En estos días de reflexión y descanso, quisiera hablarles de mi universidad. Sí, de esa universidad a la que todos acusan de estar de cara a una montaña y de espaldas al país; de esa universidad cargada con el estereotipo del estudiante gomelo y del profesor con escoltas; de esa universidad que a veces brilla más por lo negativo que por lo positivo.
Sí: voy a hablarles de la Universidad de los Andes, pues me preocupa mucho lo que ha sucedido con el despido de la profesora Sanín. Se ha sentado un pésimo precedente y se está enviando un mensaje perverso, tanto a los estudiantes como a la sociedad en su conjunto.
Veamos: cuando me enteré del despido de la profesora Sanín, me quedé con un gran sinsabor. Aparentemente, ser crítico frente a la Universidad es más grave que matonear y acosar a los miembros de la comunidad uniandina. ¿Acaso existirá algún desagrado con el pensamiento crítico dentro del campus? Espero que no, porque supondría una contradicción absurda con el espíritu de la universidad: si no es la academia el espacio para debatir, reflexionar y hablar abiertamente ¿cuál es entonces?… El mensaje perverso detrás de estas incómodas preguntas es que no se puede criticar a las instituciones, o peor aún, solo se se puede hacer “en sus justas proporciones”.
El ejercicio crítico es esencial para el cambio y la mejora continua de una comunidad. Sólo una persona comprometida con su grupo, se toma la molestia de denunciar lo que está mal, y de pensar en formas para mejorar su situación. Así las cosas, mi querida Alma Máter ha perdido una voz valiosa, de esas que impulsan las transformaciones. Sin embargo – y paradójicamente -, al silenciar una voz crítica, la Universidad ha abierto las puertas a un debate sobre sí misma: profesores, estudiantes y hasta la misma institución han dado a conocer sus posiciones en temas como el matoneo, el programa Ser Pilo Paga y la financiación de la educación superior. Estos son asuntos que hay que seguir discutiendo más allá de un despido injusto, si se quiere que la universidad sea cada día mejor.
Debo decir que la apertura del debate me ha sorprendido gratamente. Es gratificante ver que los estudiantes y docentes son conscientes de la esfera pública en la que discuten. Saben que los problemas aquí expuestos van más allá de un proceso disciplinario interno, y calan a largo plazo en una sociedad que los observa.
La universidad es un punto de referencia para este país, el cual necesita con urgencia profesionales íntegros y críticos. Así las cosas, es menester resolver el debate y actuar en consecuencia: si la universidad sienta una posición firme frente al matoneo, los responsables deben ser sancionados de manera ejemplar; si la universidad decide ser más incluyente, debe otorgar más becas y no depender de los programas del gobierno. Pero si estos temas quedan sin resolver, o se estancan en promesas y comunicados, el país volverá a mirar con decepción a mi pobre Alma Máter.
Se ha luchado bastante por evitar esa decepción, y por mostrar que los Andes está de cara al país y no a la cordillera. Estoy segura de que estos temas se resolverán, y que el debate continuará estando a la altura y con argumentos de lado y lado. Después de todo, ese es el alma de una universidad: de discusión, de encuentro con las ideas del otro y de construcción libre del conocimiento. Ese es también el espíritu de mi Alma Máter, aunque a veces parece olvidar que lo posee.
Adenda: Por cada escándalo que empobrece la imagen de mi universidad, hay cientos de uniandinos que trabajan día a día, de manera silenciosa, para construir una Colombia mejor. Querido país del Sagrado Corazón: no te damos la espalda. Estamos frente a ti, queriendo ir juntos hacia adelante.
Segunda Adenda: ¡Feliz Navidad y Próspero Año 2017! Gracias queridos lectores y querido equipo de Con la Oreja Roja.