Tiempos para ser felices

Sueños reveladores transforman nuestras percepciones sobre lo real. El problema es que la realidad en sí misma está transtornada, y necesitamos soñar para sobrellevarla.

Narra - Sociedad

2018-12-31

Tiempos para ser felices

Monólogo

Quién podría vivir cuerdo en un mundo en que utilizan a los niños con fines comerciales; en el que las religiones han sido causantes de muchas atrocidades, divisiones y separaciones; en el que los políticos capaces de enamorar con su palabra son los mismos capaces de castigar a su pueblo, aquel que los reconoció como sus mandatarios.

Quién podría ser cuerdo; existe verdaderamente esa palabra o vivimos en un cuento de hadas, colgando falsos estados en redes sociales con el propósito de recibir la aceptación y el falso reconocimiento. Pero entonces ¿Cuál sería el orden de las cosas? ¿Qué hay detrás de lo que buscamos o queremos? ¿Cuál es ese mundo de paz y tranquilidad? ¿Qué es eso a lo que llamamos felicidad?

***

¡Oh, qué día! El transporte, la universidad, las cosas del hogar… Es hora de darme un respiro, de relajarme y profundizarme en lo más recóndito de mis sueños.

De pronto un estruendo me logra inquietar, pero al parecer fui el único: todos tan campantes en un sueño más que profundo. Percibo que ha llegado la hora, que empieza un nuevo día para mí.

Como de costumbre ingreso al baño y veo mi reflejo ante el espejo, esta vez un poco más jovial de lo normal, ayer me sentía más viejo, pero al parecer la noche me ha sentado, lo mismo sucede al entrar a la regadera; percibo que el agua es más pura y tibia, la verdad es bastante relajante, todo parece diferente: los olores, los colores, el tiempo; intento hacer una pausa ante esto, pero prefiero salir de mi casa y así evitar contratiempos.

El sol asoma y logra resplandecer de una forma auténtica cada una de las fachadas de las casas, tanto la mía como la de mis vecinos, realmente es maravilloso, colores vivos e inspiradores, el color del cielo es alegre y hay un silencio en el que se sume el ambiente.

Ando paso a paso sin la prisa que normalmente me invade, de pronto al pasar las cuadras siento que algo va cambiando. Es como si el ambiente se opacara, de lejos observo un gran número de personas que caminan en bloque, con una mirada sombría, vacía: realmente son verdaderos muertos vivientes, o diría más bien, seres humanos muertos en vida.

Me acerco y en filas van ingresando a lo que parece ser un camión en el que transportan ganado. Aglomerados van entrando, empujones, gritos y un poco de desahogo.

A medida que voy avanzando más me voy arrepintiendo de hacerlo y decido tirarme al asfalto, pensaría que me rasparía, pero como si estuviera en un sueño nada me había sucedido. Empecé a correr un poco asustado por lo que había vivido, llegaban a mi mente esos rostros de furia, otros de pánico, de temor.

Ingresé a una calle oscura, empezaban a verse el reflejo de distintos personajes que de apoco iba reconociendo; el primero era Álvaro Uribe Vélez parecía un poco irreconocible, más viejo de lo que lo recordaba y vestido de militar, en seguida se acercó y me pidió una moneda o algo de comer, revisé mis bolsillos y con lo único que contaba era con $50. Pobre hombre, pensé.

El siguiente sería Alejandro Ordóñez. En un rincón lo observé, intentaba decirme algo, pero ante cada palabra que evocaba, escupía lombrices de su boca, así logré cruzarme con otros tantos que lograba recordar por su reconocimiento como María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, el señor Daniel Coronell, Claudia Gurissati, Enrique Peñalosa, Iván Duque, Iván Zuluaga, Francisco Santos, Vicky Dávila, Ivan Márquez, entre otros tantos.

Me detuve a observar el lugar, parecía ser un parlamento o un congreso, las ratas pasaban de un lugar a otro, esas de dos patas que buscaban comida o un espacio donde resguardarse. Lo confieso, me asusté, temía que me carcomieran y fueran capaces de robarse hasta mi alma.

De nuevo salí corriendo, atemorizado —qué escenarios— pensé, algo sucede. De nuevo en el paso a paso, me llamó la atención un lugar en especial que se asemejaba a una plaza de toros. Había escuchado hablar muy mal de ellas, pero nunca había ingresado, así que decidí hacerlo, lo mejor de todo: la boleta era gratis, tomé mi asiento y leí el volante publicitario que decía: “prepárese para admirar al torero más agresivo de todos los tiempos”.

El show daba inicio y de pronto salía un toro enorme, con un excelente porte, bastante intimidante, con su muleta, las banderillas y  la puntilla, esperaba ansioso para dar una muestra de su talento.

Fue entonces cuando soltaron al torero, lentamente hacía su salida, parecía que lo invadía más el miedo que la valentía, el toro sin pensárselo dos veces salió en busca del torero y logró darle de baja: fue realmente cruel, el público quedo atónito, pasmado. A mí de cierta forma me había causado sorpresa y bastante repudio, lo único que hice fue levantarme del lugar, ante una imagen tan cruel sentí un rencor profundo por ese toro, pensaba en aquel pobre hombre.

Continuaba mi camino en algunos callejones: hombres que se peleaban entre sí y se destrozaban a mordiscos a órdenes de sus amos los perros, ¡repugnante!

Un poco frustrado avanzaba, sin rumbo y sin saber por qué había llegado hasta ahí. Escuché gritos y corriendo me acerqué: se encontraba un hombre derrumbado, llorando de forma desconsolada, al parecer, su esposa lo había golpeado; sospecho que había sido por algún asunto de infidelidad.

En otro lugar se encontraba el niño que dejaba a su padre porque no quería ofrecerle amor, dirigentes mendigando y, lo que me causó aún más sorpresa era quién estaba al mando, se trataba de Israel, un hombre con el que tuve la oportunidad de interactuar y, quien sin duda, era una persona con altos valores, que mendigaba y trabaja en labores informarles para poder subsistir y ahora se había convertido en el presidente del país. Con él arribaron varios cambios sustanciales en la sociedad.

Pero qué clase de realidad era esta, una utópica o distópica, de repente, algo sonó y desperté. Sí, en efecto se trataba de tan solo un sueño, junto a mí se encontraba mi esposa, sin inmutarse seguía durmiendo.

Me levanté, me senté, observé las noticias y todo seguía como hasta ahora: prácticas taurinas, maltrato animal, maltrato e infidelidad en la sociedad, abandono de niños, indigencia, corrupción en los políticos, transporte público indignante, guerras a causas de los dogmas, etc. etc. etc. Me dispongo a tomar un suspiro, reflexiono y, finalmente, sonrío, al fin y al cabo existen muchas otras razones para ser feliz.

Foto tomada de: Pixabay

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Cristhian Camilo Cañón Ramos
Estudiante de Comunicación social y periodismo, columnista.