Sobre la Rebelión en la granja

Opina - Literatura

2017-07-24

Sobre la Rebelión en la granja

Cuando salí de la librería Lerner con Rebelión en la granja en mis manos, tenía una vaga idea de lo que me aguardaba en sus páginas. Aunque ya conocía a George Orwell y su magnífico estilo de escritura gracias a 1984, el prolífico autor volvió a sorprenderme: la desazón y el sinsabor que transmite Rebelión en la granja hacen del texto, más que una obra cumbre de la literatura del siglo XX, una auténtica y desencantada reflexión sobre el poder y la naturaleza humana.

Rebelión en la Granja es la historia de los animales de la Granja Solariega que, cansados de vivir en la opresión, se rebelan contra los humanos y los expulsan del terreno. Tras la revolución, los animales se organizan al interior de la granja, establecen los “siete mandamientos” que deben regir sus acciones, y acuerdan trabajar en beneficio de la comunidad. Sin embargo, los cerdos empiezan a acomodar los mandamientos a su favor, y a subordinar lentamente a los demás animales, al punto de someterlos a un régimen igual (o peor) que el de los humanos.

A lo largo de las páginas, Orwell lentamente teje la degradación del poder en la granja, y sume al lector en la decepción causada por la manipulación descarada de cada mandamiento, hasta dar la estocada final en el último de ellos:

“Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.

Con ese final, mueren todos los ideales de la revolución, y también un pequeño “algo” dentro del lector: quizá esa creencia en la bondad inherente del cambio, o la esperanza de encontrar una clase dirigente que no anteponga su interés al interés colectivo.

Durante cierto momento del siglo XX, esa esperanza la encarnó la Unión Soviética y el socialismo como proyecto político. Sin embargo, en ese preciso instante, Orwell se atrevió a romper con la ilusión de bondad de aquella revolución de 1917. Por ello, Rebelión en la granja (como reflejo de lo que sucedía en la URSS) fue censurada en varios países, al considerarse una fábula “políticamente incorrecta”.

Ahora bien, es importante no caer en el maniqueísmo de pensar que el socialismo y todos los ideales de izquierda conducirán inevitablemente al desastre y al autoritarismo. El punto que Orwell probó, más allá de las ideologías, es que es igualmente condenable un campo de concentración en Auschwitz y un Gulag en Siberia. Demostró que todo régimen es susceptible de degenerarse y convertirse en una tiranía, cada vez que se acude a medios represivos (y no represivos) para perpetuarse en el ejercicio del poder, y satisfacer intereses personales.

Entre esos medios utilizados para acumular poder de manera gradual, hay uno que me gustaría resaltar: la manipulación de la información, la historia y la memoria. Uno de los animales más célebres de la granja es un cerdo llamado “Chillón”, quien hace las veces de intermediario entre el líder, el cerdo Napoleón (Stalin), y el resto de los animales. Chillón aparece en el texto para informarles a los animales de todas las decisiones del líder, para explicarles los sucesos presentes y re-interpretar el pasado a conveniencia de los cerdos.

Esta última función es la más aterradora de todas, puesto que es un juego permanente con la memoria colectiva: es la repetición de la mentira hasta convertirla en realidad. De esa manera, los cerdos lentamente cambian los mandamientos de la granja ante la confusión y la incapacidad de los demás animales para actuar y recordar cómo era el orden establecido.

Finalmente, quisiera cerrar este texto con una breve anotación sobre nuestra relación con la información, la verdad y el poder. Existe un debate muy interesante sobre quién “predijo” de mejor manera el funcionamiento de la dominación en la sociedad actual en sus distopías: si Aldoux Huxley (autor de Un mundo feliz) con el placer y la distracción excesiva de la población, o George Orwell con la opresión y la alteración de la verdad en los medios.

Aunque la triste realidad es que ambas dinámicas aparecen en la sociedad de la información (vivimos distraídos por contenido basura y, además, ciertos medios nos presentan “hechos alternativos”); estoy más inclinada hacia Orwell en este debate.

En el mundo de la posverdad y en la granja Solariega, lo importante no son los hechos, sino la interpretación y el recuerdo que se preserve de ellos.

 

Adenda: Mientras escribía, fue inevitable pensar en Venezuela y el triste desenlace del “socialismo del siglo XXI”. Lo que empezó con buenas intenciones de igualdad y justicia social para beneficiar a la población, ha derivado en represión, corrupción y hambre para todos.

Sin embargo, no pierdo de vista a Orwell: el problema no está en el socialismo en sí mismo, sino en los medios con los cuales el chavismo acumuló poder, en el proceso por el cual se deformó la separación de poderes, y en la manera en que se ha manejado el acceso y la presentación de la información a la población, además de los factores económicos inherentes a un sistema tan dependiente del petróleo. Con todo lo anterior, la historia de la granja Solariega se cuenta de nuevo en el país vecino.

 

Dora Carreño
Entre otras cosas, Politóloga de la Universidad de los Andes. Pd: Aquí solo expreso mis opiniones personales.