Simón

Mi favorito es Simón. Sí, sé que suena un poco desalmado. Pero, es inevitable establecer vínculos en un lugar como este, más si es con un perro.

Opina - Política

2018-04-13

Simón

Desde hacía mucho tiempo tenía una deuda conmigo. Algo que siempre estuvo en mis planes, pero que me reservé durante varios años; hasta que, un día, le pregunté a mi madre dónde quedaba aquella fundación de animales de la que alguna vez me había hablado.

Fuimos y dije: “Algún día vendré”. Pero, algún día llegó dos años después. Pues, con el tiempo, me he vuelto un poco existencial y en una ocasión, desempleada a mis veintiocho, me pregunté realmente qué quería para mi vida e hice una lista mental de sueños; de la cual extraje los que, consideraba, podía cumplir por mis propios medios y entre mis grandes anhelos estaba, por allá a los cincuenta, tener o apoyar económica y sustancialmente a una fundación de perros (que es mi animal favorito). Mas, esta vez, decidí: “¡Basta de esperar, hay que moverse!”. Y sin pensarlo dos veces, empecé de voluntaria. Claro, sin olvidar el propósito que tengo para mis cincuenta.

La fundación queda en Pance, Cali. Es un lugar campestre, pero muy cerca de las universidades. Alberga a más de trescientos animales entre gatos, perros, caballos y un toro. Y tiene la capacidad de atraparte de una manera que no logras comprender.

Llevo poco tiempo, pero he conocido a muchas personas entre trabajadores, veterinarios y voluntarios; quienes me han explicado, sin palabras, lo que es tener una pasión ciega y tan maravillosa, como la de ellos por los animales. En esa finca de caninos, felinos, equinos y demás. Finalmente, he descubierto un mini-mundo en el que estos seres son cuidados y queridos, tal como debería ser siempre; lo cual me resulta encantador.

El horario para voluntarios es lunes y viernes, de nueve y media de la mañana a una y media de la tarde. Cuando yo llego y veo esas colitas moverse al verme, a pesar de que hasta hace poco yo era solo una desconocida, algo vuela directo a mi corazón, algo que siempre me hace querer volver a escuchar ese estruendo alegre de ladridos y a ver ese mar de patitas, pelos y ojos saltones que llevamos al Río Pance a jugar. Les aseguro que estar ahí parada, fuera del agua, viendo a esos animales ser felices, no tiene precio. La paga por ser voluntaria es esa: Precisamente lo que el dinero no puede suplir ni las palabras explicar.

Después, claro, hay un sinfín de tareas. En mi caso: Lavar los platos de los perros y limpiar el mesón.

Pero, es tan placentero estar ahí, que todo se hace con gusto porque a donde miras hay un angelito echado, tomando agua o quizá jugando; que te mira y aun sin que lo sepa, te agradece por lo que estás haciendo, porque estás sacando de tu tiempo y de tu vida para ellos, seres que no tuvieron nada, solo la suerte de estar en un albergue.

Y en mi caso, ¿qué mejor manera de invertir mi tiempo libre? Por eso te digo que, cualquiera que sea tu manera de ayudar, no te resistas. Visita a la Fundación Paraíso de la Mascota, contacta por redes sociales o llama. U otra, si vives fuera de Cali. Pero, ¡por nada en el mundo, pierdas el impulso como yo hace dos años!

A veces, los fines de semana, cuando estoy en la calle, pienso en ellos: En Valiente y sus tres patas, en el gigante Max, en la gordita Tomasa, en Tostado y sus besos o en la temperamental Sara. Y no puedo evitar sentir ternura al recordar que están allá, durmiendo en aquel albergue, esperando a que sea lunes para ir a pasear y sin saber si mañana, por fin, tendrán una familia o si, en cambio, hace mucho la encontraron y, quizá, hasta yo hago parte de ella. Pero, claro, en el que más pienso es en Simón. Pues, ya dije que era mi favorito.

 

 

Imagen cortesía de Revista Weepec.

 

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Lorena Arana
Periodista con Máster en Escritura Creativa. Libro: 'Poemas de cabello corto'. Cuentista y microcuentista de última generación. Tía de oficio. En ocasiones, premiada. Ansiosa rehabilitada - Hipofantástica pasada. Meditadora, trotadora, lectora. Y mi perra sonríe cada que me ve.