La alocución presidencial que salió al aire el día lunes 29 de mayo de 2017, respecto a la implementación del acuerdo de paz, causó polémica. Esto porque el Presidente -como era de esperarse- anunció que los tiempos acordados no se cumplirían a cabalidad, tal como había ocurrido aquel 23 de marzo de 2016, donde todos quedamos expectantes ante la firma del acuerdo, que tardíamente llegó.
En ese sentido, se anunció por parte del Jefe de Estado que la entrega de armas, proyectada inicialmente para el día 30 de mayo de 2017, se ampliará por 20 días más, lo propio harán las Zonas Veredales por un lapso de dos meses más.
Ahora bien, al respecto, podemos afirmar que este es un posconflicto a la colombiana porque dejamos todo para última hora. Por ejemplo, la construcción de las Zonas Veredales fue tardía debido a la mala planeación y a la falta de preparación institucional, así pues, este posconflicto está siendo construido en la marcha, asando y comiendo y ahí radica la causa del atraso y la razón por la cual se modificaron las fechas.
En ese orden de ideas, anunció también el Presidente, que las facultades extraordinarias otorgadas a su despacho terminan hoy, 29 de mayo; de manera que, si bien dichas facultades e incluso el mismo Fast Track fueron mal utilizados por el Gobierno, como verbigracia ocurrió con la presentación de proyectos de Ley que nada tenían que ver con la implementación del mismo, es necesario extender dichas facultades por el bien de la paz, máxime cuando el tiempo corre en contra de ella; pues le resta poco más de un año a este Gobierno y lo que no se haga ahora probablemente no se haga nunca.
Sería irresponsable e incluso imperdonable dejar a la deriva muchos aspectos del acuerdo que aún no han sido reglamentados, todo esto porque la incertidumbre al respecto de la contienda presidencial crece cada día y se corre el peligro de que puedan hacerlo trizas, tal como lo anunciaron aquellos sectores políticos que se han beneficiado con esta guerra absurda.
Por otro lado, no se puede perder de vista que hace más de 25 años no se desarma a una guerrilla, y por ende, puede resultar natural que haya discordancia en el calendario frente a la dejación de armas. Y es que desarmar a una guerrilla no es tarea fácil, mucho menos es algo que se hace de la noche a la mañana, por ende, sin ánimo de justificar la evidente ineptitud estatal frente a la logística del desarme y la implementación, si es preciso que los colombianos tengamos un poco de paciencia al respecto, pues se trata de desarmar a la guerrilla más longeva del continente, y acabar con un conflicto tan vasto puede resultar tortuoso, pero al fin y al cabo la paz todo lo justifica.
Es hora de que los colombianos también pongamos nuestro granito de arena en esta recta final del acuerdo de paz, aún falta mucho por hacer, pues, la reinserción a la vida civil de los beligerantes está a la vuelta de la esquina, y de todos depende que la verdadera paz pueda ser posible, aquella que nos exhorta a entender que todos somos hermanos, humanos susceptibles de cometer errores.
No puede haber paz sin perdón y mucho menos sin reconciliación, de todos depende que pase.
Finalmente, espero que de una vez por todas comprendamos, que si bien ha sido lento este tránsito hacia la paz, es preciso tener en cuenta que hemos avanzado mucho más que nunca antes en su búsqueda, no desfallezcamos, estamos cerca de alcanzarla.