Pese a que se ha venido dando una incipiente apertura al tema de la homosexualidad en este país marcadamente machista y homofóbico, de ver hoy en la televisión nacional el abordaje no censurado de temáticas gais en telenovelas y series, con besos explícitos incluidos, en la realidad del día a día el asunto es bastante crítico.
La intolerancia por todo lo que circunscribe el tema de las relaciones entre parejas del mismo sexo, reverbera, cual volcán en erupción, la homofobia de un sector que no concibe, se trasgreda a su buen ver e ideología, y de manera tan flagrante, el esquema tradicional que marca la llamada ley natural-creadora, y las normas sociales predominantes.
Oímos mil y una sentencias frente a la homosexualidad en la cotidianidad, tales como: “prefiero un hijo muerto que un hijo gay”, “los maricas son hijos del diablo”, “el varón que se acuesta con varón, no ganará el reino de los cielos”, “es una mala suerte ser homosexual”, y un cúmulo más de señalamientos que ensombrecen el panorama de la tolerancia frente a los gais; esa población, hoy fortalecida pese a los discriminatorios embates y que enconadamente sigue persiguiendo no ser considerada como “los parias” de esta sociedad hipócrita, inquisidora y homofóbica.
Los más recientes casos de homofobia que tuvieron despliegue gracias a las redes sociales, involucran parejas del mismo sexo que departían en establecimientos públicos y, que fueron increpados supuestamente, por trasgredir las normas de la moralidad y el comportamiento en sociedad.
La primera pareja se encontraba en un restaurante de comida rápida y, de un momento a otro, una dama otoñal empieza a vituperarlos muy ofendida al presenciar, supuestamente, las muestras públicas de afecto entre ellos, e incluso intenta agredirlos; si no es por la oportuna y mesurada intervención del supervisor del establecimiento, la energúmena dama logra su cometido. El video aún circula en redes sociales.
El más reciente caso, por todos conocido y, que tuvo notas de prensa y tratamiento en los noticieros radiales y televisivos, acaecido en un reconocido centro comercial bogotano, demuestra una vez más que:
Esta sociedad criolla, doble moralista, machista e hipócrita, no puede aún tolerar a los “maricas” que quieren vivir su amor libremente, como cualquier otro mortal creado por Dios.
Es tan hipócrita esta sociedad machista que ven con buenos ojos el “lesbianismo”. Muchos varones, machos sementales, se excitan viendo dos mujeres en actividad sexual y una de sus grandes fantasías es poder ir a la cama con 2 lesbianas.
Recordemos lo dicho por el exsenador conservador Roberto Gerlein frente al “excremental tema gay”, y su declarada fascinación por lo lésbico:
“A mí nunca me ha preocupado mucho el catre compartido entre mujeres porque ese homosexualismo no es nada y es sin trascendencia, pero compartido por dos varones es un sexo sucio”.
Cuántos energúmenos homofóbicos sociales, realmente son gais de closet, llevan una frustrante doble vida y son adictos clientes de sexoservidores y frecuentan sitios de encuentros sexuales clandestinos.
Hemos tenido en Colombia un presidente, supuestamente, homosexual. Hay grandes personalidades de tendencia homosexual en todos los ámbitos, no se entiende entonces por qué, a estas alturas, se siguen teniendo esas muestras reprochables de homofobia.
Los jóvenes de hoy viven su sexualidad plenamente y sin prejuicios, no se etiquetan, no tienen líos con expresar sus sentimientos a quien les atrae, sea una mujer o un hombre, eso no afecta su orientación sexual como tal, ellos simplemente viven, besan y aman…
En este país, donde hemos estado marcados por tanta violencia y dolor, es inconcebible que ahora pretendan prohibir besar y amar, a quien nos venga en gana…
Muy cierto el artículo.
En todos los ámbitos sociales hay homosexuales que los que se ocultan en su doble moral.
Por ejemplo no hay borracho que se respete que no haya botado plumas.
¿Que pasaría si los gays de todos los partidos se atrevieran a salir del clóset y confesaran abiertamente su inclinación sexual?
En esa doble vida oculta de presentan más aberraciones que un simple beso en público.