Si los países fueran personas

Opina - Internacionales

2017-03-26

Si los países fueran personas

Si se reunieran en una sala -en el contexto de una fiesta casera- todos los países, Estados Unidos sería un señor rubio, con la cara roja por la presión alta y todos le rendirían pleitesía. No se tendría certeza del origen, legalidad y moralidad de su riqueza pero pues, el que tiene plata marranea, aquí y en todas las fiestas. Lo verían comer y cómo esa comida se le sale a trozos, además, en las comisuras de sus labios, se formaría una suerte de baba blanca pero parecería increíble. De hecho, todos en esa fiesta tratarían de hablar inglés. ¡Él que tiene plata marranea!

A su lado estaría Brasil, un negro de ojos verdes libidinoso y festivo, despreocupado en general, ni muy amigo pero nunca enemigo de alguien. El extrovertido cautivador que tiene enloquecida a la Gaucha que está al fondo tratando de hablar italiano. Ella, la Argentina, no mira a nadie cercano, es petulante, narizona, bohemia y de contextura atlética, la que adora trasnochar, sabe de vinos, carnes y tangos. A su lado, pretendiendo disimular amistad, estaría sentada la chilena, es muy parecida a la Argentina o al menos eso procura. La Argentina no la soporta pero ahí está, pues la Chilena goza de cierta solvencia económica atractiva, así su discurso sea retardatario de las mas rancia Derecha conservadora.

Ecuador y Perú, el uno joven y el otro viejo y sabio. Perú, conocedor de la buena mesa y lleno de anécdotas agradables, su cara indígena, marrón y ajada le aporta credibilidad a sus enseñanzas. El joven Ecuador es ansioso, no es estable pero siempre está interesado en aprender, de su pecho salen bríos y los dos sentados, siempre en contradicción, como si Ecuador quisiera enseñarle a Perú y Perú sin entender el fulgor de la juventud. Paraguay, al igual que los anteriores, exhibiría su atuendo colorido y con prudencia le mostraría a la concurrencia lo impresentable que es ver al joven Uruguay imitando a su vecina Argentina en ademanes. Paraguay el mas callado de la fiesta pero es de esas almas que desde su prudencia encanta e invita a conocer.

Hay un espigado señorito Francia en la otra sala que, sin timidez, alza la voz para hablar en de todo lo políticamente correcto, todos lo conocen y saben que detrás de esas gafas de marco grueso y rostro en forma de filo, solo hay vanidad. El viejo de España a su lado se cae de la borrachera y suelta uno que otro insulto. Un cuadriculado inglés mira con desdén y suficiencia, innegable en sus buenas maneras y de impecable vestir, es una lucha de egos propia de ese lado de la fiesta, un espacio físico, por supuesto, mejor que el destinado a los latinos. Por eso la concurrencia aprecia tanto al señor Estados Unidos, al menos se sienta acá con los latinos, así sea por obligación.

Sentada está la señorita Venezuela. Tantas cosas para describirla, rímel corrido y pintalabios profundo, el rostro del abuso buscando validarse. La vergüenza marca su expresión facial. Tímida y llena de miedos. Hija de petroleros pero juzgada por la sala.

Imagen cortesía de: Aporrea

Colombia está sentada observando el panorama. Ella ni es chicha ni es limonada. Es una mujer joven afanada por ocultar sus rasgos indígenas, es hija de un negro y un indio y su tío es de España. Mezcla extraña que no la enorgullece. Trata de llamar la atención de Estados Unidos porque eventualmente se acuestan. Colombia habla mucho, mira con deseo al señorito de Francia, al espigado Inglés, flirtea con el coqueto Italiano que está sentado cruzando el corredor. Coquetea con el rígido señor Alemán que a su vez observa encantado la puntualidad del mesero.

Las anécdotas de Colombia son superficiales. Explica su paso por un quirófano, con desdén trata de “indio” al fogoso Ecuatoriano que habla de ingeniería. Colombia preferiría que Bolivia no hubiera venido vestida de Paceña, ¡es una ofensa vestir de llama y alpaca!. Colombia tendría su Facebook lleno de fotos de platos de todas las comidas que come cada que sale a un restaurante, de sus rutinas de ejercicio para que las demás sepan que también está a la moda y de memes para argumentar el por qué “hacer la paz” fue un error ya que le entregaron el país al ateísmo. Colombia tiene un perro diminuto en su cartera y paga el Chevyplan, adora decirle al señor de Panamá que está a su lado -y que es banquero-, que ama su apartamento en Miami y que se piensa hacer un tatuaje con la palabra “serendipity”.

El marasmo de la fiesta llega cuando Estados Unidos se fija en la mujer de un Musulmán. Todos saben que la tendrá a las buenas o a las malas. El grupo que viene de África con su amplia sonrisa se siente marginado de una fiesta llena de gente postiza. Ni el Australiano que estoicamente comenta sus gestas en los mares surfeando o el pelirrojo Holandés fumado, logran bajarle tensión a la fiesta, mientras Colombia, la de la baja autoestima, le muestra a Ecuador y Venezuela el video del pastor Arrázola con Alejando Ordóñez marchando contra la corrupción organizada por el expresidente que a punta de torcidos enriqueció a sus hijos.

Acaba la noche de fiesta, una noche mas en el paraíso y Colombia vuelve a su apartamento en Chapinero lamentando no haber nacido en otro país.

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Andrés Bravo
Abogado.