Sigue rondando el fantasma del castrochavismo

Un fantasma recorre Colombia: el fantasma del castrochavismo. La famosa fase introductoria de Carlos Marx y Federico Engels, pero adaptada al temor de Álvaro Uribe Vélez.

Opina - Política

2020-07-13

Sigue rondando el fantasma del castrochavismo

Columnista:

Alejandro Bonet González

 

Durante las últimas dos décadas, la intención de tener un pensamiento crítico contra la política uribista se ha convertido en un blanco de difamaciones absurdas, a tal punto de querer manchar injustificadamente la imagen de quienes forman la oposición. Hemos llegado a una instancia donde las falacias de asociación se han vuelto naturales, especialmente por los políticos que buscan ocultar la realidad de los hechos, todo con base en la manipulación mediática y los ataques personales.

El expresidente Álvaro Uribe ha normalizado usar terminologías incongruentes para defenderse de quienes lo ponen contra la espada en la pared, especialmente con palabras relacionadas a castrochavistas y  neocomunistas. Entre sus polémicas más recientes, resalta cuando calificó al exfiscal Eduardo Montealegre de “idiota útil del neocomunismo y del terrorismo”. Peor aún, es increíble que todavía existan personas respaldando este tipo de acusaciones, aunque realmente no tiene correlación por la demanda que se quiere imponer en la Corte Suprema de Justicia, y no pasa de ser una simple falacia ad hominem bastante evidente. 

No hay que ser muy inteligente para examinar una cuestión tan sencilla, respecto a buscar aclarar los eventos acontecidos durante las masacres del Aro y La Granja. Ciertamente, no existe lógica en asociar esto con temas que no vienen al caso, como por ejemplo la lucha entre clases sociales, la colectivización de los medios de producción, la eliminación de la propiedad privada y la dictadura del proletariado. Los intentos por inculcar un chivo expiatorio para proteger la ineficiencia gubernamental aún son vigentes, ya que el problema no cambiará si algunos ciudadanos aceptan enteramente estas frases de odio. 

Bajo ese orden de ideas, es entendible que haya públicos con pensamientos comunistas y demuestren oposición hacia el uribismo, pero meter a todos sus detractores en esa misma doctrina político-económica no tiene ninguna validez. Lo interesante del tema es que en varias corrientes de pensamiento hay personas disconformes con este grupo de gobernantes, incluso gente vinculada con la derecha política. Entre estos pueden incluirse algunos conservadores, ya sea porque no quieren sentirse identificados con funcionarios que los representan desfavorablemente, especialmente por polémicas vinculadas a la corrupción y la incompetencia política; o bien, también se encuentran los libertarios, principalmente por no defender el nivel de intervención política y económica que es tradicional en los mandatos uribistas.

El fantasma del castrochavismo también ha logrado deambular en los discursos del presidente Iván Duque, pero esta vez catalogado como “neochavismo”. Al parecer, ya ni siquiera los ciudadanos pueden exigirle al gobierno que cumplan con su labor administrativa correctamente, puesto que recalcar defectos se queda en el reduccionismo de “salir a sembrar caos”.  

Estos acontecimientos respaldan correctamente lo que predicaba el antiguo pensador chino Confucio, respecto al tema de que un líder debe considerarse como un Junzi, es decir, un hombre superior con virtud, fidelidad y sinceridad; por consiguiente, si el deseo de un líder es hacer el bien, la gente seguirá sus pasos para ser buena. No obstante, nuestro contexto es el caso contrario, el pueblo no se siente respaldado por las justificaciones que dan los políticos para olvidar sus responsabilidades. Este extremo conlleva  a que la fuerza política del uribismo esté perdiendo peso con el pasar de los años, a tal punto de superar el 50% en encuestas de aprobación frente a la labor del actual mandatario.

Cabe recalcar que este tipo de acusaciones no se quedan simplemente en palabras, sino que han llevado al punto de incidir en la vida de figuras públicas importantes. El libro ChuzaDAS de Julián Martínez nos muestra datos de cómo los discursos nocivos de Álvaro Uribe afectaron a miembros de ONG y a varios activistas de derechos humanos, ya que bajo suposiciones los vinculaba con las F.A.R.C y los catalogaba de terroristas. Del mismo modo, los ataques de desprestigio buscaron afectar otros personajes de oposición, como por ejemplo Gustavo Petro, Hollman Morris, Daniel Coronell, y Piedad Córdoba.

A fin de cuentas, el miedo del uribismo por el fantasma castrochavista está llegando a un nivel inadmisible. Lo único que están consiguiendo es desacreditarse a sí mismos frente a la sociedad, al mismo tiempo de reforzar la idea sobre que necesitamos un cambio drástico de quienes conforman el poder. Al parecer, siguen sin entender que un individuo racional es aquel que sabe reconocer sus errores, debido a que buscar justificarlos es tener un comportamiento decadente guiado por la mediocridad. 

 

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Alejandro Bonet González
Soy egresado de comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, con prácticas profesionales en el Diario La República. Tengo 22 años y mi orientación política es en defensa del ordoliberalismo alemán de la Escuela de Friburgo, fiel creyente de la economía mixta. Mi enfoque está centralizado en el periodismo económico. Mis aficiones están entre jugar fútbol, practicar piano, escuchar teorías de conspiración, ver series y leer novelas de thriller psicológico.