Se ha construido a lo largo de la historia un molde masculino que debe ser llenado a la perfección con toda nuestra testosterona, a falta de esto, cuando este molde no queda totalmente cubierto por el cuerpo del macho entonces se le señala, es objeto de una particularización burlesca, se le agrede y hasta se pone en duda su humanidad.
Los roles son exigentes, nos han dividido y hasta cierto punto confundido cuando se trasgreden.
Es preciso que ahora se verifique la utilidad, si es que la tiene, del género impuesto por la especie al macho, estandarte de la evolución humana que ha sido capaz de construir una de las más avanzadas civilizaciones. La asociación ha sido el principio de muchas cosas, entre esas la asignaciones de roles de conducta diferenciados a cada miembro de la especie, esta asignación de la que hablamos aquí tiene su base en el sexo, que es una propiedad biológica reproductiva establecida por la naturaleza.
Siguiendo esta línea, había yo dicho en la anterior columna “Sobre el feminismo” que en los estados pasados de existencia humana y a falta de condiciones tan cómodas para la vida como las actuales, era necesario que la hembra permanencia en un lugar seguro, a salvo, con la cría, evitando posibles depredadores. En este caso se ve al macho impulsado hacia el exterior a buscar alimento para consolidar la supervivencia propia, la de su cría y la de la madre.
Afuera el macho se encuentra con un ambiente bastante particular: lucha, caza, y esfuerzo físico aún después del descubrimiento de la agricultura, siendo así cómo se empieza a establecer una conducta estándar de estricto cumplimiento derivada de las actividades mencionadas. Ocupando la hembra labores centradas en su entorno inmediato, entraría el macho a hacer suyos los comportamientos relacionados con sus actividades diarias. La hembra manejaría un perfil privado, el macho un perfil público.
Es entonces de esta manera como el macho llega a ser luchador, cazador, espécimen lleno de fuerza y habilidad del que se espera alimento y protección, situación que en la actualidad se puede perfectamente identificar en algunas parejas de una manera más estilizada pero presentando siempre su carácter inicial.
Se ha dicho que el macho es quien ha regido la sociedad humana y que el sistema patriarcal ha sido impuesto, siendo esto verdad, pero es una imposición natural establecida por la especie misma y de la que es “víctima” tanto la mujer como el hombre mismo. Solamente durante una parte del periodo de la Revolución Francesa que comprende los primeros quince años del siglo XIX (1.800 – 1.815) podemos hablar de más de ciento cincuenta mil hombres muertos provenientes de toda Europa y dados de baja en las batallas de Austerlitz, Borodinó y Waterloo entre otras. Esto se debe a que era de esperarse que el macho saliera a combatir, a matarse, a defender con su vida la antigua monarquía o la nueva democracia.
La guerra es solo uno de los aspectos del hombre relacionado directamente con el machismo que merecen especial atención, porque aunque siendo la lucha una práctica generalizada de todas las especies donde nunca se tiene en cuenta la edad o el sexo para atacar, es el hombre el único animal que se asocia para declarar la guerra y los ejércitos en su gran mayoría están conformados por machos únicamente. Curioso hecho.
Por otro lado, más apasionado, el macho gracias a su rol predeterminado se ha visto privado de la libertad para expresar sus sentimientos y emociones reprimiendo conductas que hagan entrever estados de debilidad, acto puede generar consecuencias negativas en la salud mental. Hasta cierto punto de la historia solo les era permitido a las hembras demostrar conductas emocionales y basta con pronunciar la frase “los hombres no lloran” como evidencia de esto.
El machismo no es un constructo social que disminuye a la mujer solamente, es un concepto que despersonaliza al macho mismo así como a todas aquellas personas que no se ciñan al seguimiento de determinada conducta y aunque las grandes opresiones tienen grandes y dolorosas consecuencias de la misma forma las pequeñas, las diminutas privaciones pueden afectar de la peor manera un alma humana.
Es cierto que han existido, históricamente, estándares de conducta esperados tanto para el hombre como para la mujer, es cierto que tales estándares han estado en situación de desequilibrio para ambas partes pero muy a pesar de esto nuestra especie, sea cualidad engrandecedora o artificial perversión, se construye día a día, milenio a milenio y con una variable infinita del tiempo ante nosotros resulta casi que naturalmente imposible mantener un status quo.
Mientras que el feminismo afirma la existencia de la mujer en el mundo social, realza su posición y la libera, el machismo por el contrario niega masculinidades que no se enmarquen dentro un campo único de comportamiento, es por su misma naturaleza discriminatorio.
La finalidad de estas dos columnas es identificar la poca importancia que tiene la institucionalización de los roles de género en la especie humana, que no existe una ley física que impida mezclarlos y que cada espécimen particular puede comportarse de la manera que considere más satisfactoria para sí mismo, pues somos ante todo seres inacabados en constante construcción.
Publicada el: 3 Oct de 2016