Lo único bueno de Santos ha sido el Proceso de paz y eso que lo está haciendo a medias; porque si bien fue la mejor manera para acabar con el conflicto con las Farc que ha desangrado el país, hay muchos temas en los que no se está haciendo nada. Y digo que es lo único porque de ahí para adelante Santos, más allá de ser un vocero de paz en el mundo, como lo serían Nelson Mandela o Malala Yousafzai con quienes sólo comparte la medalla dorada, se ha dedicado a ser el típico presidente colombiano: corrupto, clientelista y miope frente a las problemáticas sociales.
El gobierno de la Prosperidad se raja en casi todos los temas de garantía de derechos constitucionales como la educación, la salud, la protección a la infancia y la vida. ¿Cuántos líderes sociales asesinados se requieren para llamar la atención de un Nobel de paz? Al parecer más de las 41 que van este año y que muy descaradamente su Ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, salió a desmentir diciendo que correspondían a denuncias recibidas, como si los asesinatos tuvieran escala de valor dependiendo si es un defensor o no. Si los mataron los mataron, Ministro anticristo, cada colombiano cuenta.
A Santos se le olvidó que hacer la paz no es solo hacer lobby y buscar platica, también es aplicar programas y leyes en temas fundamentales que beneficien a todos los colombianos, que hemos sido víctimas de que en las últimas seis generaciones, el tema de la guerra fuera el pilar de la construcción de un sistema económico y político en donde no todos cuentan con las mismas oportunidades. Por que a un Nobel de paz le parece normal que en su país solo el 2% de los jóvenes estrato 1,2 y 3 accedan a la educación superior o que cada tanto los maestros tengan que salir a la calle a marchar por los derechos que como trabajadores del Estado merecen.
O que el 10% de los colombianos, muchos habitantes de pueblos y zonas lejanas, no tengan acceso a servicios básicos de saneamiento como acueducto y alcantarillado, o que el déficit presupuestal del sector salud para 2017 sea de $ 5,5 billones y la deuda de hospitales y clínicas supere los $7 billones. Al aplaudido Nobel no le interesa que 38 colombianas mueran a causa del cáncer de cuello uterino a la semana, víctimas de ese mismo sistema de salud que no tiene programas de prevención en una enfermedad fácil de detectar, solo por dar una cifra de las muchas que arroja un Sistema de Salud pensado al beneficio de las EPS y no de los colombianos.
Pero el tema con Santos no está solo en derechos, porque en materia económica no solo le va mal sino que se encargó de crear el monstruo de la Reforma Tributaria, con el que aumentó el IVA del 16 al 19 por ciento y que afectó directamente el bolsillo y la calidad de vida de los colombianos, una reforma abiertamente beneficiosa para la clase alta.
Y como si fuera poco, el tema de la corrupción que salpicó su candidatura y que en otro país del mundo hubiera dado para una destitución, solo se medio denuncia en algunos medios, y eso que sin decir todo el panorama, y por sus examigos del Centro Democrático, pero como van credibilidad abajo, ya sólo se oyen a los viejitos uribistas y a los tuiteros enajenados copiando sus mensajes; así el tema no cobra mayor importancia, lo que causa que la mediocridad de este gobierno no esté presente en la mente de muchos colombianos.
Si Santos se comportara a la altura de lo que significa ser un Nobel de Paz, estaría preocupado por hacer una adecuada implementación de los Acuerdos de paz, poniendo la disposición para que el Estado ejecute debidamente lo que acordó en La Habana, y buscando los mecanismos para avanzar en un diálogo con el ELN y en el control militar de grupos paramilitares y bacrim que son el nuevo cáncer del conflicto interno.
Pero no, Santos pasa de agache en parte porque esa misma “oposición” se la pone fácil cuando salen a marchar gritando improperios y defendiendo corruptos con condenas vigentes que ellos mismos han robado; pero esa es mierda de otra letrina.
Al presidente le falta mucho pelo pa´el moño si lo que quiere es pasar a la historia como un verdadero Nobel de paz, que consiguió lo que Uribe a punta de bala no pudo, un acuerdo para acabar el conflicto. Esperemos, por beneficio de todos los colombianos, que el título no le quede grande como hasta ahora.
Cuánta razón le asiste a Daisy Villalba. Aun así se queda corta frente al farsantos, como procuro mostrar en este ensayo. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=222754