Ratón cuidando del queso

Muchos colombianos se indignan a diario por cosas banales, pero no reaccionan a la parcialidad de la Fiscalía a la hora de llevar procesos.

Opina - Política

2020-04-29

Ratón cuidando del queso

Columnista:

Alejandro Villanueva

 

Desde pequeño supe que Colombia es un país sacado de la ficción. Una combinación entre los viajes de Gulliver y las novelas que Stephen King escribió, tan trabado, que se le olvidó que él fue el autor. En este país suceden diversas cantidades de cosas que llevan a cuestionarse la existencia de uno mismo y, si realmente, uno no es un personaje en un juego de SIMS alienígena, ya que para uno es muy difícil aceptar el razonamiento de muchos colombianos.

Se nos preguntó alguna vez si queríamos la paz, la mayoría de las personas que se vieron afectadas por el conflicto en lugares como Bojayá, donde su población vivió uno de los periodos más traumáticos por el conflicto armado, ¡votaron que sí!, allí el 96 % de los habitantes apoyó dicha opción, pues obvio, ellos son los que ponen los muertos en cualquier conflicto. Pero aun así, hubo personas que salieron desde su apartamento en Rosales (Bogotá), Cabecera (Bucaramanga) y El Poblado (Medellín) a afirmar que este proceso de paz buscaba la impunidad; olvidando que el presidente eterno fue más blando con los paramilitares que exnovio tragado y arrepentido, y fueron las situaciones internacionales las que lo obligaron a extraditar a ciertos paramilitares. En las calles se afirmaba, por parte de ciertos ciudadanos, que el fin de un conflicto que duró más de 50 años era la llegada del castrochavismo ateo con su rayo homosexualizador.

Y ni hablar de cuando se nos preguntó directamente en un papel con 7 preguntas sencillas que cualquier persona con el grado de educación del expresidente del Senado Ernesto Macías pudo haber entendido, si queríamos o no queríamos que nos siguieran robando nuestros gobernantes. No fue sorpresa que dicha consulta no pasara, ya que otra vez los “intelectuales” que estuvieron en contra del proceso de paz le hicieron campaña negra. Afirmando nuevamente que se trataba de la amenaza comunista y que a Claudia López, por ser líder de la consulta, le dejaría 5600 pesos por cada voto, si alcanzaba el umbral. Plata que, supuestamente, usaría para su campaña a la Alcaldía de Bogotá, y aun cuando el CNE afirmó que no habría reposición de votos, la gente siguió creyendo este tipo de barbaridades.

Luego de analizar y, amargarme por estas situaciones, concluí que todo se basa en la justicia. Si bien, estos sucesos anteriores pasan por la ignorancia del pueblo, no podemos ignorar que la corrupción es generadora de ignorancia. A Colombia le parece maravilloso ver a un expresidente recibiendo en el aeropuerto a un exministro condenado y extraditado por corrupción como si fuera un niño que viajó recomendado por Avianca. En otros países cuando a un expresidente o presidente (acá pasan ambos casos, ‘Ñeñepolítica’ y el proceso 8000) se le tienen pruebas de que entró dinero ilícito a su campaña, la justicia ataca con todo su peso, pero acá en Colombia un gran número de personas los aplauden y aseguran que es persecución política incentivada nuevamente por los zurdos nostálgicos del comunismo, como si eso invalidara las acusaciones, pero ¿qué esperamos si el encargado de juzgar lo nombra técnicamente el presidente?

La justicia debe tener más fe que una pareja de primer semestre para pensar que el presidente va a nombrar a alguien competente para que pueda juzgar a sus amigos y a su clase social. Yo personifico a la Fiscalía como un influencer, al cual se le subió la fama muy rápido. Elitista, arrogante, prepotente y llena de amiguismos.

Cuando le conviene a ciertas personas, dicha institución se mueve de manera precisa y eficaz. Un ejemplo claro es la reacción que esta tuvo en el caso Santrich, en donde el fiscal general Néstor Humberto Martínez, “como todo buen jurista”, se paró a contradecir la decisión de la Corte y renunció, no por las protestas en su contra o sus salpicaduras con la corrupción, sino porque, como bien lo señaló: “mi conciencia y mi devoción por el Estado de derecho me lo impiden”.

