¿De verdad tenemos tan poca memoria? Estamos todos los días llenos de noticias que no terminamos de digerir nunca bien, porque no ha pasado un día y ya tenemos que estar lidiando con otro escándalo que rueda por ahí, con el patrocinio de alguno de nuestros rectísimos dirigentes políticos. Y es intrigante, porque aunque nos quitan y nos quitan y nos siguen quitando, estamos entre los países más felices del mundo y claro, no faltará la persona que salga a defender la teoría de que hay que mirar para otro lado, para evitar el sufrimiento.
Tal parece que mirando para otro lado, las cosas raras y malas para nosotros van a dejar de ocurrir. Nuestra indiferencia con la realidad nacional nos está dando semana tras semana, día tras día, hora tras hora lo que de verdad nos merecemos como nación desunida y poco activa ante el descalabre que nos propinan los llamados “Padres de la patria”; que por cierto, deberían estar la mitad más alguno en la cárcel o mínimamente, haber renunciado a sus puestos. Pero no, aún les falta mucho a sus bolsillos para terminar de llenarse.
Desde hace unos años, con la llegada de las redes sociales, se puede decir que sabemos de todo, pero a la vez, no sabemos de nada. Todos los días se destapan escándalos de personas en quienes confiamos el país, nuestras ciudades y nuestros municipios, pero por ahí andan todavía (no quiero mencionar nombres porque no acabo esta columna), en carros que pagamos nosotros, con guardaespaldas que pagamos nosotros y con muchos lujos más, que por supuesto, pagamos nosotros.
Estamos atiborrados de situaciones que en otros países deberían ser escándalos muy escasos y bochornosos, pero nos vamos acostumbrando a ver esto como lo cotidiano, como “lo que hay”.
Definitivamente no podemos hacer eso y no hay que olvidar que no hay algo más peligroso para un pueblo que la indiferencia del mismo, porque luego el que venga, sea del partido político que sea, va a poder seguir metiéndonos los dedos en la boca con más corrupción. Esa corrupción que nos lleva a casos como los famosísimos Odebrecht y Reficar, que le sacaron de los bolsillos a los colombianos billones de pesos, directamente para el bolsillo de estas hermosuras de cuello blanco. Esa corrupción que tiene tapados en dinero a los hijos del “excelentísimo” ex presidente, haciendo manillas (¡sí, claro!) y vendiendo mochilas. Esa corrupción que nos llena de vergüenza y que tiene a La Guajira como un pueblo a parte del resto del país; porque no lo duden, cada vez que dicen en los noticieros que un niño murió de hambre, es porque hay un político corrupto detrás sacando su tajada; no me deja mentir el hecho de que fue capturado el alcalde de Riohacha por andar negociando con los alimentos de los niños. ¡Descarado!
Claro que lo que estoy diciendo en esta columna no es nuevo; no he descubierto nada, pero sí estoy seguro que con un poco de memoria y lectura concienzuda, podemos hacer lo que nunca antes ha hecho un político por el país: cambiarlo para bien. Si los colombianos tuviéramos un poco más de memoria y de sentido de pertenencia por este pedacito de tierra que nos tocó, con aproximadamente 48 millones de compatriotas (de los cuales solo salen a votar el 37.5 %), estaríamos contando otra historia y no solo desde ahora, sino desde Jorge Eliécer Gaitán. Pero como no somos así, nos tocó aguantarnos a los “Samperes, Pastranas, Uribes y Santos”, que cada uno con tres o cuatro hijos, van a seguir aportando a Colombia los gobernantes que se merece y que muy seguramente no necesita.