Las diferencias entre Juan Manuel Santos e Iván Duque son, a todas luces, inmensas. Tanto por trayectoria como por formación y en muchos otros factores, el ex presidente le da tres vueltas al actual mandatario y en eso radica, puntualmente, la suerte de cada uno.
Santos llegó a la presidencia de la República en 2010, luego de una larga carrera de 20 años en el sector público, en donde pasó por las carteras de comercio, hacienda y defensa. Asimismo, llegó al primer cargo del Estado con el respaldo de su apellido, un apellido que ya había tenido presidente, vicepresidente y congresista, además de ser los dueños de uno de los periódicos más importantes del país: El Tiempo.
No sobra mencionar que al momento de llegar a la Casa de Nariño, Santos conocía y había trabajado con varios de los políticos más importantes e influyentes del país: Pastrana, Uribe, Restrepo o Gaviria, por citar algunos. En el plano internacional, el expresidente contaba con la amistad de importantes líderes mundiales, como Tony Blair o Felipe González, ex mandatarios del Reino Unido y España, respectivamente, lo que le permitió realizar una gestión diplomática importante en temas de paz, visados e inversión.
Todos estos factores le permitieron a Santos tener las cartas en la mano para ganarle la partida a Uribe y así las jugó. Gobernó para Colombia y no para el senador, con todo y los muchos errores que cometió, se dio el lujo de “traicionar” al líder del Centro Democrático.
Todo esto para resumir que Duque no podrá hacer lo mismo. El presidente está condenado, bien condenado, a ser títere 4 años. No tiene ni la jerarquía, ni la experiencia, ni la formación para ejercer el cargo en soledad. Su inexperiencia lo tendrá, en todo caso, siguiendo órdenes. Más allá de eso, es su falta de carácter, pues después de 8 meses, Duque ni se siente, ni se oye. El desgobierno en Colombia es latente y nadie habla de Iván.
A Colombia le esperan meses difíciles, con metidas de pata estrepitosas, que le servirán al presidente, y a la ciudadanía, a entender que no todos tienen la madera para sentarse en la Casa de Nariño. En medio año y un poco más, Duque nos metió en un conflicto internacional que tiene al borde del abismo a Cúcuta; a Rusia con los ojos encima de Colombia y a Maduro más fuerte que hace meses y con tropas enviadas por Putin para meter miedo en la región.
En el mismo período, el presidente ha perdido sendas batallas en el Congreso y otras sólo las ha podido salvar a punta de mermelada, como el Plan Nacional de Desarrollo. No contento con todo esto, le ha metido la pata a la paz, lo que, indudablemente, solo generará más violencia, caos e inseguridad jurídica, para los desmovilizados, militares e inversionistas extranjeros.
El rumbo aún se puede enderezar, pues quedan 40 meses de gobierno, pero todo apunta a que serán 3 largos años de retroceso, gracias a que 10 millones de colombianos sólo votaron por el que dijo Uribe.
Foto cortesía de: Semana