Las profesoras Chava y Dora, inolvidables. La primera me hizo repetir el año porque no aprendí a leer; la segunda me enseñó a hacerlo en ese año de repitencia. Son muchos los profesores que a lo largo de la vida se hicieron inolvidables por las lecciones de ellos aprendidas, pero si a alguien recuerdo con cariño y agradecimiento es aquel profesor de Español que en octavo grado me enamoró de las letras. El profesor Patiño me enseñó a comprender lectura con dos sonetos maravillosos de William Shakespeare y un poema de José María Rivas Groot, llamado Constelaciones. Nos hacía leer cada línea y luego entender lo que tras esas elaboradas e incluso desconocidas palabras se escondía. Al enseñarnos a interpretar lectura, nos enseñó también a pensar, a reflexionar, a discernir, algo que muchos de nuestros jóvenes y jovencitas infortunadamente no aprendieron a hacer y dudo mucho que en la etapa universitaria lo puedan aprender.
“Contra tal día buscaré un abrigo en la conciencia de mi triste suerte y hasta mi mano reñirá conmigo por guardar tu razón y defenderte, que si quieres dejarme dulce amigo nada tengo que pueda retenerte” Nunca olvidé esos fragmentos Shakespereanos.
“Tronos, imperios, razas vimos trocarse en lodo, vimos volar en polvo babélicas ciudades, todo los barre un viento de destrucción y todo es humo y sueño y nada, y todo vanidades” Constelaciones de José María Rivas Groot.
Ojalá esos buenos hombres y mujeres que dedicaron su vida a la docencia pudieran saber de qué manera nos tocaron con sus enseñanzas y sus palabras, pero sobre todo ojalá, las nuevas generaciones puedan ser tocados por las enseñanzas de buenos maestros y maestras como los que tuve.
El hueco que el deteriorado modelo educativo le hizo al proceso de millones de jóvenes en Colombia va a ser imposible de remediar. No importa cuántos libros lean al año, ni cuanto dictado tomen en clase, si no aprendieron a leer difícilmente podrán apropiarse del conocimiento porque esas palabras carecen de sentido para quien no aprendió a comprender lectura.
Si bien es cierto el estigma de ser repitente es terrible para una niña como lo era yo, el tema fue superado sin mayor trauma y hoy me siento agradecida de esa repitencia que me ayudó a aprender a leer. Las universidades están llenas de chicos y chicas que terminaron el bachillerato a muy temprana edad, 15 y 16 años, y no estoy segura de que eso sea realmente lo mejor. La promoción automática dejó muchas lagunas en el aprendizaje de las nuevas generaciones. La educación recibida por mi generación no fue la mejor, pero estoy segura de que las enseñanzas recibidas en colegios públicos o privados, nos dejaron las competencias necesarias para el desempeño en la vida productiva del país.
Abril fue el mes del idioma, el mes en el que los maestros iniciaron un paro que se resolvió de manera no muy satisfactoria para todos y 15 de mayo el día en que todos felicitan al maestro. El debate que se abrió en el país sobre la justicia o no del salario que reciben, no incluyó el trabajo de psicólogos, amigos, formadores, caja menor y muchas cosas más que también realizan los docentes. El solo hecho de soportar 40 o 50 niños y niñas en un aula de clase, es razón suficiente para pagar un salario justo, especialmente cuando en casa no soportamos a dos chiquillos juntos de la misma edad.
Los héroes señores y señoras no tienen fúsil ni uniforme de “equipo alguno”, los héroes y heroínas están en las deterioradas aulas de nuestros salones de clase en Colombia, lidiando con niños y niñas que se quieren o se odian y que resuelven el afecto y el odio de las maneras menos indicadas, pero del trabajo de estos hombres y mujeres depende el futuro de esa infancia que querrá volver o no a clases al día siguiente. Continuar o desertar es la decisión cotidiana entre los estudiantes que pueden encontrar o no, en las aulas de clases, razones para continuar o no haciendo parte del sistema educativo.
Son los maestros los que nos enamoran o no del lenguaje, las palabras, los pensamientos, la reflexión, la ciencia o la física. Son ellos quienes desde las aulas de clase harán la subversión educativa que el país necesita para volver a pensar, o nos sumirán en la desesperanza de un cambio imposible. El compromiso es grande y muchos lo honran cada día, aunque el Estado no retribuya con justicia salarial su trabajo y esfuerzo; sus horas de trabajo fuera de clase y los riesgos de la violencia en las zonas de exclusión social, nos deben recordar que ellos y ellas son los héroes y heroínas que el país necesita rescatar y exaltar. De su trabajo depende la continuidad formativa o por el contrario que esta infancia y juventud se pierda entre las mil y una forma de violencia y delincuencia que la sociedad les ofrece. La elección debería ser sencilla: Más y mejores profesores para la subversión educativa del pensamiento, o más y peor de lo mismo que hemos tenido en los últimos años. Gracias Maestros y Maestras por su trabajo comprometido con la formación de hombres y mujeres, no solo nuevos, sino mejores.