Protestas y democracia

En estas protestas no falta el facineroso que pesca en río revuelto, pero también, existe el clamor de personas sinceras que atraviesan severas restricciones de sus derechos fundamentales debido a los problemas estructurales que tenemos como país.

Opina - Política

2021-04-30

Protestas y democracia

Columnista:

Juan Carlos Lozano Cuervo

 

Lo ocurrido en Colombia durante los paros debe llamarnos a la reflexión. Estos temas son aún más complejos en un país donde al leer un columnista de inmediato se activa el censor respecto del autor, ya sea para asentir o desvirtuar dependiendo si mi sector ideológico se siente «atacado». En consecuencia, el primer punto a destacar tiene que ver con el peligroso tribalismo presente en sociedades como la colombiana.

Nuestro debate público es bastante deficiente en términos democráticos. Aquí, se discute para convencer al otro de su error. Es decir, se parte del supuesto de tener la razón, por tanto, se escucha para replicar en lugar de tratar de entender la posición contraria. De ahí que, los «debates» sean una andanada de ofensas y lugares comunes de muchos que replican el discurso de su líder político.

¿La tendencia a establecer «discusiones» con quienes guardan afinidad ideológica es realmente discutir o, más bien, afinar el sesgo? Habrá que empezar por llamar la atención acerca de la esencia de la discusión que no es otra distinta a confrontar ideas sobre un asunto. Al respecto, discrepar exige tener puntos de vista diferentes, si quiere, hasta antagónicos. Todo esto para decir que, aquello de seguir en redes únicamente a personas que guardan relación con mi posición política es poco provechoso para nuestra discusión pública.

La discusión desarrollada en espacios de afinidad ideológica da como resultado un reforzamiento de las conclusiones emanadas de una visión particular de la realidad social que se cree correcta por el reforzamiento del grupo que «discute». No obstante, la relación entre los sujetos en torno a la discusión no es lo único problemático, también, habrá que sumarle la manera en que los distintos gobiernos han entendido la crítica y la movilización.

La protesta está lejos de ser entendida como un derecho de rango constitucional. De hecho, podría decirse que los distintos gobiernos la han asumido de manera negativa. De los diversos paros y manifestaciones es lugar común escuchar de parte del marco institucional las advertencias de su infiltración. De fondo, algunos no entienden o posan de hacerlo, que la insatisfacción tiene origen en la vida misma, especialmente, en la calidad de vida de cientos de personas capturadas por las trampas de la pobreza.

Una de las peores herencias de las prácticas institucionales ligadas a esta desconexión entre los diferentes gobiernos y los colombianos que protestan es, precisamente, tener que llegar al punto de la protesta para poder llamar la atención. Inclusive, hace parte del imaginario colectivo que, si no hay muertos, los gobernantes no toman nota de los reclamos. Es bastante grave lo que ocurre en Colombia en tiempos de pandemia lo cual profundizó diversas problemáticas que arrastrábamos como país; asuntos como la desigualdad, la informalidad laboral; el sistema de salud; entre otros. Mientras, se quedan en el tintero asuntos tan complejos como la bomba pensional, la reforma a la justicia y desde luego, la reforma laboral.

Tener que llamar la atención a través de protestas denota la poca o nula conexión entre gobernantes y gobernados, lo anterior, agudizado por la profundización de la crisis social que llevó a miles a marchar pese al pico del COVID-19, lo cual debería de llevarnos a poder imaginar la situación en la que están los marchantes. Lejos de querer opacar las razones que llevaron a miles a marchar echando mano del sesgo político o la afinidad de estas personas con determinados políticos profesionales, deberíamos tratar de entender qué los llevó a hacerlo. Insisto, la idea no debería ser tratar de justificar el uso de la fuerza por parte de la fuerza pública, como tampoco, opacar el sincero reclamo de muchos a través de la quema de buses y demás.

Debemos hacer un esfuerzo como sociedad para separar los asuntos. En estas protestas no falta el facineroso que pesca en río revuelto, pero también, existe el clamor de personas sinceras que atraviesan severas restricciones de sus derechos fundamentales debido a los problemas estructurales que tenemos como país. A ellos, a los que están sufriendo deberíamos prestar más atención en lugar de enfocarnos en los destrozos realizados por quienes pescan en río revuelto y de paso, guardan para sí la esperanza que a través del destrozo llegará el cambio. A estos últimos, los aguarda el Código Penal, pero al resto, a los que sobreviven, a los que sufren, ¿qué les aguarda?

 

( 1 ) Comentario

  1. Es una lastima de los gobernantes no escuchar al pueblo el cual los eligio esperanzado en una propuesta de un cambio social, que nos de soluciones a toda su poblacion. Pero como ya lo expresaron sino hay protesta nadie sabe de los grandes problemas que nos aquejan por decadas. Debemos de llegar a unos acuerdos para llegar a la solucion de todos estos problemas

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Juan Carlos Lozano Cuervo
Profesor, abogado y magíster en Filosofía.