En alguna ocasión hemos escuchado la expresión “quiero irme de vacaciones a otro lugar” o “me gustaría viajar por el mundo”. Si no es así, puede que sea usted quien lo dice. Es momento de cambiar ese pensamiento.
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Según cifras del Sistema de Información sobre Biodiversidad en Colombia (SiB) nuestro país “cuenta con 311 tipos de ecosistemas continentales y costeros, incluidas áreas naturales con poca transformación y paisajes transformados por actividades humanas de asentamiento, producción y extracción”, igualmente tenemos la mayor diversidad de aves y orquídeas a nivel mundial y somos el segundo país con diversidad de plantas -45.000 especies-, anfibios, peces dulce- acuícolas y mariposas.
Colombia es un territorio rico en paisajes que dan cuenta de la riqueza natural y cultural de la cual gozamos: manglares, costas, desiertos, bosques húmedos, bosques naturales, páramos, nevados, sierras, etc., los cuales alimentan la infinita biodiversidad de la que somos espectadores –aunque muchos se empeñen en ir en busca de nuevos destinos-.
Dentro de ese mundo tan grande y lleno de factores que hacen posible la vida humana, el Quindío reconocido como ‘Departamento paisaje de Colombia’ gracias a la preponderante vegetación presente en este territorio colombiano, cuenta con 380 de las 1.720 especies de aves existentes en el país, dentro de las cuales se encuentra el águila que es uno de los símbolos nacionales. Además, siendo el departamento más pequeño posee riqueza de suelos debido a la cercanía al volcán Machín –ubicado en Cajamarca-, que los convierte en tierras fértiles para los cultivos; y es la zona agrícola con mayor desarrollo infraestructural en el mundo.
Desafortunadamente estamos siendo testigos y al mismo tiempo cómplices del daño ambiental que están causando las multinacionales mineras en el país, estamos permitiendo que nuestros gobernantes sean quienes decidan sobre el territorio y otorguen licencias a diestra y siniestra a innumerables empresas que, desplazadas de sus países de origen por la legitimación de las reservas en dichos estados, están migrando hacia el nuestro con el objetivo de lucrarse a consta de los innumerables daños que ocasionan a la biodiversidad colombiana a raíz de los impactos ambientales y sociales que dejan a su paso.
Colombia se ha propuesto la protección del medio ambiente mediante lineamientos e instrumentos, los cuales deben ser el punto de partida de las instituciones públicas, privadas y de la comunidad como base para alcanzar el modelo global que busca una cultura más equitativa y sostenible, pero ¿qué pasa si dichas organizaciones no llevan a cabo las acciones de acuerdo al cumplimiento de la ley? Esto es lo que se vive desde hace un par de años en el territorio colombiano, donde parte de las zonas protegidas se encuentran intervenidas por empresas internacionales que adelantan procesos de extracción de minerales.
La Ley 685 de 2001 estipulada en el Código de Minas tiene como objetivo “fomentar la exploración técnica y la explotación de los recursos mineros de propiedad estatal y privada; (…) a que su aprovechamiento se realice en forma armónica con los principios y normas de explotación racional de los recursos naturales no renovables y del ambiente, dentro de un concepto integral de desarrollo sostenible y del fortalecimiento económico y social del país”. En este sentido surgen más interrogantes que respuestas frente al seguimiento y aplicación de la ley por parte del Estado y sus dependencias.
Según cifras del Ministerio del Medio Ambiente para el año 2008 1’220.611 hectáreas de áreas protegidas se encontraban en licitación y aproximadamente 7’948.910 estaban en proceso de solicitud para explotación de minerales. Estas cifras son desconcertantes. El Quindío, a pesar de poseer el reconocimiento por parte de la Unesco como Paisaje Cultural Cafetero, tiene el 62% de su territorio repartido entre los contratos mineros que ya se están desarrollando y las solicitudes en proceso, con un total de ochenta y cinco licitaciones aproximadamente.
