Psicoanalistas y políticos

Los colombianos tenemos el legítimo derecho a dudar de las aspiraciones presidenciales de todos los candidatos que se presenten a la contienda.

Opina - Política

2017-11-21

Psicoanalistas y políticos

Me suele suceder que, al terminar alguna lectura, paso largos ratos reflexionando sobre lo que leí, más cuando tengo tanto tiempo libre esperando que pase algún articulado de Transmilenio medio vacío en hora pico, por ejemplo. O sea, uno no puede perder el tiempo, hay que aprovecharlo.

Esperando el pasado lunes en una estación en Suba, y con un poquito de dolor en los meniscos por la espera, me puse en la tarea de cavilar sobre mi última lectura dominical: ‘El mundo y sus demonios’ de Carl Sagan, quien cautivó mi atención al narrar la historia de un reconocido charlatán, en este caso psicoanalista y no político, el señor Robert Lindner, solicitado por sus servicios por el Laboratorio Nacional de los Álamos (Laboratorio del Departamento de energía de los Estados Unidos) para tratar a uno de sus prominentes físicos que sufría de sucesivos episodios de alucinaciones y delirios que afectaban una investigación secreta de alta importancia para la seguridad nacional de los Estados Unidos.

En su relato, ‘El doctor’ Lindner narra la historia de este físico, que para efectos de proteger su identidad es apodado por el terapeuta como Kirk Allen [1]. En su relato, el terapeuta psicoanalista reseña los disparates que sufre Allen con naves extraterrestres, batallas intergalácticas, y títulos nobiliarios de galaxias lejanas. Al parecer a Allen no le parecía lo suficientemente divertido construir armas nucleares, y por ello prefería fantasear sobre constelaciones lejanas en horas de trabajo.

Llegó a tal punto la obsesión de Allen con la geopolítica planetaria, como la de Peñalosa con llenar de buses Bogotá, que llegó a escribir cerca de doce mil páginas sobre historia, geografía, política, genealogía y ecología de planetas de otras nebulosas. Uno de los títulos llama especial atención: ‘El desarrollo cerebral único de los cristópedos de Srom Norba X’. Honestamente no era necesario saber un ápice de psicología para darse cuenta de que a Allen no solo le faltaba uno, sino dos tornillos. El tipo estaba loco.

Lo interesante de la historia está en la manera como el señor Lindner abordó el tratamiento de Allen. Lindner comenta que en un principio prefirió no objetar las fantasías de su paciente y prefirió ‘seguirle el cuento’ con el objetivo de ganarse su confianza, y abordar desde allí el problema de su psicosis.

En la medida que el terapeuta confrontaba los hechos absurdos que describía Allen, este se esforzaba por entregarle a la siguiente sesión una explicación rigurosa sobre los acontecimientos, claro está, luego de que el físico viajara años luz y hubiese consultado a bichos interestelares. Poco a poco, entre sesión y sesión Lindner se dejó convencer de las historias del físico y terminó no solo creyéndole sus desvaríos, sino disfrutándolos.

Ya bien avanzadas las sesiones, Allen se compadeció de su terapeuta y confesó que todo lo había inventado, que había tenido una infancia difícil, que le era complicado tratar con mujeres y que por ello había acudido a la fantasía inter espacial con ánimo de darle alivio a su aburrimiento. Kirk Allen se limitó a decirle a un desencantado Lindner que sencillamente le estaba diciendo a su terapeuta lo que él quería escuchar.

Tal y como el terapeuta y el paciente de la historia previa, todos los colombianos estamos expuestos a caer en la tentación de votar por algún candidato que nos diga lo que queremos oír de cara a las elecciones del próximo año. Sin importar si somos afines o no al proceso de paz, lo cual seguramente será el tema central de la contienda electoral que se avecina, nos toparemos con charlatanes de todas las orillas políticas, igualitos al físico-marciano. Repetir una mentira mil veces para disfrazarla de verdad se puede convertir en la estrategia de varios candidatos, mucho más cuando la campaña del NO logró comprobar su efectividad.

Todo esto constituye una seria preocupación, puesto que la sociedad contemporánea sufre de falta de criterio. De ahí que la propagación de noticias falsas se haya convertido en un problema serio a tener en cuenta en todo el mundo, por ejemplo. En lo que respecta a la sociedad colombiana, sí que se manifiesta a diario esta ausencia de crítica ante los hechos. La homeopatía, el tarot, el ‘agüerismo’, y todo lo perteneciente o relativo a lo supersticioso gozan de credibilidad en gran parte de los colombianos. Por ello, somos una sociedad propensa a caer en las garras del discurso de cualquier mentiroso populista, sin importar su orilla política.

