Al contrario de lo que algunos puedan pensar, tener tetas grandes no necesariamente implica que las mujeres tetonas nos sintamos “bendecidas y afortunadas”. De hecho, son más los complejos que las ventajas. Es mentira que por ser tetonas se nos abran más puertas, a no ser que se trate de la industria del porno donde, ahí sí, sirven bastante y creo que abren más de lo que cierran. Pero para una mujer del común, como yo, con una carrera normal, las tetas no han sido una llave a la fama.
Para empezar, en el colegio fueron una gran vergüenza. Tenía catorce añitos, unas tetas 36B y apenas pesaba 45 kilos. Ya sabrán, andaba avergonzada más que dichosa. Era una inocente niña que tenía que cargar con algo que, en mi cabeza, aún no sabía podrían ser un arma. Así que usaba sacos anchos cual rapero y me jorobaba para que no se notaran.
Para las entrevistas de trabajo, ahora con los mismos 36B y siete kilos más, lo primero que hago al vestirme es tratar de ocultarlas, o por lo menos que se vean lo menos posible.
Soy músico, he trabajado en academias y colegios casi toda mi vida profesional y, créanme, lo último que quiere una mamá es que a su hijo le enseñe piano una protuberante profesora. Ahí somos poco menos que bendecidas y muy desafortunadas.
Entonces, ser tetona no te abre muchas puertas, tampoco te las cierra, pero hay que buscar artimañas para que nuestros hermosos senos se oculten un poco a la hora de conseguir trabajo y que pasen desapercibidos en vez de llevarlos con orgullo y demarcarlos con grandes escotes.
También está la cuestión de la gravedad. A todos nos afecta la gravedad, eso es claro, pero también está claro que entre más peso, la gravedad afecta más. Y aquí viene un gran problema para las tetonas: nosotras no podemos dormir sin brasier. Los acostumbradores, sostenes y brasieres, son los compañeros inseparables de nuestras tetas. Dormimos con acostumbradores para tenerlas en su sitio, que no se nos caigan tan rápido y no nos estorben. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos el brasier nos acompaña.
Aquel dicho de que no hay como la libertad que se siente al quitarse el brasier apenas se llega a casa, es cierto, pero no tanto para las tetonas. Nosotras no podemos airear las tetas mucho tiempo porque la astuta gravedad viene a dañarnos el baile.
Por otro lado, igual a las que tienen tetas chicas o de un tamaño mediano, nos toca echarnos agua fría o usar mascarillas heladas para reafirmarlas, también hacer ejercicios para tenerlas en su sitio y millones de trucos para no llegar a los cincuenta años con las tetas paraditas… paraditas encima del ombligo.
Hay algunas a las que las tetas les han traído más problemas que dichas, como el dolor de espalda. Tengo amigas tetonas naturales –sobre todo bogotanas– a las que les ha tocado hacer terapias porque sus tetas son muy pesadas y les afecta la espalda. En otro caso, la mamá de una amiga tuvo que interponer una acción de tutela (que ganó) para que su EPS le redujera sus enormes tetas porque estas, con el tiempo, le habían desviado la columna.
Por último algo que yo diría es el karma de las tetonas es cuando hay que comprar un brasier, la lucha es constante–se salen por arriba, las aplastan, las deja separadas, sobra un pedazo de teta por un lado, sobra por el otro–, nunca hay un brasier para una tetona que se ajuste perfectamente, para que esto ocurra se tiene que pagar mucho dineroporque solos los brasieres de marcas famosas vienen con especificaciones perfectas para todo tipo de tetas.
Así que, ser tetonas no es tan chévere. O tal vez sí, en el sexo, pero como no nos la pasamos tirando como conejos da igual.
Las tetas grandes son una especie de mal necesario que tenemos que cargar. Divierten a millones que las miran –incluso hay un estudio que dice que mirarlas por diez minutos diarios puede alargar la vida 5 años–, pero detrás de todo hay más sacrificios que satisfacciones para las portadoras.
Wow! Gracias por su post. Hay cosas que ignoramos como. Hombres, en mi punto de vista personal, no importa el tamaño, sino la armonía en la danza del amor. Besos