Columnista:
Juan Camilo Parra
Cuando llega a nosotros la música de alguna de nuestras costas, el cuerpo y la mente terminan recordándonos que somos herederos de una tradición no solo alegre, sino violentada y burlada por quienes aún no quieren soltar el poder. Esos mismos que tildaron a los negros de hombres sin alma, de músicos profanos que dañaban las buenas costumbres. Que hicieron hasta lo imposible para que en los campos de algodón no se escuchara un tambor, una guitarra, un acordeón. Los que tiempo después se sentaron en silletería refinada, con ropa de coctel y en un gran salón a escuchar a Lucho Bermúdez, jactándose de ser conocedores de la cultura colombiana. No, nunca fueron conocedores, es más, poco la entendieron. Y es tal nuestro desconocimiento, que resumimos el poder del Caribe con Carlos Vives o Silvestre Dangond. La belleza del Pacífico con ChocQuibTown o Herencia de Timbiquí. La verdad, nos falta mucho por aprender y apropiar.
Los grandes cambios los hacen las personas comprometidas. Nada es evidente u obvio hasta que se pone sobre la mesa y logramos verlo con otra óptica. Tal vez, ese es el interés de Golpe Cruzao, un grupo de jóvenes que se ha dedicado a construir por medio de sus instrumentos musicales el sentido concreto de eso que llamamos herencia. Son bogotanos y, a través de la melodía del clarinete, el saxofón, las gaitas, la guitarra y el bajo eléctrico, han logrado establecer un ritmo propio sostenido por la marimba chonta y la tambora.
¿Por qué valorar más otra música construida desde un computador y llegada de tierras lejanas? Tal vez, la pregunta pueda ser otra: ¿por qué no utilizamos nuestra tradición como resistencia a los tiempos en los que vivimos?
Me gusta más esta segunda pregunta, es más directa, más compleja de explicar teniendo en cuenta el país que tenemos y queremos reconstruir, pues estamos en momentos de cambios y la cultura no puede quedarse atrás, debe generar espacios, formas, maneras de reflexionar, de sentir la tradición para no olvidar quiénes somos, quiénes son nuestros ancestros, de dónde viene nuestra música y por qué tiene esa manera tan particular de mezclar la tristeza y la alegría en una canción de tres o cuatro minutos. Somos el negro, el indígena, el blanco y el zambo. Somos acordeones, tamboras, llamadores y gaitas. Somos faldas, sombreros y pañuelos. Somos la llama ardiente de un híbrido que solo se presenta en este continente tan colorido y atropellado por el afán de poder.
Apostar. No hay otra forma de lograr modificar la visión, sino es apostando. El Gobierno le apuesta a la paz, a la economía, a las reformas de la justicia, y a una manera diferente de energía y cuidado del medioambiente. Nosotros debemos creer en esas apuestas y, a su vez, unirnos al ejercicio propio de creer en los otros. Golpe Cruzao es eso, una apuesta a la que vale la pena prestarle atención, pues su música que es una mezcla de las dos costas, que es un afán por resaltar el papel de la música tradicional, de las historias de las cantadoras, de los pueblos colombianos, busca conectar con el público y crear una atmósfera propia que solo se puede sentir cada vez que se escuchan sus canciones. En vivo, porque he tenido la oportunidad de vivir la experiencia, se recrea un palpitar constante de la historia de aquellos que estuvieron antes y lucharon en cada rincón de esta tierra por un reconocimiento justo. Su nuevo EP, Receptores de una herencia, se encuentra en las plataformas digitales; y en YouTube está el registro de sus participaciones en diferentes espacios culturales y musicales.
Escribiendo esto no puedo dejar de pensar en Totó la Momposina y su retiro. Con ella se va una manera propia de ver el mundo y a Colombia. Con ella se pierde la voz de la mujer que viajó con su banda por distintos países contando la historia de los pescadores, de los bailes y las ropas de nuestros hombres y mujeres que construyeron el país que tenemos ahora. Sin embargo, con su retiro nos queda la sensación de que todo no está finalizado, de que todo tiene un nuevo comienzo, pues gracias a Totó, el camino a nivel mundial está para que agrupaciones como Golpe Cruzado puedan recoger los frutos y sigan el ejemplo del cultivo de una tierra fértil que nos permita seguir reconociendo la herencia de la que tanto experimentamos cuando llega a nosotros la música de nuestras costas.