Se ha concentrado el último de los excombatientes de las FARC en las zonas veredales de normalización e instituciones como el SENA ya se están preparando para la formación de los ex guerrilleros, pareciera que al fin estos colombianos tendrán la oportunidad de trascender después de ser protagonistas del conflicto; sin embargo ellos y los demás estudiantes de colegios públicos del país tienen en su contra la desigualdad del sistema educativo que mantiene profundas las divisiones y obstaculiza procesos de movilidad y consenso social.
Antes, a comienzos de siglo, el problema era de cobertura: la educación estaba sectorizada casi que regionalmente y no todos tenían acceso a ella, ese problema ha venido disminuyendo salvo en la universidad, donde según la ministra Janeth Yiha sólo el 22% de los bachilleres campesinos llega a la educación superior; ahora los esfuerzos se centran en mejorar la calidad educativa y pensando en ello se han implementado una gran cantidad de programas: ‘Todos a aprender’ y las becas para la excelencia docente son dos ejemplos de ello. Sin embargo los estudiantes de los distintos niveles sociales siguen estudiando separados y continúan recibiendo una educación de distinta calidad.
Estudios como “¿Por qué no todos triunfamos en el colegio?” realizado por la facultad de economía de la Universidad del Rosario y “separados y desiguales” realizado por: Mauricio García Villegas José Rafael Espinosa Restrepo Felipe Jiménez Ángel Juan David Parra Heredia y publicado por De Justicia, muestran una situación que se constata cada año en los análisis post-prueba SABER: que la calidad de la educación que recibimos depende de nuestra situación familiar, la capacidad de pagar, incluso del municipio o región en la que hayamos nacido; y es en estos dos últimos casos en que el Estado debe proceder para mitigar esas diferencias.
Las cifras arrojadas son preocupantes, señalan que Colombia es más desigual en educación ahora en relación con el comienzo del siglo y que esa desigualdad es una de las más altas de la región, también que los estudiantes de provincia obtienen en promedio cuatro puntos menos en la prueba SABER que los de las capitales, que tener un computador puede mejorar en seis puntos los resultados, que un estudiante estrato 6 de un colegio privado tiene en promedio 17 puntos más que el de estrato 1 en un colegio público, que el puntuaje puede depender del número de personas que vivan en su casa, entre otras.
Y para corregir este desnivel no es necesario acabar con todo el sistema educativo actual sino simplemente mejorar la calidad: optimizar por ejemplo los procesos de selección de los docentes, que ahora están estancados por la CNSC, seguir atrayendo a los mejores bachilleres para que cursen licenciaturas, financiar las universidades públicas que son las que más licenciaturas ofrecen, desburocratizar la contratación de profesores provisionales y mejorar las condiciones laborales y salariales de los docentes.
Si la calidad de la educación pública mejora es posible que los padres de estratos 5 y 6 no teman en matricular a sus hijos en las instituciones públicas y se dé el diálogo entre las clases y los consensos que por décadas de educación segregada sobre todo en las grandes ciudades no se ha podido dar; pero sobre todo sería un estímulo tremendo para logar una sociedad más equitativa también en lo social y lo económico, un país que de verdad estaría forjando la verdadera paz, esa que va más allá del silenciamiento de las armas.
Adenda: ¿Cuál es el afán del gobierno para reformar la educación superior vía ‘fast track’? ¿Qué se esconde detrás de esa jugada? ¿Le van a dar la razón al uribismo cuando hablaba de los excesos del mecanismo de vía rápida?