Por lo que más quieran, sacúdanse de ese discurso de castidad intelectual que les prohíbe exigir sus derechos o comprender la lucha de los derechos de los otros.
Es penosa la domesticación que se oculta en el discurso en contra de quienes marchan. Hoy los estudiantes, agricultores y funcionarios de la rama judicial, están representando valientemente a una sociedad que alza su voz ante el déficit fiscal de las universidades públicas, el aumento en los precios de la gasolina y la reforma tributaria.
Hay quienes repiten la consigna que la protesta no tiene que ¨entorpecer la movilidad¨. Por supuesto que no es para nada agradable encontrar las calles bloqueadas, pero es un buen comienzo porque nos ayuda a reconocer que hay otros que sufren.
La protesta debe ser pacífica, pero debe ser protesta. Si no incomoda a nadie, no estorba, a duras penas se escucha.
Los políticos ostentan cargos públicos, por ende, su responsabilidad es con el bienestar de la gente. En campaña hicieron promesas que no están cumpliendo. Viven del erario que alimentamos con los impuestos que provienen de nuestro trabajo. Es por esto, que exigir no solo es mi derecho, sino mi obligación.
Quejarse es esencial para que una sociedad funcione, es un mensaje, un síntoma, una alerta. Por medio de estas líneas quiero reivindicar el ejercicio de la protesta. Por cada vez que te digan “No te quejes”, yo te digo quéjate claro y fuerte. Así permitirás que tu lucha encuentre una salida, que tenga eco y reconstruya tu entorno.
Colombia es una sociedad que sigue aprendiendo a caminar. Tenemos que empezar por dejar la insensibilidad y decir ¡Basta! Quejémonos sistemáticamente, públicamente, dejemos claro que no toleramos más injusticias. Ese día dejaremos de ser humanoides.
Foto cortesía de: Sur.
