto por las minorías étnicas y LGBTI.
Ah, y por último, entre lo más relevante, uno de los puntos que más preocupaba a los latifundistas de extrema derecha: no se sobrepondrá la división o compromiso de la propiedad privada para dársela a los más pobres.
Cabe resaltar, que si bien, una gran parte de los 8.5 millones de cristianos que existen en el país apoyaron insistentemente el No, un porcentaje significativo de ellos optó por apostarle al perdón y a la reconciliación como muestra de la materialización de los efectos de una doctrina que se basa en reconocer en el otro una condición humana por encima de las diferencias y apostarle a la esperanza como mecanismo de convivencia social, como fueron los del “MIRA”.
Indefectiblemente, nos encontramos a la espera de que se plantee con exactitud el mecanismo de aprobación que atravesará el acuerdo, si será por la vía legislativa, o la débil y poco llamativa opción de realizarlo a través del mecanismo de participación ciudadana, “ el cabildo abierto”
Es comprensible, hasta cierto punto, la indignación de los colombianos con algunos sectores del No, especialmente con el religioso, toda vez que se presume que cuando se está en caminos espirituales se debe tener un espíritu de diálogo, de perdón y de misericordia; sin embargo, no tiene sentido defender una causa arremetiendo contra otra, no podemos quedarnos estancados en la doble moral de defender férreamente nuestras convicciones, menoscabando las del otro.
Amanecerá y veremos si realmente se cumplieron las expectativas de ambos sectores. Hay que recordar que a partir del disenso se llega al consenso, y que no existe plenitud más grande que convivir pacíficamente con los demás, por disimiles que seamos.
No hay Camino para la Paz…
La Paz es el Camino.
Publicado el: 17 Nov de 2016