Si queremos eludir el engaño hay que dotar de herramientas ciudadanas elementales como la duda. Claro está, sabiéndola diferenciar de la desconfianza. Así, tenemos que la principal diferencia entre la duda y la desconfianza, es que la primera invita a contrastar lo dicho con lo hecho, lo cual implica buscar datos, afirmaciones o hechos que corroboren la veracidad o falsedad de algo. Mientras que la desconfianza juzga negativamente a priori cualquier hecho sin antes ser comprobado.

Todo lo anterior desemboca en que los colombianos manifestemos nuestras dudas a las aspiraciones presidenciales de todos los candidatos que se presenten a la contienda. ¿Quién los financia? ¿Cuál es su programa de gobierno? ¿Están o no aliados con la maquinaria tradicional? ¿Han cometido o no actos ilegales? se convierten en preguntas primordiales para formular antes decidir nuestro voto el año entrante. La moraleja de la historia es esta: ante la duda en política, mejor abstenerse. Así les evitamos la tentación a los políticos de andar contándonos lo que queremos oír y no lo que tenemos que oír.

Termino con una cita de Carl Sagan, que desarrolla en gran medida lo ya expuesto acá y que le cae como anillo al dedo quienes defienden y justifican cualquier actuación del candidato de su preferencia:

“Una de las lecciones más tristes de la historia es esta: si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se tiende a rechazar cualquier prueba de que es un engaño. Encontrar la verdad deja de interesarnos. El engaño nos ha engullido. Simplemente, es demasiado doloroso reconocer, incluso ante nosotros mismos, que hemos caído en el engaño. En cuanto se da poder a un charlatán sobre uno mismo, casi nunca se puede recuperar. Así, los antiguos engaños tienden a persistir cuando surgen los nuevos.”

 

Adenda: Ojalá Humberto De La Calle pare de repetir como un lorito que es un candidato que no está relacionado con la maquinaria del Liberalismo, o que le avisen que mientras daba un discurso contra el clientelismo en el cierre de su campaña por la consulta tenía sentados a sus espaldas a cinco de los seis Concejales del Partido Liberal de Bogotá. Fieles representantes del clientelismo más rancio de la clase política de Bogotá. Lo digo porque también a sus espaldas se filtraron dineros de los narcos del cartel de Cali del gobierno que fue Vicepresidente.

 

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No confundir con Kirk Alyn, el primer actor que interpretó a Superman en 1948 y luego en 1950. Pero bien sí podría ser el capitán Kirk, de la serie StarTrek, dada la naturaleza de la historia.

( 4 ) Comentarios

  1. ReplyJohn Fredy Rincón Sánchez

    La realidad colombiana parece una fantasía contada por todos esos charlatanes que se dicen llamar políticos con tal poder de convicción que terminan engañado a toda una masa de ignaros que carecen de criterio y que terminan sucumbiendo ante los más suculentos platos de comida tipica colombiana o ante la promesa de entregarle una casa en el aire a la cual solo puede acceder si se compromete a multiplicar la fantasía y convertirse en un acérrimo defensor de esa mentira que no admite dudas ni cuestionamientos.

    Parece una mentira, quisiéramos que eso fuera una simple fantasía, pero no es así. La historia tal cuál la cuentan «nuestros» políticos es real. Es tan real como el hecho de medir con el mismo racero a políticos y ciudadanos en su idiosincracia. Nos rasgamos las vestiduras cuando sale a la luz alguna investigación por corrupción pero nos colamos en la fila, nos pasamos la luz roja, mentimos en las encuestas, le hacemos conejo a las obligaciones, vendemos el voto, nos saltamos la norma cuando no nos conviene y un sin fin de pequeños actos que los vemos como piadosos pero que suman cuando lo hacemos recurrentemente. Cómo es nuestra naturaleza.
    Y de esto se aprovechan esos charlatanes que se ufanan de ser representantes de pueblo. Porque ellos no tienen la culpa de esta característica, somos nosotros los que alimentamos ese monstruo de corrupción a través de nuestros «insignificantes» actos de corrupción.

  2. ReplyHenry Rodríguez Sosa

    Como siempre , lucidos comentarios de Alejandro Gaviria, pero vale la pena destacr que De la calle tuvo la etica suficiente para renunciar a una vicepresidencia ocupada luego por un Mamola que cubrio lo que debio ocurrir: la renuncia de alguien inferior a sus responsabilidades como jefe de estado

  3. A veces, por no decir siempre que leo una columna de David, me pego unas aterrizadas a la realidad de las duras y más para estas épocas que empiezan los políticos a firmar en mármol y todas esas cosas

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David Cancino Quintero
David Cancino Quintero. Nostálgico liberal del siglo XVIII e hincha del Club Deportivo Los Millonarios.