Ahora bien, cuando a la Fiscalía no le conviene esa eficacia en la búsqueda de la justicia, es otro cuento. Ese amor hacia el Estado que, afirma tener Néstor Humberto Martínez, no lo conmovió lo suficiente cuando públicamente afirmó la existencia de un fraude electoral, el cual iba a revelar después de las elecciones, pero al día de hoy, seguimos esperando su declaración. En el momento en el que un proceso expone a esa clase “dominante” o algún amigo de un poderoso y la prensa empieza a hacerlo visible, ahí la convicción y el amor que tienen algunos fiscales de alto rango, sobre una búsqueda imparable de justicia, se les acaba como se le acabó a Jessi Uribe hacia la madre de sus hijos.

¿Qué pasó cuando se incomodó el petrolero Jorge Moreno con el fiscal que llevaba el caso Colmenares, en el cual se veía involucrada su hija? Simple, sacaron al fiscal y las versiones de los testigos presentados por la Fiscalía: Jonathan Martínez, José Wílmer Ayola y Jesús Alberto Martínez Durán, se contradecían. Luego, varios testimonios afirmaban que Antonio González (segundo fiscal del caso) estaba buscando testigos a la riata, con el fin de avanzar con la acusación. El caso de Luis Andrés Colmenares terminó en una serie de Netflix, la cual prácticamente validaba la teoría de que el joven borracho fue capaz de correr a 80 km/h alcanzando mayor velocidad que el hombre más rápido del mundo 45 km/h. 

Pero eso no se queda ahí. Amparo Cerón, fiscal encargada de llevar un proceso de corrupción de Odebrecht, cometió el error más grave que se puede cometer en Colombia; hacer su trabajo y buscar justicia. Amparo consideró que debía escuchar a dos personajes significativos en la historia colombiana, al “presidente eterno”, cuyo círculo cercano está involucrado con delitos, menos él; y al expresidente Pastrana, el cual se encuentra en una lista de viajes del avión “Lolita Express” de Jeffrey Epstein, avión que usaba Epstein para viajar a una isla privada donde se tenían relaciones con menores de edad. Amparo los citó y consideró que era pertinente también escuchar a Luis Carlos Sarmiento Angulo, pero el fiscal Francisco Barbosa decidió removerla del caso, y ahí aplica la pregunta que Uribe nos hizo una vez a todos los colombianos ¿uno qué supone? Amparo quedó por fuera del caso y los colombianos nos quedamos sin saber qué tenían estos ilustres personajes por decir.

Lo más triste es que la mayoría de los colombianos se indignan y consideran injusticia la anulación del gol de Yepes, la intensidad de Camilo y Evaluna, o la corona “robada” de la Miss Universo, pero no reaccionan a la parcialidad de la Fiscalía a la hora de llevar procesos. Recientemente, en vez de tomar represalias respecto a la “Ñeñepolítica” o el “abogánster”, las tomó contra Claudia López y Angélica Lozano por ir a hacer mercado. Estas situaciones que, pasan frente a nuestros ojos con el sistema de justicia, las vemos por encimita y no nos indignamos. Como si, darnos cuenta de que un grupo de personas están usando nuestro sistema acusatorio como Tinder, no fuera suficientemente grave para manifestarnos como ciudadanía. La mente de algunos está en otro lado, y eso los hace cómplices de nuestra situación como país. Hasta que no cambien las cosas por las cuales la mayoría se indigna, no progresaremos. El progreso no está en usar robots como Rappitenderos o en construir diez autopistas, está en que no dejemos llegar al ratón a cuidar el queso.

 

( 1 ) Comentario

  1. Como diría Vargas Llosa, somos la civilización del espectáculo…todos hablamos de política y algunos aún no saben que significa…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Alejandro Villanueva
Directioner en constante despecho...por Colombia, wannabe director, productor y periodista.