Columnista:
Nelson Villareal
No se trata de las costumbres propias de la «cultura facilista costeña», como muchos lo han pretendido hacer ver en redes sociales; no señores, son pueblos que cada día luchan por su supervivencia, se rifan la vida para suplir necesidades jamás resueltas; es, también, la falta de empatía que a veces nos nubla la visión para apreciar la realidad que viven millones de familias en este maltrecho país.
Pueblo Viejo es el municipio donde está ubicado el hasta hoy desconocido corregimiento de Tasajera, al lado de una vía del caribe que conecta a Barranquilla con Ciénaga en el Magdalena.
Tasajera es un pueblo de aproximadamente 10 mil habitantes que subsisten del rebusque diario y, más específicamente, de vender cualquier cosa en esa carretera donde ocurrió el trágico hecho que a hoy deja un reporte de 11 muertos y más de 80 heridos.
Es cierto, y como lo han manifestado muchos conductores, que ese sector se presta para los saqueos de camiones que transportan comida, gasolina y otros elementos, lo cual aumenta las tasas de criminalidad arraigadas en la zona; pero esa problemática de los robos en carretera no es la causa sino la consecuencia de una población asfixiada por las condiciones de miseria que han sido profundizadas por los gobiernos a los que poco o nada les importan estas familias en ese pedacito de tierra escondida; es que como lo dicen sus moradores “Tasajera solo aparece en el mapa en época de elecciones”.
Allá llegan los emisarios de congresistas a prometer intervenciones que mejoren la calidad de vida de las familias, también lo hacen los aspirantes a alcaldías y gobernaciones, se les ve haciendo planos, llevando mapas y prometiendo que serán una potencia del turismo ecológico por su gran atractivo y ubicación; pero siempre pasa lo mismo, tras las elecciones todas las ilusiones se desvanecen y Tasajera sigue condenado a la pobreza y a la falta de recursos.
A las mujeres se les ve corriendo detrás de un carrotanque que vende agua porque no hay alcantarillado ni acueducto (hasta hoy solo alcanza menos del 40 % de cobertura), y si tienen la suerte de alcanzarlo deben pagar entre 3 mil y 5 mil por galón; tampoco tienen energía eléctrica de forma regular, reciben el suministro gracias a conexiones subnormales de cableados obsoletos que ellos mismos han llevado desde poblaciones cercanas, y cuando alguno de estos cables viejos se rompe, o cuando llueve, se ven expuestos a pasar días y noches enteras sin luz en sus hogares, a merced del intenso calor.
Esos hogares realmente son casuchas de madera con techos en láminas de zinc y una que otra casita en ladrillos de pobre calidad, rodeadas de basura que se acumula por toneladas en las calles polvorientas; esto junto a la alta contaminación que sufre esa zona costera, hace inviable la salud de los niños a los que se les ve desnutridos y vestidos con harapos, y no van a clases dado que la única escuela que existe ha estado en reconstrucción durante el último año. Pero esto no logra conmover para nada a la clase política colombiana que se comporta como un monstruo devorando las entrañas de los menos favorecidos mientras les arranca la esperanza. En esta situación muchas personas prefieren recibir los 50 mil pesos del voto que les sirve para comer dos o tres días y no creer en las falsas promesas de los políticos de turno en época de elecciones.
Esos hombres que salieron heridos o muertos en la explosión, en su mayoría jóvenes, son el resultado de la falta de oportunidades, la búsqueda diaria por no morir de hambre y la desesperación que causa la falta de oportunidades.
En otros tiempos Tasajera vivía gracias a la pesca y cría de animales de consumo como cerdos y gallinas, llegaron incluso a exportar sus productos, pero con el aumento de la contaminación que vive la Ciénaga Grande de Santa Marta todo empeoró; esto, unido al azote del paramilitarismo que cobró vacunas y mató a los pescadores, infundió el terror en la población, que un par de décadas después aún conserva las cicatrices de esa violencia. A veces deben pasar días enteros sin probar bocado y cuando llega el invierno los aguaceros inundan las calles y ese lodo causa infecciones contagiosas que mantienen a la población sumergida en la insalubridad, lo cual es aún más cruel si consideramos que el hospital más cercano se encuentra en Barranquilla.
Tasajera es, entonces, el reflejo de la corrupción que se traga los recursos que deberían ir a las poblaciones más apartadas del país, mientras nuestros políticos rozagantes de salud, con sus gordas carteras, se llenan los bolsillos a expensas de la muerte y el abandono que sufren millones de compatriotas.
«A veces salimos a buscar algo para darle de comer a la familia y regresamos sin nada y tenemos que acostarnos así, es que así son las cosas aquí y a uno lo que le duele es que sus hijos tengan que aguantar hambre» – Jairo, pescador del corregimiento de Tasajera.
Fotografía: cortesía de El Heraldo.