Columnista:
Ían Schnaida
Mónica y Andrea son gemelas y cursan octavo de primaria en un colegio público de Medellín. Al igual que sus primos y hermanos, jamás han accedido a educación de corte privado. Se han amamantado de lo que el Estado ha querido darles.
Este año parece que ya lo terminan estudiando desde casa. Prácticamente fue todo el curso. Ellas están felices por poder compartir más tiempo con su madre, no obstante, las nuevas dinámicas que impuso la pandemia las hacen dudar de si el otro año deberían o no repetir el grado, esta vez, desde la presencialidad. Doña Patricia está preocupada porque siente que así sus hijas perderían todo un año, pese a que este año, como normalmente Ocurre, ocupan los primeros puestos en los odiosos rankings de quién es el mejor.
Mónica, de 14 años, me explica mientras desenvuelve una pequeña chocolatina, que antes recibía cinco horas de Lengua Castellana a la semana y ahora solo recibe de una, a una hora y media. Entre un 70 % y un 80 % menos de intensidad horaria. Si contamos desde mayo (que retornaron “a clase”) hasta noviembre (que termina el Calendario Escolar) son 26 semanas, en las cuales deberían recibir 130 horas de una asignatura primordial en su formación y que pasarán a ser, en el mejor de los casos, 39 horas. De no creer.
Caso similar ocurre con Matemáticas. La intensidad horaria era de 5 horas por semana y ahora todo se resume así: a las 7:00 de la mañana reciben un video de parte del docente con el tema del día o con un taller práctico, luego tienen un espacio para estudiar ese tema o desarrollar los ejercicios, más adelante llega la clase, a las 10:00 a.m., momento en el cual socializan las dudas, resuelven en conjunto algunos temas o avanzan en teoría y pare de contar. Parece un eterno taller de refuerzo académico. Y eso cuando hay clase, porque a veces el profesor no tiene internet, hay una conmemoración o pasa cualquier cosa más importante que el verdadero acto de la enseñanza.
Y no juzgo a los docentes, es culpa, claramente, del sistema al que se ven supeditados, pues no son ellos los que deciden que un estudiante pase de recibir, en equivalencia, semanas de formación o solo unos días.
A esto hay que sumarle la desconexión natural del estudiante con su maestro, que si antes no daba abasto con 45 niños por salón, ahora apenas si logra llamarlos a lista sorteando las dificultades técnicas de unos y otros. Y las suyas también. ¿Pero le ha importado al Gobierno esto? ¿Se trasnocha la ministra de Educación al saber que nuestros niños están siendo formados, aún más, en la mediocridad? No lo parece. No se inmuta. No se les ve contratando más docentes para alivianar las cargas, sino invirtiendo más en armamento, para alivianar la pobreza a punta de bala.
Lo que sí le preocupa a Iván Duque, y al régimen que hoy representa, es la violencia y la supremacía por medio de las armas. Sean de corte legal o no, lo importante es mantener vivo al enemigo interno. Por eso es que no extraña que Colombia tenga uno de los Ejércitos más numerosos de América Latina y, no sobra decirlo, uno de los más ineficientes.
¿Cómo se explica que seamos un país lleno de policías y soldados, y a la vez de inseguridad y masacres? No es tan difícil, pues hay un matrimonio de vieja data entre un gran sector de las Fuerzas Militares y la ilegalidad, ya sea que esta se vista de parapolítica, de narcotráfico, de corrupción o de bandas ilegales. Esa historia de “llegaron a matarnos y desapareció el Ejército” ya la sufrimos hasta la saciedad.
No es de gratis que la gente vea pasar un policía o un soldado y se sienta aún más insegura que sin verlo. Y no es por los videos que rondan en internet, es porque casi todos hemos tenido encuentros desafortunados con uniformados. Algunos hemos salido con vida y sin menos dinero, otros no tuvieron esa dicha.
Lo cierto es que a mayor número de uniformados nunca hemos tenido mayor seguridad. Es claro que son cobardes ante los criminales y valientes ante los estudiantes con pancartas. Porque claro, si hay que arriesgar una vida, que sea de alguien de ese montón amorfo que es la sociedad que lucha por sus derechos en medio de un régimen que se viste de democracia sólo ante los medios y las comitivas internacionales. O bien, cuando estiran la mano para guardarse la plata de la implementación y mecatearsela en la fétida imagen del presidente.
Duele pensar que jóvenes que están saliendo a reclamar lo que les corresponde por derecho no vayan a regresar a casa hoy. Nos mienten en la cara diciéndonos que los policías no estarán armados, pero incluso con sus armas “no letales” nos han matado una y otra vez. Y lo seguirán haciendo, pues Duque dejó claro que está de su lado, y de todo aquello que signifique un atraso para el país y una ventaja para la élite que lo puso a mandar.
La pandemia está sirviéndoles en su campaña de educar al pueblo lo más mínimo posible. A la par que se presta como una excusa para disolver manifestaciones que no son “antojo de unos cuantos” o eventos patrocinados por guerrilla alguna; pero que, así vendidas, sirven de alimento para ese sector de la sociedad que sigue preso del ilusionismo mortífero del uribismo, y que opta por creer que los enemigos no visten de traje sino que fungen de vecinos o están en nuestra propia familia.
Sobran muchos uniformados. No porque sus vidas sean indispensables, sino porque podrían estar formándose para contribuir verdaderamente al crecimiento del país. Cada joven que se profesionaliza salva más veces al país que un tombo intimidando con su taser. Necesitamos que se priorice la educación y el derecho a educarnos, sobre el capricho sangriento de unos cuantos. Necesitamos que las aulas, virtuales o presenciales, sean espacios de crecimiento, desarrollo, inquietudes, avances y unión. Necesitamos más colegios y universidades públicas y menos CAI. Es más seguro estar rodeado de libros que de hombres armados de todo, menos de escrúpulos.
esta frase es original tuya o la copiaste de un delincuente, siempre he oido que la gente de bien se queja de la inseguridad, de la falta de policia. solo los delincuentes quieren que halla menos plicias. que clase de delicuente eres tu que crees que sobran caus y policias, de que pais hablas, esta frase nunca la habia escuchado en ningun pais, es propia de un delincuente de alto calibre o solo sacas teorias conspirarivas a la loca y sin ningun fundaamento como todos tus temas.
esta frase es original tuya o la copiaste de un delincuente, siempre he oido que la gente de bien se queja de la inseguridad, de la falta de policia. solo los delincuentes quieren que halla menos plicias. que clase de delicuente eres tu que crees que sobran cais y policias, de que pais hablas, esta frase nunca la habia escuchado en ningun pais, es propia de un delincuente de alto calibre o solo sacas teorias conspirativas a la loca
¿Realmente, ha leído usted la columna? tal parece que no, él habla de que sería más provechoso sí fuesen jóvenes educandose en alguna especialidad. Además, dice que sería mejor estar llenos de libros y no de armas y más en hombres sin valores
esta frase es original tuya o la copiaste de un delincuente, siempre he oido que la gente de bien se queja de la inseguridad, de la falta de policia. solo los delincuentes quieren que halla menos plicias. que clase de delicuente eres tu que crees que sobran cais y policias, de que pais hablas, esta frase nunca la habia escuchado en ningun pais, es propia de un delincuente de alto calibre .