Sin duda el modelo de globalización que nos han impuesto quienes están en el poder nos ha traído más consecuencias que ventajas; en la actualidad tanto la locomotora minera como el mal llamado ‘desarrollo’ ha venido arrasado con los recursos naturales y sociales de la región, esparciendo una cultura campesina trabajadora a las zonas urbanas donde poco pueden aplicar sus conocimientos ancestrales y adquiridos precisamente en el campo. Y es que nos han vendido ideales que prometen convertir el departamento en turístico –en fuente de desarrollo para el país- olvidando los impactos que genera este paradigma en la conservación de los recursos.
Citemos el caso de la mina a cielo abierto La Colosa operada por la multinacional AngloGold Ashanti, ésta se encuentra ubicada en la Reserva Forestal Central entre el departamento del Tolima y el Quindío. Utiliza aproximadamente 3 millones de litros de agua por hora para extraer el oro microscópico presente en las rocas también previamente extraídas mediante procesos con explosivos en una zona delimitada con riesgo volcánico por estar cerca al volcán Machín; y si a eso le sumamos la utilización de químicos como el cianuro -altamente peligroso para la conservación de la vida- podemos constatar que estamos siendo espectadores de una de las mayores catástrofes patrocinadas por el ser humano en su afán de alcanzar el poder.
La problemática se torna cada vez más preocupante en Colombia, las multinacionales siguen accediendo a zonas protegidas por la legislación ambiental dejando consecuencias desastrosas para la naturaleza y la comunidad, estamos permitiendo la extracción de minerales para el enriquecimiento de empresas ajenas al país y sobre todo, se están violando las leyes que han sido creadas para proteger el medio ambiente por instituciones del Estado y organizaciones no gubernamentales que deben velar por el cumplimiento de la norma.
El momento para actuar es ahora. Entendamos que existen mecanismos de participación ciudadana que nos permiten defender nuestro patrimonio y sentar las bases en pro del beneficio de todos. Es tiempo de conocer nuestra legislación y aplicarla. Por qué no creer que podemos ser el segundo departamento, después del Tolima, en plantar nuestra posición frente a la minería y evitar que nuestros suelos se queden en manos extranjeras. La respuesta frente a lo que estamos viviendo es simple y accesible, aquí cito lo que dije a comienzo del texto: si es usted quien lanza expresiones sobre el deseo de conocer nuevos lugares en el mundo, es momento de cambiar ese pensamiento.
Antes de emprender viajes para conocer nuevas rutas y caminos conozcamos nuestra riqueza natural y cultural, hagámonos a la idea de que estamos ubicados en un país rico en biodiversidad cuyo clima es único en el mundo; donde tenemos innumerables fuentes hídricas capaces de abastecer a toda la población y una cantidad de especies de fauna y flora que nos ubican estratégicamente a nivel mundial. Participar en los diferentes escenarios políticos y sociales que están a nuestro alcance es nuestra única y eficaz opción para defender nuestros recursos, hacer valer nuestros derechos y lograr que se cumplan las leyes. Así que antes de quejarse, actúe, y apoye a quienes quieren un mejor territorio para sus hijos.
Imagen tomada de 360 Radio Colombia
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Bibliografía
Código de Minas. (2001). El Abedul. Recuperado el 28 de agosto de 2016, en: http://www.minambiente.gov.co/images/normativa/leyes/2001/ley_0685_2001.pdf
Colombia, S. (2016). Sistema de Información sobre Biodiversidad en Colombia. SibColombia. Recuperado el 28 de agosto de 2016, en: http://www.sibcolombia.net
Programa Naciones Unidas para el Desarrollo. Bogotá. (2014). V Informe Nacional de Biodiversidad de Colombia ante el Convenio de Diversidad Biológica. (p. 17). Recuperado el 28 de agosto de 2016 en: http://www.undp.org/content/dam/colombia/docs/MedioAmbiente/undp-co-informebiodiversidad-2014.pdf